Carta al Dr. Juan Santoni Mendoza (EPD)

Carta al Dr. Juan Santoni Mendoza (EPD)

Sabíamos que solo la muerte podía detener su espíritu indomable

Acaba de morir Fao Santoni, sin duda alguna uno de los más prominentes neurólogos de Hispanoamérica.

Un verdadero incitador intelectual e insuperable maestro de tantas generaciones. Dr. Santoni, usted llevó a cabo en nuestro país una labor semejante a la que realizó Santiago Ramón y Cajal en España.

Desde su retorno al país, inició una faena de ejercicio médico en especial de su especialidad, la neurología, sin descanso alguno. Sabíamos que solo la muerte podía detener su espíritu indomable.

Su filosofía de vida fue preferentemente una filosofía del devenir de la trascendencia. Sabemos todos sus alumnos que usted siempre hizo una muy inteligente distinción entre la ciencia y lo empírico, con más de 120 trabajos científicos publicados.

Lao Tse dijo que el agradecimiento es la memoria del corazón y hoy en esta carta frente a sus cenizas y sabiendo que habitará en el espacio sideral donde solo moran los justos, quisiera reiterarle toda mi gratitud, lo que hice muchas veces en vida y felizmente se la pude expresar, pues la gratitud no es una virtud frecuente, más bien lo contrario.

En razón de que usted hizo su entrenamiento en el Instituto de Neurología de Londres y yo tuve la dicha de ser años después su sucesor en la institución británica, debo confesarle nueva vez, que eso allanó el camino de mi formación neurológica con los ingleses. Nos queda la satisfacción de tributarle los dos últimos homenajes recibidos por usted en vida, motorizado el primero por el Club de la Epilepsia, y el segundo por nosotros en la Academia de Ciencias.

Al final dela existencia es que se puede pasar revista a la hoja de vida del humano, y todos sabemos que usted con su eterna sonrisa, cumplió plenamente en su presencia terrenal con la oración de Maimonides, el famoso médico rabino del 1138: «Otórgame, Dios mío, la indulgencia y la paciencia necesarias al lado de los pacientes apasionados o groseros. Haz que sea moderado en todo, pero insaciable en mi amor por la ciencia.

Aparta de mí la idea de que lo puedo todo. Dame la fuerza, la voluntad y la ocasión para ampliar cada vez más mis conocimientos. Que pueda hoy descubrir en mi saber cosas que ayer no sospechaba, porque el arte es grande, pero el espíritu del hombre puede avanzar siempre más adelante.»

Profesor, deseo decirle que el día de su muerte en una reunión virtual, todos sus alumnos neurólogos, le rendimos un homenaje póstumo; en él se dio testimonio de agradecimiento a sus enseñanzas por los neurocientistas de este país.

En la oportunidad, la doctora Ana Robles leyó su obituario, la cito: «De manera, pues, el profesor Juan Santoni resume en sí mismo más de 6 décadas de exquisita práctica neurológica de clase mundial. Acucioso y exigente, infatigable con la cadencia ejemplar. Y seguía fresco, ligero y eficiente.

Como si el pasar delos añosle regalara nuevos bríos en cada recodo del camino. Era un privilegio consultarlo e imitarlo, Fao Santoni, fue un milagro humano hechoneurólogo y hoy con honores lo despedimos No cabe dudas que con la ausencia del Dr. Santoni no solo la República Dominicana y América Latina han perdido a un gran hombre y profesor de Neurología, sino que el mundo de las neurociencias ha sido afectado».

Profe, le di mis condolencias a su esposa doña Mónica y a su hijo Carlos, haciéndola extensiva al resto de la familia. No solo nos quedamos con las emociones de su gentil trato de gentleman inglés que nunca fue críptico y hoy con las pasiones entristecidas, sabemos que todas tienen su indefectible paso en la torva vida de este bruno valle en que vivimos.

Muy querido profe, hoy ante su partida se hace consustancial la pena con el ígneo bramar de mi agradecimiento, donde solo nos queda con salterios, tararear con un transido vagido a Alberto Cortez y su canción «cuando un amigo se va»…. Espero que sirvan estas breves líneas, pergeñadas a vuela pluma, como despedida a usted, el amigo, el maestro, el ejemplo del médico trascendente. Con todo el afecto, su siempre alumno, José Silié Ruiz.

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