Carta a mi hijo Omar

Carta a mi hijo Omar

Al verte tan radiante en el día de tu boda cuando bajabas con gran alegría del altar con tu ya esposa Sabrina, medité sobre algunos aspectos que deseo “conversar” contigo y con mis amables lectores. Sed feliz, porque estés convencido de que este debe ser un propósito constante de sentir los espacios de tu inteligente cerebro siempre abiertos, de experimentar una sensación de haber hallado tu propia identidad. Trata de enriquecer tu espíritu con nuevas y constantes cargas de buenos valores. Procura un encuentro contigo mismo, pues esto es generador de bienestar. La felicidad radica en el yo íntimo, en una visión de equilibrio, creador de la serena paz interior como una ofrenda voluntaria hacia ti mismo.
Si orientas tu pensamiento a las acciones que fortalezcan el espíritu, el resultado sería eficaz y junto con ello estarías forjando ese estado que te hace sentir bien. El bienestar, es esa propensión sicológica de satisfacción hacia aquello que enriquecerá tu vida. Es liberación y dicha. Es el cauce del amor y la belleza interior creadores de momentos de quietud. Solo en las almas limpias del corrosivo de la maldad, mecidas por la armonía de la paz y el sosiego, aflora la hermosura de la felicidad. Sueña, piensa hacia el futuro sin ignorar el pasado: forja ideales y cristalízalos. Cada conocimiento adquirido proporciona nueva ilusión, por eso, estudia, investiga, descubre, siempre ve en busca de la verdad para comprender mejor la razón de la vida y de las cosas.
Sed fuerte mentalmente, para que logres una buena formación interior, hasta estar seguro de que has edificado en tu alma, la inmensidad de un castillo inexpugnable, donde no lleguen el vicio, las bajas pasiones, ni la maldad. Sed fuerte, para saber en la forma en que operan tus emociones y tener la sangre fría y el dominio personal para controlarlas aun en medio de las circunstancias más adversas. Si emocionalmente diriges tus fuerzas hacia el bien, el futuro te reserva: bienestar, éxito, gloria.
Hay muchas fuentes para hallar la felicidad. Una de ellas es, la del amor. Amar con todas las fuerzas del ser, con todo lo bueno que llevas dentro. El amor enternece, sublimiza, agiganta, sacrifica, dulcifica: es energía impulsora de esas fuerzas interiores que condicionan la mente a un florecimiento constante de ideas renovadoras en el deleite y la bondad. Recuerda siempre que esa llamada felicidad tiene 5 “ies” fundaméntales: es íntima, intransferible, inexplicable, inmediata y por encima de todo innegociable.
Nunca veas el trabajo en la sola perspectiva de lucro y medio retributivo de la jornada agotadora; debes verlo como la oportunidad de cumplir un deber enaltecedor de calidad humana. Sed bondadoso, porque es como transformar lo obtuso que uno pueda llevar dentro, en una dulce fruición espiritual conducente a enaltecer tu vida con noble manera de ser. Encierra la multiplicación de actuaciones buenas, para hacerte aceptable por los demás. Como es de suponer, la bondad no significa renunciar a la firmeza de carácter ni al despojo de la dignidad. Sed bondadoso y a la vez firme en tus convicciones, pero siempre mantén tu proverbial trato amable.
En esta nueva etapa de tu vida, de matrimonio, el secreto principal es la “paciencia”. La paciencia, no es similar a la resignación. Esta última es una entrega sin esperanzas, el acto del vencido; mientras que la paciencia es un rasgo de inteligencia humana, aspecto emocional que te permite actuar sin agitación, con pausa, gobernando prudentemente tus actos y tus respuestas. La paciencia te enseña a esperar; a ser oportuno para la acción; a conocer el rumbo por donde han de surcar las ideas conducentes a la materialización de tus propósitos. Hijo mío, estos juicios tan sabios son todos de tu abuelo, sabemos que él está muy feliz en su inmensa morada cósmica, porque se matrimonió “el hombre Omar”, como cariñosamente te llamaba. Deseo que ustedes dos, como pareja tengan el goce de una vida feliz, y que ambos se eternicen en una larga progenie. Sé que con sus herederos tendrán ambos la misma gran dicha que hemos tenido muy honrosamente tu madre y yo con ustedes tres: hijos de acrisoladas conductas, delanteros en todo, avanzados siempre en sus campos profesionales. ¡Felicidades!

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