Carta abierta y amistosa a don Celso Marranzini

Carta abierta y amistosa a don Celso Marranzini

Lo primero debe ser una justificación: nuestro sistema de Correos no es confiable hasta el punto de que pueda uno tener la certeza de que una carta, debidamente sellada y depositada en la oficina central de esa oficina estatal tenga posibilidad de llegar a su destino (o sea devuelta al remitente si existe algún error en la dirección).  Luego están los mal pagados empleados que, si la carta llega a su destino por otra vía, la enredan con sus carencias, descontentos y apatías y la extravían, no por maldad sino por… ¡qué sé yo!

   El caso es que el arribo feliz de la correspondencia directa no es confiable.

      Por eso opto por lo que funciona: la prensa.

   No deja de dolerme que para que tapen un agujero en una calle o avenida de mucho tránsito, sea necesario que la Prensa intervenga con fotos grandes, a todo color, en páginas importantes. Aún más contristante, que “arreglen” el  publicitado cráter tan superficialmente que a la semana o al mes se haya tragado el “arreglo” maquillador, y repongan una tapa de hidrante (por poco tiempo) si el hijo, hembra o varón, de un potentado ha caído en él, fracturándose una pierna, o más.

   Por todo eso, me salgo de mis temas usuales.

   Aspiro a que el Sr. Marranzini lea estas líneas y que surja algo positivo de su muy reconocida hombría de bien.

   Todos los ciudadanos conscientes de sus deberes sabemos que hay que pagar la electricidad. Usualmente consideramos que se nos cobra más de lo que consumimos y yo se lo he manifestado repetidas veces a inocentes empleados de la antigua CDE, encargados de escuchar quejas y “procesarlas” para que “Protección al Consumidor” determine, meses después, que “todo está bien. Ese fue el consumo”.

   De  nada me ha valido exponer que no he instalado una fábrica de helados, ni una nevera para la venta de cerveza fría “con velo de novia”; que en casa somos dos personas que, como utilizamos un aire acondicionado “Split Carrier” en las noches y ocasionalmente en mi biblioteca y mesa de trabajo durante horas del día, aceptamos pagar cinco mil pesos mensuales, aún sabiendo que estamos subsidiando a quienes no pagan. Pero resulta que parece existir un castigo para quienes tratan de mantenerse dentro del barroco marco de la Ley, que, por demás, no existe sino para esos compulsivos de la legitimidad que el brillante venezolano Arturo Uslar Pietri calificó de “los pendejos”.

   No me pesa ser uno de ellos aunque, naturalmente, me duele que me engañen tanto. “Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado”.

   Poco a poco van subiendo el monto de las facturas. Ya había pasado antes. Ahora, de repente, es terrible: la factura de Edesur que debía pagarse antes del 2 de septiembre 2011, y se pagó, establecía un monto de 5,726.04. Sin haber realizado ningún cambio en nuestro uso eléctrico, la próxima factura de Edesur correspondiente a octubre nos ha llegado por 9,202.18.

   Casi el doble, sin haber consumido más. La última referencia de pago, realizada en las oficinas de Naco el 15 agosto 2011, corresponde  al  Contrato No. 557-5696, a nombre de mi hija Raquel.

Publicaciones Relacionadas