Carretera X
¡Helipuerto a la vista!

<STRONG>Carretera X<BR></STRONG>¡Helipuerto a la vista!

Ya lo he dicho en ocasiones anteriores. Roberto Salcedo, como síndico, ha hecho por el bien de Santo Domingo lo que nunca antes hizo nadie. Desde que comenzó con los zafacones aquellos con su foto supe que quería ser síndico, y hasta puede ser que quiera ser presidente –de la República, no del Ayuntamiento– pero no es con ese propósito el plan del helipuerto. (Estoy escogiendo las palabras, porque no quiero verme ante la lengua-cuchillo de Amparo Chantada ni frente al índice-espada de Luis Carvajal). Vamos a poner cosas en la balanza.

Siempre nos hemos quejado de que “este país no cuenta ni con tal cosa”, que “aquí nadie hace nada por construir tal cosa”, y que “si aquí pasa aquello nos jodimos porque no hay esto otro”. Personalmente creo –y todo el mundo sabe que el grupo que hacemos espeleología y yo estamos permanentemente en riesgo–  que si en nuestra actividad en cuevas alguien de nosotros se descalabra en… en Pocimán Diablo, por ejemplo, que está montaña arriba doce horas a pié en Pedernales, lo único que puede salvar al accidentado es un helicóptero. Pero los de nuestra Fuerza Aérea puede que no estén disponibles o no estén en buen funcionamiento, recuérdese que solamente son dos o tres; no contamos con el que era de Peynado (que en paz descanse), ni con el que era de Huáscar (que en paz descanse), ni con el de Pedro Rivera (que en paz descanse), ni con el de Quirino (que en Nueva York repose).

Ningún hospital o clínica privada en Dominicana cuenta con helicópteros para trasladar de urgencia a nadie, ni en una cueva, ni en una carretera, ni en una montaña ni desde el medio del mar. Y aunque vemos en los reportajes de “Discovery Channel” lo efectivos y funcionales que son estos aparatos a la hora de mover gente en riesgo de muerte, ni siquiera la Plaza de la Salud cuenta con uno para ese servicio.

Bien. Si alguna compañía se interesara en suplir ese servicio debe tener helipuertos donde posarse o despegar sus aparatos. Si los helipuertos estuvieran en áreas públicas, entonces deberán pagar por su uso. Si están sobre edificios, entonces deberán pagar por el uso de sus azoteas. Pero no creo que alguna compañía de helicópteros esté interesada en comprar algún terreno que le valdría lo que cuestan dos o tres aparatos de esos.

Necesitamos helipuertos, porque el servicio es necesario. Hay azoteas de edificios como  Acrópolis, Plaza Bella Vista y el Hotel Jaragua que soportarían helipuertos, y existen áreas en tierra que también servirían con el mismo propósito.

Creo sobreactuada la reacción contra la posibilidad de un helipuerto en la Plaza Omar Torrijos, cuyo nombre –según los propulsores- pasaría a nombrar el complejo, porque además, la misma plaza está violando la reglamentación de los 60 metros y la calidad de protegida de la zona, además de que toda la contaminación creada durante decenas de años en el sitio, con la presencia de chimichurreros, bares, moteles remolques y tarantines de toda laya, a los que nunca se opusieron las gentes del PRD que ahora se levantan como ambientalistas.

El movimiento ambiental no puede caer en supuestas luchas defendiendo intereses de políticos encubiertos, como tampoco aparecer alegando que los almendros de la India son parte de la flora endémica de la Isla, o que las veintenas de miles de ratas que criaron los anteriores ocupantes son de nuestra fauna en peligro de extinción.

Creo en la discusión, con equilibrio, con razones, sin volantes de partidos ni enganchados a ambientalistas sustituyendo a los técnicos de la ecología y el ambiente.

Sentémonos y discutamos el asunto, que al final se impondrá la razón ambientalista.

¡Y pa’ dónde cojo!

Como que se pasaron de la raya la gente de Obras Públicas o de Codacsa al permitir la colocación de estos letreros o microvallas comerciales en el túnel que conecta con la Marginal que corre paralela a la Autopista de Las Américas.

