Rosaura a sus 7 años ya se siente grande. Como todos los niños y niñas del país se encuentra ilusionada con la idea de los tres reyes magos llegando a su casa y dejándole de regalo lo que ella ha pedido: la caja de herramientas con la que construirá una casa para sus peluches y muñecas.
Esta ilusión sin dudas la podría llevar a ser ingeniera y una de las mejores del país, pero lo que Rosaura aún no sabe es que sus sueños descansan en un sistema social y educativo que no está en manos de Melchor, Gaspar y Baltazar, sino la de nuestros gobernantes y de muchos tomadores de decisiones que no siempre logran ponerse de acuerdo en que es lo mejor para ellas.
Por suerte para Rosaura, al igual que miles de niñas y adolescentes en el país, cuenta con diversos movimientos y organizaciones de mujeres que arduamente trabajan día a día para lograr las reivindicaciones sociales y políticas que por generaciones nos han negado y muchas de estas heroínas cotidianas, ahora están en espacios claves para impulsar cambios transcendentales en beneficio de vida de nuestras niñas y las adolescentes.
Ya hemos ganado una dura batalla. Legalmente hemos logrado que el bochornoso acto de forzar a una niña a contraer matrimonio sea ilegal. Crimen que bajo amparo de la ley estuvo por décadas lastimando a tantas familias y que hoy se erige como un hito inconmensurable para el sistema de protección de la niñez.
La lucha continua. Nos falta generar iguales condiciones, para que al interior del sistema educativo contemos con una educación de calidad para una formación en valores, que fomente el respecto al medio ambiente y la preservación de los recursos naturales, que sea integral y que, por tanto contemple una educación sexual basada en ciencia; capaz de generar habilidades emocionales y sociales que le permita a Rosaura – y a tantas niñas más- a autogestionar sus sentimientos, les brinde la capacidad para tomar decisiones asertivas, informadas y que pueda comprender su cuerpo para cuidarse y disfrutar de su sexualidad en forma responsable y sana