Carta al Dr. José Joaquín Puello

Carta al Dr. José Joaquín Puello

Muy querido profesor: Escribo estas líneas en razón del merecido homenaje del que fuera objeto la pasada semana por la Cámara de Diputados en el salón de la Asamblea Nacional del Congreso, reconociéndolo como un indiscutible ciudadano ejemplar, que ha ayudado a la sociedad. Al oír su discurso de gracias, enfatizó lo agradecido que estaba en la vida, mencionando a algunos de los que le han dado apoyo y afectos que le han permitido llegar a la cúspide en nuestro conglomerado, que se expresó ese día en reconocimientos y en que se le ratificó como un neurocirujano que engrandece la medicina dominicana.

Cerré los ojos y me pregunté, ¿porqué estaba yo ahí presente? y es lo que hoy públicamente deseo expresarle en esta misiva. Fui su alumno de neuroanatomía, desde entonces empecé a recibir un trato deferente, tal vez por afectos heredados de nuestros padres que fueron amigos. Mi padre al referirse a sus progenitores hablaba de una gran dignidad familiar. Cuando se me ocurre como monitor de neuroanatomía hacer mi primer libro, la “Guía de Neuroanatomía”, recibí de dos personas todo el apoyo, del Dr. Osvaldo Marté Durán y de usted. Recuerdo las correcciones y consejos para ese nobel estudiante de medicina que se atrevía a escribir de un tema complejo como lo es la anatomía del sistema nervioso. Por la necesidad bibliográfica que había en esos tiempos, la obra fue un verdadero “éxito” y además contó con la portada del talentoso Asdrúbal Domínguez.

Por ser usted uno de los fundadores de INTEC y siendo su profesor de neuroanatomía en la universidad que empezaba, me recomendó como monitor de esa materia, siendo el primero de la hoy pujante universidad de Los Próceres. Evoco con nostalgia un pequeño cuarto donde teníamos un solo cadáver y dos cerebros para la docencia. Recuerdo por igual que a la sazón empezaba sus actividades en el Comité Olímpico Dominicano, labor fructífera que ha sido de grandes beneficios para el país y el deporte nacional. Por sus obligaciones usted viajaba con frecuencia, y en vista de ello, muy gentilmente me hizo heredero de su cátedra de neuroanatomía. Hablando de fundar, el gran Martí de Cuba señaló muy atinadamente que: “los hombres van en dos bandos, los que aman y fundan, los que odian y deshacen”.

Por igual, ahí está su brillante hoja de servicios médicos en CECANOT y el lograr hacer realidad la ciudad hospitalaria en el Aybar de la que ha sido un motivador, no sin razón se definió como un “hombre de hospital”.

Al mencionar el hospital Luis Eduardo Aybar, debo seguir agradeciéndole, pues me permitió hacer la pasantía médica en su servicio de neurocirugía. Recuerdo que llegó en ese entonces al país el Dr. José Peguero Calzada (Piki) donde fui testigo participante de una labor más que titánica y una laboriosidad sin límites, se forjó a la sazón lo que fue un eficiente núcleo medular, lo antecesor de lo que es hoy el más moderno servicio de neurocirugía del país. Al ir a especializarme a Londres por igual fue mi cómplice, permitiéndome el destino pertenecer como usted a una “élite” del relieve de Ney Arias, Juan Santoni, Sonia Fermín, Picky, Rafael Dayeh, Leandro Lozada, etc., parte de los neurocientistas dominicanos de la prestigiosa escuela neurológica de Inglaterra. Debo agradecerle de manera muy especial, el que tan honrosamente para mí, en su discurso de gracias al ser reconocido en el Congreso, usted me consideró como un “hombre de ciencia completo”.

Lamentablemente, no puedo dejar pasar la ocasión que acepto con pesar que la actual esencia de la medicina “moderna” se ha materializado, pero mientras existan verdaderos “maestros” esos que son inspiradores, a quienes uno quiere emular porque han tenido una trayectoria ejemplar en esta profesión de Hipócrates, con desinterés, amor y dedicación a la ciencia, no hay qué lamentar porque de esta carrera humanista, esos tres elementos serán completamente inseparables de ella, y constituyen parte de su alma y su espíritu imperecederos. Sostengo, que el agradecimiento es la memoria del corazón y que el ser humano agradecido disfruta dos veces, al recibir el favor inicial y luego al poder agradecerlo de corazón. Con sentimientos de la más alta estima, su siempre alumno. ¡Mil gracias!

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