CARRETERA X
La carretera, el gran escenario

CARRETERA X<BR><STRONG>La carretera, el gran escenario</STRONG>

Las carreteras de la República Dominicana se transformaron en los grandes escenarios de las manifestaciones políticas cuando los políticos se dieron cuenta de que la cuestión era aparentar respaldo, más que medir respaldo. Es decir, la cosa no es demostrar que se cuenta con gran apoyo popular o respaldo mayoritario, sino simularlo, armar la pantomima, allantar a la gente, apantallar a los comeojos.

Así se idearon las caravanas, las que sustituyeron a las grandes marchas de multitudes, por una razón muy lógica: las multitudes se ausentaron de las marchas. Pero además, las caravanas –dependiendo del número de yipetas que participe– sirven para exhibir poder económico. Pero si además de la exhibición de poder económico van sacando la cabeza por el boquete del techo de sus respectivas yipetas algunos Quirinos o cualquier reparte-cuartos (aunque no se sepa de dónde los saca) entonces la caravana es exitosa.

El asunto de las caravanas por las carreteras y de pueblo en pueblo –y de barrio en barrio, cuando las elecciones sean congresuales como la actual– se va a poner no solamente caro, por lo de las alzas de los combustibles y lo costoso de los repuestos de yipetas, sino principalmente porque la gente le está sacando los pies a eso de caravanear sin provecho inmediato, sin beneficio al instante, sin ganancia contante y sonante. Bueno, de sonante nada, porque ya las monedas, aparte de que no valen un carajo, ya ni siquiera suenan con aquel hermoso tilín-tilín a que nuestros oídos estaban acostumbrados. Ahora suenan «ploc», como meras fichas de parché.

Y puede ponerse peor la participación de la gente en las caravanas, pues según los sondeos hechos por la propia Junta Central Electoral el 50 por ciento de la gente no está en votar, ni por los que están ni por los que quieren estar. El 50 por ciento de los ciudadanos en edad de votar no quiere votar por nadie. Yo no sé cómo es que la gente tardó tanto en llegar a esa decisión, pero de que llegaría era seguro, ya que no es posible pasarse la vida entera no solamente poniendo la otra mejilla, sino poniendo el pecho, la espalda, las nalgas, la barriga; y bofetá y bofetá con la gente sin que alguna vez reaccione. Y a todo eso, los candidatos muertos de risa desde las vallas, los postes, las paredes, los vidrios de los carros y hasta en las mismas casas.

Si no me equivoco –y creo que no me estoy equivocando– la Constitución de la República no dice con qué por ciento de la población dominicana deben ganar los candidatos a lo que sea. De manera que si solamente votan cinco personas el que tenga tres votos gana, aunque los ocho millones restantes no vayan a votar. ¡Tamaña vaina! Y para empeorar las cosas, la misma Constitución de la República dice en su artículo 120 que ésta «no podrá jamás ser suspendida ni anulada por ningún poder ni autoridad ni tampoco por aclamaciones populares». O sea, ¿que aunque el pueblo entero lo quiera no se puede cambiar la Constitución? ¡¡Te quilla!!

¿Y qué había en estos hoyitos?

No, no eran para la práctica de golf callejero; ni para jugar «taquito»; ni para ningún otro juego o deporte que implique meter bolas en agujeros o algo similar. ¡Asómbrense! Eran donde estaban colocadas varias hileras de semiesferas de hierro para obligar a los conductores a disminuir la velocidad al entrar a la ciudad de Barahona.

¿Y qué pasó? Eso quisiera yo saber también, pues si se había destinado una cantidad de dinero para construir esa «disminuidora» de velocidad ¿porqué diablos se eliminó luego?

¿No estudiaron los responsables de la organización del tránsito en Barahona los efectos posteriores? O es que nadie disminuía la velocidad al llegar. No lo creo, porque yo mismo pasé varias veces por el sitio y me obligaban los semiesféricos de marras a aminorar la velocidad.

Entonces qué. ¿Será que los cogieron a crédito y no los pagaron y luego el vendedor fue con un pico y los retiró? Hay que pensar en todo, y más si ese «todo» tiene que ver con dinero, compra, venta, fiados, comisiones, etc. Yo mejor ni pregunté, porque igual te sale un diablo de esos políticos barahoneros a decirte que con los hoyos así funciona mejor el asunto. Y claro que sería una cabronada suya, porque lo que ocurre ahora es que se va destruyendo el asfalto a causa de que los hoyos van deteriorándose y ensanchándose.

En realidad esto no es más que una muestra de la falta de planificación que se da en todos los estamentos de nuestra sociedad política, donde cada proyecto no es más que un plan de alguien para hacerse con unos billetes, y luego viene un segundo a plantear que no, que eso no es lo que conviene, sino lo que él (o ella, no soy machista) propone, y acto seguido se desbarata lo construido, se tira el material (o se le vende a alguien) y venga a la construcción de lo nuevo. Y así vamos tirando.

