Hoy, es un día especial, es Día de los Padres ocasión propicia para conversar con ustedes. No les puedo negar que con el paso de los años me he puesto más reflexivo. Antes me entusiasmaba la idea de reformar al prójimo. Ahora pongo mi principal empeño en comprenderlo. La madurez intelectual se alcanza normalmente después de los 50 años. Una cosa no les puedo negar, ha cambiado mi pensar, estoy menos dispuesto a rendir culto a los ídolos modernos, estoy más inclinado a la serenidad. Pero hoy, deseo expresarles lo orgulloso que me siento de ustedes.
Siempre quise ser hilo conductor, siempre traté de estar presente en sus actividades prioritarias, en el almuerzo, las reuniones de padres, con sus notas, las actividades del colegio y la universidad, en fin, en todo lo que la presencia de su padre era requerida. Recuerdo que ustedes niños, las veces que había que ir a buscarlos, lo que antagonizaba muchas veces con las obligaciones profesionales, mis tertulias y conferencias, lo hacía con cierta reticencia, pero les confieso que hoy quisiera volver a vivirlos diariamente, era el mejor tiempo para conversar con ustedes, hoy con sus obligaciones ese tiempo de encuentros es cada vez más escaso. Será esa la razón de que hoy, lo hago con la nieta con tanta disposición que me espanto, es quizás para reeditar esos gratísimos instantes con ustedes, que pasaron de un tirón.
Hijos míos, traten de ser siempre personajes de vergüenza, manténganse siempre junto a los ideales de fraternidad, que los linderos de lo moral, la decencia, y lo ético, sean siempre su norte. El mundo de hoy es muy amplio, de hecho es universal, es en verdad un mundo abierto, pero no se deben hacer todas las cosas, mucho menos las deshonestas. La modernidad, nos hace enfrentar problemas derivados de las consecuencias funestas de la moral indiferente y de las enormes secuelas del deterioro social. Enfrentan ustedes un mundo donde penosamente lo práctico y permisivo es característico.
Militen el libre albedrío, dense siempre oportunidad de elegir, pero no olviden nunca que cuando un hombre opta por solo aprender algo de su propio campo, de un modo íntimo, de seguro llegará a saber todo lo que pueda saberse de él. Pero en el triste caso, su mentalidad no será amplia, será sumamente parcial, y sin ser superficiales, amplíen sus horizontes siempre, pero con la profundidad que dan el trabajo tesonero, la reflexión y el deseo de superación. Estamos ante el hecho decisivo de que ustedes adultos ya, se enfrentan a la vida. La tarea histórica del hombre en el mundo se caracteriza, en gran medida, por la persecución de utopías, ya se sitúen en el espacio como ocurría entre los antiguos, ya en el tiempo como ocurre entre los modernos. Es la utopía en ese sentido, motor de la dinámica histórica, que nos incita hacia el futuro, y proyecta al hombre en un momento trascendente: la realización del objetivo utópico.
A mis años, he aprendido a dejar madurar las cosas, sin restarles a ustedes alas para el vuelo. En ocasiones es obligatorio en vez de resolverlas con ímpetu juvenil, es necesario muchas veces el dejar madurar cualquier decisión. No olviden que, el hombre es espíritu y materia, espero que nunca en procura de lo tangible y de la opulencia, ustedes transgredan normas, valores y principios perdurables, de esos que toda su progenie ha predicado, y les hemos enseñado con el ejemplo.
En acariciar elevados ideales y sublimes ambiciones está cifrada la gloria del hombre, sobre todo, en el desenvolvimiento de su propia conciencia. Lo primero, aceptarse uno mismo, pero que su propia individualidad no los derrote. Lo necesario para el éxito son: disposición al esfuerzo, trabajo en equipo, inteligencia social, elevación de miras y la decisión de luchar por metas definidas dentro de la moral, respeten siempre su estirpe familiar. Los adora, su padre.