CARRETERA X
¡Qué inteligente es Félix Bautista! 

<STRONG>CARRETERA X</STRONG><BR>¡Qué inteligente es Félix Bautista! 

POR DOMINGO ABREU COLLADO
En un artículo de opinión aparecido en un periódico nacional, el ingeniero Félix Bautista compuso una sinfonía operática en US$ mayor donde las papeletas verdes corren por el pentagrama describiendo minuetos en loca algarabía que se entrelazan en repentinos «allegros» y vibrantes «crescendos» que deben haber arrancado frenéticos aplausos a más de una docena de ingenieros de carreteras, de esos muy cercanos a donde se corta el bacalao.

La sinfonía del ingeniero Bautista versa sobre la construcción de una carretera entre San Cristóbal y Baní. Imagino que es el «Opus 2» de la anterior (Santo Domingo – San Cristóbal), conocida como la «Obertura 6 de Noviembre», compuesta hace ya algunos años, y que llevaba un coro «molto lamentosso» que decía «Oh cara mía, oh cara mía», que aludía a lo costosa que había salido. En esa época, había sido la autopista más costosa, kilómetro por kilómetro, de las que se habían construido en la República Dominicana.

La sinfonía compuesta por Félix Bautista se inicia con un «Aria» ejecutada por un barítono en su tono más grave: «Cuando el Estado dominicano realiza inversiones en obras de infraestructura, surgen muchas interrogantes por arte de los usuarios o contribuyentes».

En ese punto, entra una soprano que ejecuta en alegre voz el siguiente «allegro con moto»: «A menudo se cuestiona la calidad de los diseños, la forma de asignación de las obras, la factibilidad económica, el nivel de prioridad con relación a otras necesidades, la efectividad de la supervisión…» (y sigue la soprano como dando brinquitos en «alta capella») «… y fiscalización durante la ejecución, el costo real de los proyectos, cómo se beneficia la población de manera directa, y sobre todo, cómo y en qué tiempo el Estado recupera la inversión».

Sin que recupere el aliento la soprano, entra de nuevo el barítono: «Para el diseño de la autopista, se ha tomado en consideración lo establecido por la Asociación Americana de Oficiales de Carreteras Estatales y Transportación –A ASHTOOOOOOOOOOO»… (ejecutando un sostenido en gravísimo Do menor).

En ese punto entra un tenor y la sinfonía sigue con un despliegue a tres voces de miles de vehículos corriendo, millones de ejes circulando, miles de libras pesando, hasta que la soprano vuelve a quedar sola en un apologético verso sobre los beneficios de la autopista con el siguiente «allegro vivace»: «el consumo de combustible, aceite, neumáticos, piezas de mantenimiento, lubricación, depreciación, costo del dinero, seguros, operadores y jornada de mantenimiento de los vehículos».

Y así, de números en kilómetros, de millones de dólares en ahorro de tiempo, de porcientos en beneficios, se llega al final de la sinfonía operática con el siguiente cierre a tres voces: «Si se toma en consideración que el costo de la obra es de US$145 millones, las cifras que arroja el análisis de factibilidad del proyecto, son muy favorables. La tasa interna de retorno señala que la inversión producirá dividendos económicos anuales de 29.8%, lo que significa que el Estado dominicano recuperará la inversión en 3.3 años. Y las cifras indicadas muestran que ejecutar la obra representa una ganancia de US$211.2 millones, con una tasa de descuento del 12% similar al costo de oportunidad del dinero».

Y el teatro vibra por los aplausos de las compañías constructoras de los ingenieros aquellos, esos que están cerquita de donde se corta el bacalao. 

Cuando las prostitutas usaban tarjeta de salud 

Aparte de que no podían «ejercer» fuera de determinadas zonas –lo que significa que no podían encontrárseles ni por casualidad tendiendo sus «redes de amor» en las carreteras–, las prostitutas en Santo Domingo… bueno, en Ciudad Trujillo, debían portar consigo una tarjeta de control de enfermedades que les extendía la Secretaría de Estado de Salud y Previsión Social, previo examen general, que permitía establecer si las ahora conocidas como trabajadoras sexuales estaban en condiciones de salud para el ejercicio de su «profesión».

Dicha tarjeta –especie de cartilla de control – les era expedida en el dispensario que se encuentra todavía… (creo que todavía está ahí), en la calle Galván, paralela a la calle Dr. Delgado. Con esa tarjeta, las prostitutas debían someterse a un examen periódico, creo que mensual, para monitorear la posible aparición de alguna enfermedad venérea o de transmisión sexual.

Si aparecía alguna enfermedad de ese tipo en alguna de las mujeres «de vida alegre» –otro mote con que era conocida la prostitución-, ésta debía abstenerse de ejercer hasta tanto se curara, para lo que era sometida a un tratamiento también monitoreado por la dependencia de salud que funcionaba en la Galván. Ésta, que parecería una medida en un país de los más avanzados de Europa, era una de las regulatorias en materia de salud que funcionaron hasta 1962 ó 63. Porque recuerdo que cuando iba yo a entrar a la intermedia, en la Normal de Varones, en el período lectivo 61-62, todavía se encontraba uno con grupos de «mujeres libres» esperando turnos en la Galván, donde teníamos que ir también los estudiantes de intermedia hasta el bachillerato a «ponernos los rayos», como se le llamaba al examen de radioscopia X, obligatorio cada año para todo el estudiantado intermedio y secundario, previendo la presencia de tuberculosis, aunque uno hubiera estado vacunado contra la enfermedad.

