Carreteras turísticas

Carreteras turísticas

PEDRO GIL ITURBIDES
¿Se inició o no ha comenzado la construcción de la carretera hacia Punta Cana, a la que ya bautizaron como «autopista del Coral»? Si el Gobierno Dominicano se encuentra definitivamente inclinado a la ratificación del tratado de libre comercio, conviene que se construya esta vía. Y que muchas otras vías en áreas turísticas o con este potencial sean abiertas para que contribuyan al ingreso de monedas fuertes que perderemos por la exportación de bienes.

Pese a todos los augurios de sus panegiristas, no hallaremos en el tratado un camino hacia el edén. Para comenzar, el administrador fiscal desea recuperar por vía de impuestos alternativos lo que dejará de percibir del arancel.

Y ello impedirá que las bonanzas que se anuncian para el consumidor, lleguen para satisfacción de éste. Y en cuanto a los exportadores, la verdad sea reiterada, tendrán que sujetarse a cambios de procedimientos productivos a los que tendremos que ir adaptándonos poco a poco. Para muestra basta la experiencia de los mexicanos.

¿Cuál es la alternativa real? El turismo en nuestro territorio. Y la colocación de mano de obra dominicana fuera de la República. Estas son las dos salidas que se abren a la vista, en lo inmediato. A largo plazo, por supuesto, un inaplazable reto que se ha colocado ante el país, sin que lo advirtamos, desde los días de la colonia, es el reordenamiento de la mentalidad «productiva». Por eso las reiterativas frustraciones y las constantes desilusiones afrontadas.

Por su parte, el turismo no llega sin que lo propiciemos. No viene por nuestra cara bonita, aunque, preciso es decirlo, un sector de maníacos y pederastas vende subrepticiamente este otro turismo. Pero el grueso de los visitantes extranjeros llega en busca de las causas de una fama que nos dieron otros viajeros, y porque somos un punto en el trópico antillano.

Dentro de ese núcleo, un porcentaje menor viene porque desea visitar monumentos antiguos. Y para todos hemos de disponer vías de comunicación que hagan sus traslados expeditos y sin obstáculos.

La actual carretera hacia Punta Cana, reconstruida o bacheada a lo largo de años, es la misma que abriera Rafael L. Trujillo cuando se fomentaban fincas en el este del país. De un ancho inverosímil para los vehículos de estos tiempos, está llena de curvas que invitan a cruentos accidentes. De hecho, han tenido lugar en años recientes. Aunque justo es consignarlo, aminoraron desde el último y más fatal de los mismos, entre una guagua con empleados hoteleros y un camión. Por ello la necesidad de una autopista moderna, que elimine las curvas que fueron necesarias en días en que ellas eran recurso ineludible.

Pero también se impone que cuidemos las que existen. Resulta inexplicable que una autopista de la que ha vivido el país desde hace años, la del norte atlántico, esté casi abandonada. Se puede viajar por ella sin mayores tropiezos, pero apena la desidia con que se la contempla. En kilómetros y kilómetros de ella, la vegetación penetró los paseos laterales y los ha inutilizado, estrechándola con peligro para todos. En Cabarete las construcciones irregulares arroparon estos paseos, en grave atentado contra la seguridad vial.

En las cercanías de Río San Juan, las lluvias constantes han minado la firmeza de la sub-base, dando lugar al rompimiento del asfalto. Se trabaja en ella, por supuesto. Pero con una parsimonia y una dejadez que no se compadece con el papel de esa carretera en la circulación de visitantes extranjeros. Cuando se avance con la autopista del Coral, estas dilaciones deben quedar a un lado. Y recordar, cuando se tramiten las solicitudes de asignación de fondos, que nos adentramos en los caminos de una economía de servicios Y somos o no somos. Si definitivamente nos dispusimos a dar la patada a amplios sectores de la producción de bienes, ¡respaldemos sin titubeos al turismo!

Y para ello hemos de abrir y mantener en las mejores condiciones las vías de comunicación de las zonas turísticas. Y mantener a toda costa la hotelería pública, sin que se contemplen espectáculos de abandono como el del hotel Montaña o las viviendas del proyecto vacacional de Jarabacoa.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas