CARRETERA X
El lazarillo de la tambora

CARRETERA X<BR><STRONG>El lazarillo de la tambora</STRONG>

Lo que primero nos llamó la atención de esa pareja que ven en la foto fue que uno de ellos conducía al segundo como aquellos lazarillos que llevan de un palo a un ciego, sólo que éste, en vez de palo, lo llevaba de una tambora.

Como la curiosidad tiene la manía de saltarme al cuello casi hasta ahorcarme (para no decir que la curiosidad me mata), me acerqué a la pareja para estar seguro de las dos cosas: primero, de que uno de ellos era ciego; segundo, de que la tambora era el «palo de lazarillo» que suponía.

En efecto. Pero encontré otras cosas bien interesantes también relacionadas con sus vidas y la tambora.

El señor de la mochila es en realidad «el señor del acordeón». Lo lleva en la mochila. Es Américo Ramírez Valdez (Américo el Músico), nacido en EL Higüerito, de San Juan de la Maguana, y hace más de 30 años que hace música.

El 15 de abril del año pasado participó en un Encuentro de Acordeón en la Casa de la Cultura y el Centro León, en Santiago, donde se impuso al resto de acordeonistas que participaron en el evento.

Su acompañante, aunque lo lleva «de la tambora», es el muy conocido tamborero Marino Jiménez Agramonte, famoso en el sur del país y quien hace conjunto con Américo en las fiestas y amenizaciones en que participan.

Los acordeonistas son poetas del fuelle, modeladores del viento que entra y sale del instrumento más famoso que haya producido Alemania.

Así como en la República Dominicana el acordeón elevó el merengue en alas del viento, su primo el bandoneón encumbró al tango sobre toda la música popular de América del Sur. Así, acordeonistas y bandoneonistas se convirtieron en magos de una música que se hacía tanto por la más eufórica alegría como por la más melancólica tristeza.

Y entonces nos encontramos de repente, a todo sol de marzo, en el cruce de Vicente Noble, con uno de estos magos nuestros del acordeón: Américo Ramírez, llevado de la mano de una tambora cual guiado por un ángel lazarillo, como sacado de un bosque de cactus, limitada enormemente su visión, lo que no le impide desplegar los fuelles de su acordeón para alegrar su vida y la de todo el que lo oiga tocar el mágico instrumento.

¿Cuántos otros hombres y mujeres brillantes vemos en las carreteras sin sospechar de su valía? Llevados de la mano o llevados de la necesidad, pero casi siempre llevados de la luz, como ocurre con «Américo el Músico», llevado por el mundo de la música de acordeón tan sólo por su luz interior a falta de luz en sus ojos.

Américo Ramírez Valdez y Marino Jiménez Agramonte van por la carretera llevando y buscando luz, que es otra manera de ver los efectos de la música de la tambora y el acordeón.

“¡Qué bueno que estoy!” 

Observen qué oportuna es esta letra de un rock del grupo español «Los Mojinos Escozíos» para nuestra actual campaña política y lo que ofrecen nuestros candidatos.

«Qué bueno que estoy, qué bueno que estoy, que bueno que estoy, qué bueno que estoy, qué bueno que estoy».

«No tengo artrosis, no tengo reuma no tengo colesterol; no tengo azúcar, no tengo caspa ni tengo piedra en el riñón; por eso a cualquier sitio donde voy todo el mundo me dice:

¡Qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!) ¡Qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!) ¡Qué bueno que estoy! (coro: qué bueno que está).

«No tengo alergia, no tengo gases ni tengo sarampión; no tengo lombrices, no tengo varices ni tengo alta tensión; por eso a cualquier sitio donde voy todo el mundo me dice:

¡Qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!) ¡qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!).

«No soy miope, no tengo callos y nunca he estado «estreñío»; no tengo ardores, no tengo caries ni tengo el mojino escozío; por eso a cualquier sitio donde voy todo el mundo me dice:

¡Qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está) ¡qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!) ¡qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!) ¡qué bueno que estoy! (coro: ¡qué bueno que está!)…

Y así se repite como cuarenta veces el «qué bueno que estoy» y el coro hasta terminar con una declaración hablada: «… lo bueno que estoy y el pedazo de paquete que tengo, que esa es otra…» Al que quiera oírlo que lo busque en Internet.

Una carretera tirada a la basura

La carretera vieja que iba… bueno, todavía va (porque nadie la ha desviado) hacia Barahona, aparece ahora como tirada a la basura porque se volvió inútil, o muy vieja, o desfasada, o en desuso; o quizás ya no vienen sus piezas de repuesto, quién sabe. La realidad es que la tiraron a la basura, como puede verse en la foto.

Y hasta le pegaron fuego junto a la basura en que la tiraron, una práctica muy dañina, tanto si le pegan fuego a la basura como si es que ésta combustiona espontáneamente y no se controla.

Ahora, ¿es que esta antigua carretera no servía ni para caminata peatonal? ¿No puede habilitarse como para el disfrute de los atardeceres del sur? Porque esa sería una posibilidad con esta vieja carretera, estimular a la gente a acercarse y utilizarla como paseo peatonal.

Digamos que la gente que conduce hacia o desde Barahona pueda tener la posibilidad de bajarse del vehículo y echar una paseo sin temor a que le atropelle una patana o un camión cargado de plátanos. Mientras tanto, puede ver algunas ofertas bien y atractivamente colocadas al borde de dicha vieja carretera, sean frutas, o artesanías, o plantas de la zona (cactáceas, por ejemplo) para llevarse a casa.

O habilitarse para ser utilizada como ciclovía, es decir, una vía para bicicletas, de manera que los ciclistas tengan menos riesgos por la carretera.

Y hasta podría habilitarse como un largo parque botánico, reforzando a sus lados la presencia de las plantas locales, con suficiente información sobre esas especies que la gente cree que fueron sembradas por el Diablo como competencia por la creación del bosque húmedo.

Créanme que hay muchas alternativas de uso de una carretera vieja en vez de tirarla a la basura.

Por suerte nadie se lleva

Esta señalización está indicando que la Laguna de Cabral queda hacia el este, y el que se lleva de eso va a parar a la Bahía de Neyba. Claro que la bahía es tan bonita, o más, que la Laguna de Cabral. Pero quien quiere ir a la Laguna es allá donde quiere llegar.

No es la primera vez que nos encontramos con señalizaciones medio decrépitas en la carretera, decrepitud ocasionada a veces por la vejez, a veces por el desconocimiento, y otras veces por algún berrencazo ocasionado por un conductor borracho… o conductora borracha, que las mujeres también manejan y beben.

Claro que con el afán ese del turismo no se entiende porqué razón permanece esta señalización en esas condiciones tan deplorables, pues el asunto no es solamente que se sepa hacia donde se va, sino también que la indicación aparezca presentable, funcional, atendida y actualizada.

Y eso, que ustedes la están viendo fija, inmóvil, pero en realidad el letrero se mueve al ritmo del viento, y no con la elegancia de un árbol, o como la ondulación de una melena suelta, sino como un borracho babeante al que nadie le interesa decirle dónde está su casa.

Otra cosa es que la apariencia de la señal puede ser interpretada como un reflejo de la institución que la instaló, en este caso la Secretaría de Medio Ambiente. Lo lógico entonces es que sea la regional de Medio Ambiente quienes se encarguen de restaurarla, para que no se piense que la Secretaría está en el estado que presenta la señalización de marras.

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