Carta a Hormigo López

Carta a Hormigo López

Señor Hormigo López, Los Mameyes, Santo Domingo. Apreciado amigo: Vivimos hoy separados por el río Ozama, un camino de aguas contaminadas que desemboca en el Mar Caribe. Lo mismo que al comienzo de la colonización española este río dividió la fundación de Santo Domingo en dos etapas, en nuestros tiempos partió la ciudad en dos municipios diferentes, en dos estilos de vida radicalmente opuestos.
¿Recuerdas cuando cruzábamos el puente Ulises Heureaux para ir a Pajarito a comprar los trompos de madera? Villa Duarte era entonces un lugar lejano al que podíamos llegar abordando una “yola de alquiler”. El servicio por cruzar el río costaba diez centavos de dólar.
A veces el puente sobre el Ozama estaba levantado para que los barcos pudieran pasar por debajo. Los operadores del puente levadizo habían establecido un horario para estas maniobras de navegación fluvial. Nosotros no teníamos nada que ver con esas previsiones. Si no estaba levantado, cruzábamos a pie; en caso contrario, tomábamos una yola azul llamada “El camarón”. Lo esencial era llegar al taller “La caobera”, donde se torneaban los barrotes de las camas coloniales que se usaban en aquella época feliz de nuestra infancia. Con los barrotes imperfectos, o con exceso de nudos, se fabricaban trompos para cientos de niños; juguetes baratos que se lanzaban al piso mediante una cuerda que los hacía girar. Tú eras experto en la preparación de trompos y en el uso de ellos. El trompo salía de La caobera “en bruto”; requería ser “sellado” por los bordes con tachuelas de zapatero; y esas puntillas debían colocarse en círculos concéntricos, en perfecto orden.
Del bien repartido peso de esas tachuelas dependería la estabilidad y el equilibrio del trompo sin punta que nos entregaba el tornero. Ese trompo de caoba pulimentada costaba el doble de un pasaje en yola.
Durante el fin de semana estuve en la Ciudad Colonial. Me detuve junto al reloj de Sol –el cuadrante solar del gobernador Rubio y Peñaranda-, y desde allí miré la Capilla del Rosario, en “la margen occidental” del río Ozama. Se agolparon en mi memoria los recuerdos de yolas, trompos, compañeros de la escuela primaria, todo en un revoltijo sentimental. ¿Dónde estará Hormigo López?

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