CARRETERA X
Carreteras, celulares y vanessas

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Con el pesar de muchos y la desidia de muchos más, los asaltos por celulares van a seguir. Y habrán muchas vanessas más, con la diferencia de que ese tipo de despojo tendrá un nombre genérico desde ahora: Vanessa, los despojos con muerte a jóvenes solas se denominarán Vanessas.

Los asaltos que les ocurren a hombres todavía no tienen nombre, hasta que maten a un joven de clase media o alta y su familia pueda hacerlo sonar. El que le ocurrió a un joven en la carretera a San Francisco de Macorís este fin de semana no cobró nombre, porque quedó vivo y era solo un joven trabajador, «sin clase» ni nombre. Pero están ocurriendo a diario y en las principales carreteras y ciudades. El joven de quien hablo se le había ponchado su motocicleta. Dos hombres en otra moto, viéndole pedir ayuda por un celular, se detuvieron «a ayudarle». Lo despojaron de su celular y 50 pesos. Uno de los asaltantes estaba armado de una pistola. Pero no lo mataron. Por suerte.

¿Qué de dónde obtienen armas los asaltantes? Un ejemplo. Hace varias semanas se efectuaba un asalto en una tienda de autoadornos en Bonao. Tres individuos armados se disponían a llevarse el dinero y todo lo que fuera de valor. Entra un cliente y se encuentra con la situación, pero inocentemente descubre que la cara de uno de los asaltantes le es familiar, conocido, y se lo dice -«Yo te conozco, yo te he visto»- A lo que el asaltante, nervioso, le niega la posibilidad de que lo conozca. El cliente insiste -«Sí, yo te he visto en algún lado»- Y el asaltante que nó. Hasta que el cliente lo recuerda -«Sí, tu eres de la Policía Turística de Samaná, y un día tú me ayudaste en un problema que mis amigos y yo tuvimos allá». El asaltante -que no parecía ser un asesino- se siente descubierto y opta por irse junto a sus compinches. Y se van. Por suerte, ninguno de ellos decidió matar a nadie, ni siquiera al despistado cliente, que resultó ser entonces el héroe salvador de la tienda.

Ahora. ¿Cuántos «representantes de la autoridad» han decidido que no pueden vivir en peores condiciones que los delincuentes que persiguen? ¿Cuántos policías nacionales, policías turísticos, policías de bancos, policías privados y policías de lo que sea están alquilando sus armas o utilizándolas ellos mismos en asaltos?

Y por otro lado, los celulares. Estos malditos aparatos se han vuelto un recurso inmediato de dinero. Son dinero en efectivo en manos de cualquiera. Las tiendas de venta de celulares se los compran a quienes se los lleven, sin preguntar su procedencia, porque lo saben. Incluso tienen clientes que son canales de recibo de celulares robados. Pero es negocio, es «lícito comercio». Como es también «lícito comercio» traer miles de pasolas usadas desde países donde son tiradas como desechos. ¡¡Ay las passolas!!

Una marca, más bien un modelo de motocicleta de la marca Yamaha, se ha vuelto sinónimo de delincuencia. Las famosas «Passolas» son el vehículo preferido de los asaltantes y criminales de poca monta, pero más dañinos. Otros prefieren los «saltamontes», pero son más caros. Mas, ese no es el caso.

Cuánta gente y asaltantes se mueven en estas pasolas (y en muchas otras motos) sin placa, sin casco, sin licencia, sin documentos de propiedad, sin luz, en vías contrarias, sobre las aceras… y ninguna autoridad les da caza, nadie se mete con ellos, cuando solamente esas condiciones los ubican como delincuentes!

¡Dejémonos de vainas! El crimen desorganizado campea por sus fueros en nuestras calles y carreteras y ninguna Harley Davidson les persigue o les va a detener. Lo dicho: faltan muchas Vanessa todavía por caer para que alguien decida hacer algo.

No se caerán

Una de las ventajas de trabajar con hormigón es aprovechar lo que sobra, sea para echarlo en una zapata inicial, en un pedazo de acera, en un hoyo de una calle, en un molde con los pies de alguien dentro, o simplemente para dar seguridad a los «hormigonistas» durante su transporte, como se ve en la foto.

Eso de quitarse el cemento de encima después de terminar el trabajo de vaciado de un techo, de un tramado de vigas y columnas, de un piso o de cualquier trabajo de hormigón, parece no ser lo más aconsejable, si luego el equipo humano va a ser transportado más o menos similarmente a tablas, bloques, varillas o piezas de trabajo.

Aparentemente, lo que mandan las normas hormigoneras es que los trabajadores se queden bien embarrados de cemento, de manera que cuando se sienten sobre el vehículo y unos junto a otros, se queden pegados, cementados, concrecionados, hormigonados. De esa manera no podrán caerse. Luego, para apearse y separarse simplemente pueden deshacerse de los harapos que les cubren.

