Carta a Magdalena. De vuelta a la escritura del alma

Carta a Magdalena. De vuelta a la escritura del alma

Alma mía… cómo pesan en tus alas las ausencias,
cada día van sumando soledades indefensas;
lejanías, avaricias, ansiedades y desvelos
y una umbría sensación de irrealidad y desconsuelo.
Alma mía… siempre en guardia vigilando mis entornos,
día a día, mitigando los abusos y sobornos.
Candilejas que me acosan sin clemencia con su brillo
y que dejan una extraña sensación en mis sentidos.

Alma mía… qué daría por volver a verte libre…
sin estrías, dolorosas de misiones imposibles.
Como antes… por delante de mis sueños y quimeras…
Anhelante… de entregarte como fuera y donde fuera.

Alma mía… cualquier día te irás yendo despacito;
ya no mía… tu energía liberada al infinito….
con tus velas… portadoras de la luz a todas horas…
sin estelas… que te duelan, como duelen las de ahora.

Alma mía… son tan frías las urgencias cotidianas…
¡qué manía… de invertir cada presente en el mañana…!
¡qué locura…la premura de vivir en cautiverio…!
ataduras…por pavura irracional a los misterios.

Alma mía… cuántas veces te he dejado abandonada
en la vía de los trenes que van sólo de pasada.
Cicatrices… sacudidas que la vida me ha causado,
infelices… horas grises que los años no han borrado.

Alma mía… menos mal que no te entregas derrotada;
yo diría… que es a causa de seguir enamorada.
¡Sensiblera… soñadora… perdedora o tempestiva…!
¡Compañera… a pesar de los pesares, sigues viva! Alberto Cortés.
Querida Magdalena:
Después de un largo e interesante periplo de varias semanas por el pensamiento de Daniel Boorstin; he decidido hacer una pausa para escribir sobre mi alma. Confieso, confieso, confieso sin temor que releer a este hombre fue fascinante, pues aprendí mucho y envidié su cultura y la profundidad de su cultura.
Te escribo Magdalena, y en ti, a todos los lectores que prefieren esa escritura nacida cuando mi alma guía mis dedos y comienzan a escribir, sin tener que mediar con los libros, ni la lógica expositiva. Escribir al ritmo de mis sentimientos, es, sin lugar a dudas, una hermosa forma de vivir. Porque, ya lo he dicho, la vida es algo más que razones y racionalidades.
Te cuento que tengo amigos que aborrecen esa escritura, como si lo más importante fuera la supuesta objetividad, como si ella existiera, como si en ese supuesto objetivo no mediara el ser y la visión particular de cada individuo, como si la vida solo fuera lógica y documentos. Yo soy feliz cuando puedo quitarme la envoltura de la intelectualidad y expresarme sencillamente como mujer. Expresar sin temor a equivocarme de una fecha, o de un juicio; ser yo y nada más.
He sentido necesidad en estos cálidos días, de hablar, de escribir lo que siento. He reaprendido, a fuerzas de aventura y lágrimas, que la vida es una vorágine interminable de pequeñas alegrías, de algunas satisfacciones y mucha, mucha tristeza, profunda tristeza. Que no hay perfección alguna, y que un día cualquiera te arropa y envuelve un evento triste, que sacude tu existencia. Lo peor es que hay que secar las lágrimas y seguir.
Las contradicciones existenciales son consustanciales a la gran tarea de vivir. No hay risas sin lágrimas; no hay vida sin muerte; no hay salud sin enfermedad; no hay día sin la noche; no hay sol sin luna ni estrellas. Porque el ying y el yang están siempre presentes, recordándonos la dualidad de la existencia. Como ocurre un día cualquiera en el eterno verano tropical. En la mañana más clara y soleada puede aparecer una inesperada tormenta, para luego volver a contemplar el brillante sol que nos agobia con sus rayos y nos hace sudar sin piedad.
Así entendí, comprendí y asumí que tengo derecho a la tristeza. Que soy un ser humano que vive y padece con sus angustias y ansiedades. Reivindico el derecho al desconsuelo y la tristeza. Reivindico el derecho de expresarlo. Reivindico el derecho de SER, sencillamente SER, sin poses ni caretas.
La muerte es la única certeza de la vida. Pero que muy pocos lo aceptan, lo aceptamos. En momentos de tranquilidad nos acercamos a ella, pero cuando nos visita, le tememos y nos asustamos. Vivir es una decisión. Aceptar la inevitabilidad de que morir forma parte de la vida, es una tarea.
Vida y muerte; muerte y vida constituyen la dualidad existencial, la inevitabilidad del ying y el yang.
A veces pienso que el llanto libera, que llorar en silencio y sin testigo, constituye una necesidad.
Llorar porque un amigo querido traiciona.
Llorar cuando un ser amado enferma y sientes la impotencia de no poder hacer nada.
Llorar cuando no puedes más con el fardo que te ha tocado llevar.
Llorar cuando te hieren y no quieres herir.
Llorar cuando una novela hermosamente escrita toca las fibras de tu ser.
Llorar cuando una canción te hace rememorar tiempos pasados.
Llorar cuando encuentras el poema perdido.
Reír cuando recibes el abrazo sincero de tus nietos.
Reír cuando ellos te besan con sus labios llenos de dulces.
Reír cuando te encuentras con las amigas de siempre para disfrutar la simpleza de la compañía.
Reír cuando te abraza el amado, cuando estás a su lado disfrutando el simple silencio.
Reír cuando escuchas una canción en la voz de tu cantante favorito.
Sencillamente vivir la vida con sus dolores, amores, esperanzas, tristezas y alegrías.
Gracias Magdalena porque sé que vas a leer este Encuentro.
Nos encontraremos en el próximo

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