Una carretera a Bahía de las Aguilas 

Por ahí, por ese farallón que se ve en la foto, bajaría una carretera a Bahía de las Aguilas para que entre el turismo cargado de innumerables beneficios para… TA-TA-TA-TÁAAAAAA… (fanfarria) RA-TA-PLÁN, RA-TA-PLÁN, RA-TA-PLÁN… una sola compañía turística. Lo que podría significar un sólo dueño (o dueña, yo no soy machista), quien además sería el sólo amo (o sóla ama, sigo sin ser machista) de toda la bahía, sabiéndose la maldita manía de los hoteleros de apropiarse de las playas para único y privado provecho de sus clientes, evidente en todo el resto del país turistizado que tenemos.

Si el turismo fuera tan bueno entonces todos deberíamos ser turistas, y así ser todos seríamos buenos. Pero ocurre que no por ser turista se es buena gente. No hay estadísticas de cuántos turistas vienen sacarle a país hasta el último centavo que pagaron por venir. Y si por ese último centavo pueden cargar con un caracol, o un melocactus, o una plántula de Haitiella eckmani, o un pedazo de coral, o un polvito de estreno, o una pieza arqueológica, entonces abur área protegida.

Tampoco hay estadísticas de cuántos turistas vienen al país con el debido respeto a nuestros recursos y sin intención de llevarse nada que no sea una foto.

Por otro lado, razón les sobra a la gente que suspicázmente piensan que el lío por Bahía de las Aguilas es un pleito entre empresarios hoteleros. ¡Claro que también hay de eso! Hay hoteleros instalados en áreas que fueron protegidas, e incluso zonas arqueológicas, y ahora no quieren que otros ocupen también pedazos pro-desprotegidos. Pero esos no son los  sinceros o los que tienen la razón en la defensa de Bahía de las Aguilas.

Lo razonable para Bahía de las Aguilas sería lo siguiente:

Primero, que no haya carretera que llegue hasta su interior, porque o la privatizan para dos o tres dueños del mundo, o entrarían más vehículos que los que puedan caber, y ya sabemos lo que ocurriría en ese pequeño espacio.

Segundo, que todo el que quiera llegar hasta la playa de Bahía de las Aguilas ocupe los servicios de los botes que hay en Las cuevas o en Pedernales, para que le den vida a los pescadores o dueños de botes. Estos deberán estar organizados e institucionalizados tanto para prestar el servicio como para cobrar.

Tercero, que los que no quieran utilizar un bote y prefieran caminar, dejen sus vehículos adecuadamente aparcados bajo el cuidado de gente de Pedernales, quienes así se ganarán sus pesos turísticos. El cuidado de los vehículos puede incluir el lavado para impedir la acción del salitre, o su adecuada cobertura para evitar rayaduras o exceso de exposición al sol. Esos servicios deberán ser pagados también.

Cuarto, para evitar la contaminación con basuras en Bahía (como está ocurriendo ahora) o en cualquier parte del Parque Nacional Jaragua, los visitantes deberán registrar lo que llevan para consumo, pagando una cantidad de dinero por cada libra introducida más un depósito reembolsable al traer de regreso la basura. Esos beneficios serán para los comunitarios previamente organizados y entrenados para ese trabajo.

Quinto…, bueno, hay mil formas de organizar el turismo para Bahía y el Parque con reales beneficios para la gente de Pedernales sin que se dañen los recursos y sin que haya que construir una carretera hasta el interior de la Bahía. Pongámonos a organizar ese turismo y vamos a demostrar que proteger es más beneficioso para la gente de Pedernales que vender barato para beneficio de los bolsillos de diputados y senadores.

El centro de Oviedo

Aunque todavía no está funcionando ya es un hecho la presencia de un sitio en Oviedo donde todo el que llegue o pase por Oviedo podrá enterarse de lo que ofrece el Parque Nacional Jaragua y el Parque Nacional Sierra de Bahoruco, incluyendo el Hoyo de Pelempito.

El Centro, ubicado a pocos metros de la carretera, al llegar a El Cajuil y antes de llegar a Oviedo, cuenta con varias estructuras con objetivos relacionados: una torre de observación de aves y de la Laguna de Oviedo, un área para reuniones y actividades de la comunidad, un espacio para información y educación, baños y servicios, etc.

Fue construido dentro del desarrollo del Proyecto Araucaria, que auspicia la Agencia de Cooperación Española y según lo planteado por el Plan de Manejo del Parque Nacional Jaragua, elaborado desde 1984, pero como siempre los chicos malos han estado pendientes de vender ese y todos los parques nacionales nunca se había construido nada para su manejo y administración.

Algo similar a esto es necesario construir a la entrada de la Bahía de las Aguilas para poder manejar esa parte del parque, cosa que debería asumir el Estado Dominicano y ya dejar de estar jugando a «gobierno de la mañana» y de estar haciéndose los pendejos.

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