Cuando uno llega por primera vez a ese punto… es más, cada vez que se llega a ese punto, la impresión es de desasosiego, de pandemonium informativo. No lo sé a ciencia cierta, pero creo que todos esos letreros pueden en algún momento causar accidentes, si no los han causado ya, porque la gente llega y se detiene a leer todo, esperando como encontrar si lo que está ahí tiene que ver con la búsqueda de la salida o la obligación de seguir por determinada dirección, porque además, no hay señalización en amarillo en el pavimento que indique que hay dos carriles en circulación opuesta. Hay una señal de “doble vía”, pero algo confundida en medio de la lluvia de letreros comerciales, y al llegar ahí se tiene una sensación de que hay que salir lo antes posible, antes de que algo pase, se estrelle alguien o atraquen a uno.

Me parece, modestamente, que no es permisible ni saludable mezclar la propaganda comercial con las señalizaciones oficiales en las carreteras, porque aparte de estar utilizando la propiedad del Estado causan confusión. Y metidos en un túnel, lo que menos uno quiere es estar confundido.

Así como se les ha permitido a esos estar ahí, los demás se sentirán con derecho para estar también. Y si diez o quince otras compañías quieres colocar en esa pared que ellos están por aquí o por allá, habría que permitírselo.


El árbol del sombrero

En la carretera de tierra que lleva hasta el antiguo ingenio de Diego Caballero, en Nigua, nos encontramos con esta enorme jabilla, ostentando un sombrero que apenas le sirve.

Pocas veces, o mejor dicho, ninguna, nos habíamos encontrado con un árbol preocupado por el sol que recibe, hasta tal punto de servirse de un sombrero para evitarse quemaduras. Probablemente se trata de un árbol muy instruido e informado que está bien enterado de lo que está ocurriendo con la capa de ozono y las previsiones que hay que tomar para evitar el daño que ocurre por la exposición excesiva a sus rayos, principalmente sus a rayos ultravioleta.

Decididamente es un árbol cuya inteligencia supera a la mayoría de nuestra gente, principalmente de nuestras mujeres (porque buena parte de los hombres usamos gorras), que insisten en andar con la cabeza descubierta por el asunto aquel de exhibir el pelo, sea desrizado, planchado, rizado, en trencitas, a lo feminista, duros como tabla o con unos moños de revista.

Nuestras mujeres han rechazado de plano el uso del pañuelo en la cabeza, muy usada en los años cincuenta y a principios de los sesenta. Pero con la llegada del desrizado todas nuestras mujeres se empeñan en soltar melenas al aire. Peor para ellas, porque mientras más sol menos pelo.

Ojalá y siguieran el ejemplo de esta vieja jabilla, que precisamente por vieja sabe lo que le conviene.


Detalles de la cuidad
Observen esta chulería


En pleno centro de la pequeña ciudad que es ya Nigua encontramos este detalle tan chulo. Se lo pongo aquí enterito, menos el teléfono y la dirección: “Colegio de Educación Especial para estudiantes que no aprenden”. ¡Explíquenmelo!

Se trata –según lo que se lee– de un colegio que está especializado para enseñar a estudiantes que les está vedado aprender. Entonces, ¡madre mía! ¿Qué diablos es lo que les enseñan si no aprenden?

Haciendo yo mis cálculos sociales, circunloquiales y aritméticos me he dejado llevar por vericuetos y laberintos mentales tratando de dar con una explicación lógica. Y he pensado que quizás les enseñan a bailar reguetón, ¡pero si no aprenden! O quizás les enseñan a cocinar…¡pero es que no aprenden! Posiblemente quieran enseñarles a conducir para que sean choferes y choferas… ¡pero tampoco aprenden! Una última posibilidad es que les estén enseñando a aprender. Pero… ¡cómo van a aprender a aprender si no aprenden! (Hasta rara ya me encuentro la palabra “aprender”).

Finalmente, y luego de consultar a varios peritos de la enseñanza, filólogos amigos, sicólogos especializados en el magisterio y licenciados en pedagogía, sin que pudieran ayudarme, se me ocurre que deberían cambiar la frase por la de “… estudiantes con dificultad de aprendizaje”, y de seguro que hasta los que aprenden se inscribirían.

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