Claro, que otra alternativa pudiera ser que los «hormigonistas» trabajaran con uniforme de cierta impermeabilidad, de manera que al terminar pueden sacarse el cemento con un chorro de agua. Con el mismo chorro con que se lava el camión, por ejemplo. Además, que en vez de ser transportados apilados sobre una camioneta fueran sentados en bancos en la cama de la camioneta y con baranda, para evitar una posible caída por un frenazo o un choque. Pero eso sería demasiado pedir. ¡Imagínense! Con la miseria que ganan las industrias hormigoneras…!

Nuevos cinturones para los Amet

Los nuevos cinturones para los agentes de AMET tienen muchos y muy variados usos y beneficios.

Por ejemplo, en caso de accidente, pueden rebotar y rodar sin recibir el menor daño… siempre y cuando lleven casco protector, naturalmente. Si se encontraran en medio de un molote choferil,  éstos (los choferes) no podrían pegárseles, pudiendo los AMET mantenerse a salvo… siempre y cuando lleven casco protector, contra las piedras y los palos, por ejemplo.

Como por lo regular la Policía tiene la costumbre de pararse a comer en las frituras, fondas, «fast-food», colmadones, cafeterías y otros puestos de comida sin pagar -puesto que son la autoridad-, se ha dispuesto que a los Amet los «pongan en cintura» en relación con comer sin pagar.

Así pues, cuando éstos se aparezcan por cualquier sitio de esos para comer los dueños ya sabrán que esos Amet han sido «puestos en cintura». De manera que se sepa que lo que se coman tienen que pagarlo. Salvo que por «motus propia» al dueño del establecimiento le salga de donde sea hacerle alguna donación en materia de ingesta.

Otro de los usos de los nuevos cinturones de los Amet es que, en caso de algún pinchazo de un neumático de la motocicleta, pueden utilizarlos como repuesto, cambiar la goma por el cinturón nuevo, y continuar con su servicio en beneficio de la comunidad, el buen desenvolvimiento del transporte urbano y el bienestar general de la nación dominicana, etc. etc.

Un último beneficio -esta vez directo para los gentes- es que, como no pueden apretárselos, porque son de un tamaño fijo, nadie puede mandar a los Amet a «apretarse los cinturones» en caso de situaciones de austeridad, rebaja de salarios u otras situaciones similares. A los Amet hay que mantenerlos siempre llenitos.

¡La pendejada del año: cadena perpetua!

Como todos los años, siempre sale un tema sobre el que todo el mundo opina y finalmente sobre el que nadie hace nada, con excepciones, como cuando el Estado o alguna institución  manda a alguien a estudiarlo a Estados Unidos y luego no le emplea porque no hay dinero.

Todas las esferas: altas y bajas, eclesiásticas y gubernamentales, ricas y pobres, culturales y deportivas, militares y civiles… todas, revueltos todos en la misma pendejada ahora: la cadena perpetua.

¡Oh pero carajo! ¿Y con qué cuartos va el Estado a meterse en mantener de alojamiento, luz eléctrica, agua, comida, vestimenta, asistencia médica y actividad deportiva a quién sabe cuántos criminales… para toda la vida?

Y eso lo saben bien los asaltantes, que además dominan la intríngulis judicial al dedillo: «al que le echan 10 años, la corte lo rebaja a 5, y en dos años y medio -por ‘buen comportamiento’- ya se está en la calle». ¡Y con mucho más dominio del arte de hacerse con lo ajeno!

Pasa igual con la dichosa «pena máxima»: 30 años y un día. La corte lo rebaja a 20 o 15 años, y a la mitad de la pena ya se está en la calle. Si no antes. Porque también está el recurso de que con unos cuartos cualquier criminal aparece en la lista de presos a indultar un 27 de febrero, un 16 de agosto o una Navidad. ¿Y entonces?

¡Al carajo la cadena perpetua! Lo que aquí debe instaurarse es La Hoguera. Y si no se quiere gastar en leña ahí tenemos los hornos de las cementeras, que muy bien pueden colaborar con el adecentamiento de este país, o las calderas de los ingenios, que están encendidas mientras está la zafra. O si les parece demasiado calurosa la hoguera, pues se puede utilizar un cayo o una islita, y mandarlos para allá, que siembren lo que se vayan a comer, que beban el agua de lluvia y se guarezcan bajo los árboles, para todo lo que tengan de vida. Más libertad de ahí no tiene nadie.

¡Que protesten los monseñores si quieren! Pero si en vez de látigos Jesús hubiera tenido una escopeta calibre doce, ya les leería yo lo que diría el Nuevo Testamento sobre cómo le entró Jesús a los mercaderes, vándalos, traficantes, tratantes de blancas y otros delincuentes en el templo de Jerusalén.

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