Nada, cosas del pasado, cuando éramos un país que, en vías de desarrollo, íbamos por una carretera, no por un camino carretero. 

Carretera X en TV 

¿Qué les parece a ustedes? ¿Qué tal si llevamos la «Carretera X» a la televisión? Tengo una propuesta sumamente interesante para llevar esta sección a la televisión, bajo una producción muy profesional que incluiría algunos aspectos de lo que ocurre en las calles, no solamente en las carreteras.

En realidad se trata de un desafío de lo más interesante, pues una cosa es hacer fotos y textos de lo que acontece y encontramos en nuestras carreteras, y otra cosa es realizar filmaciones. Pero es posible que una realización en vivo de esos casos tan particulares de nuestras carreteras, en el momento que ocurren, pudieran darle un giro bien emocionante a este asunto de andar fijándose en todo cuando estamos por ahí, dándole la vuelta al mundo sin salir del país.

Y hasta es posible que la cuestión en vivo de lo que aparece en «Carretera X» cobre mayor dimensión con la participación de la gente que muchas veces es protagonista, sin saberlo, de esta sección. Es decir, habría oportunidad de que la gente misma de la carretera hable sobre la carretera, lo que significa, cómo ha cambiado su vida la presencia de una carretera que llega y de repente el mundo es otro. Como ha ocurrido en zonas donde no había carretera, y al llegar ésta cambia desde el aspecto físico de las casas hasta las actitudes de la gente. Y los perros, que de pasarse una vida tumbados a la sombra de un jigüero, pasan entonces a corretear carros tratando de hacer saltar el gato que llevan dentro.

De todas maneras, a mí me gustaría saber sus opiniones al respecto. Así que pueden dármelas si escriben a mi correo electrónico (que siempre olvido colocarlo) abreudomingo@gmail.com y eso, decirme qué creen de la idea.

Claro, esto no significa que «Carretera X» se muda a la televisión. Seguirá saliendo todos los domingos. Porque una cosa es expresarse por el medio escrito y otra cosa es hacerlo por la tele. El medio escrito evita el riesgo de uno hacer el ridículo frente a una cámara… bueno, pero para eso está la edición. Así es que dénme sus opiniones. No hay ningún premio para los que escriban: ni funditas, ni espaguetis, ni botellitas de aceite, ni jabones, ni tenis «paseito» ni nada de eso. Es solamente saber de sus opiniones. 

¿Ya se relajó el patrullaje? 

Ya están matando gente de nuevo, ya hay atracos otra vez, vuelven las exhibiciones de armas, los crímenes por paqueticos… o sea, que se relajó el patrullaje, sacaron los guardias de las calles, dejaron la chambita nocturna a la policía, ya no hay registros en las carreteras y volvemos a la película de terror que estábamos viendo: «Dame tu celular y tu cartera, ¡bang!».

(Yo nunca sabré porqué los tiros en inglés suenan «bang» y en dominicano suenan «tuá»; porque tampoco es que suenan «pó». Pero de sonar «pó» a sonar «bang», como que hay una gran diferencia. Se acerca más a dicho ruido el «tuá» que el «po» y el «bang». Pero nada, cosas de la onomatopeya).

Pues si. El asunto es que sin los guardias en las calles vuelve la película mencionada. Y a esto habría que añadir algunas preguntas: ¿Cuántas armas se recuperaron durante los operativos? ¿Cuántas se devolvieron? ¿Cuántas fueron destruidas? Porque señores, el mayor problema es el reguero de armas de fuego que hay en manos de tanta gente ostentosa, comparona y cobarde. Porque esa es otra cosa, que aparte de ser ostentosa es cobarde, porque mucha de esa gente fue muerta para quitarles armas que no tuvieron el valor de utilizar en su momento. Y cuando las utilizaban era para celebrar tirando tiros sin ton ni son que iban a matar niños y bebés en sus cunas.

Entonces, son armas que van a parar a manos de los delincuentes, quienes – bajo los efectos de alucinógenos- no tienen el menor miramiento en darle un tiro a cualquiera en busca de «sus cuartos».

Si desarmamos totalmente a la población se consigue: primero, desmotivar el tráfico ilícito de armas, pues nadie las va a comprar so riesgo de perderlas. Segundo, se limita el trasiego de armas hacia la delincuencia. Tercero, se evitarán más muertes por intercambio de disparos, por motivos pasionales, por balas perdidas y otras similares. Cuarto, el que ande armado sabe que tendrá que jugársela caro si la prohibición va en serio. Y quinto, hay que destruir todas las armas requisadas, porque la policía siempre va a ser corrupta y las van a vender de nuevo a los delincuentes.

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