Carta al Padre Luis

Carta al Padre Luis

JULIA BÁEZ DE HASBÚN
Aún revolotean en mi memoria los recuerdos de mi pubertad, cuando cursaba el séptimo u octavo grado de primaria en el Colegio Nuestra Señora de La Altagracia y que tenías un pequeño huerto sembrado de lechugas, rábanos y zanahorias en un solar contiguo al mismo y a lo que hoy es el asilo de ancianos, obra que también te debemos a tí, y que hiciste que mi curso cosechara esos vegetales.

A mi me mandaste a lavar zanahorias y me hiciste comer una. ¡Era la primera vez en mi vida que comía zanahoria cruda! Te recuerdo pegando bloques en las futuras casas de lo que sería el hoy populoso barrio San Luis, conjuntamente con las familias que serían las propietarias de dicha vivienda.

Te recuerdo a tí y a Roberto Santana, guitarra y pandereta en manos cantando «no, no basta rezar, hacen faltas muchas cosas para conseguir la paz…», en pleno templo católico y conjuntamente con la canción preferida de las novenas de enero: «María llena de gracia danos consuelo y favor… «Y aquella hermosa canción. «De colores. De colores se visten los campos en la primera…» Y de verdad que llenaste nuestro pueblo y nuestros campos de los colores de la esperanza, la solidaridad, el trabajo comunitario, la ayuda mutua. Solo hay que ver el ejemplo de «Los Martínez», comunidad digna que debe servir de ejemplo a otras tantas de nuestro país.

Recuerdo y aún leo cuando visitó mi pueblo, los letreros que ponías en las paredes frontales de nuestra iglesia, tu templo, siendo el más hermoso de ellos aquel que todavía se conserva allí: paz- pan-paz, con una caricatura de un niño que con solo voltear la letra Z la convertía en una N, para formar la palabra pan, convencido de que sin pan nunca habrá paz.

Recuerdo tus sermones y como imbuías en toda una comunidad la lucha por los derechos de los campesinos, del ciudadano común, el valor del trabajo en conjunto, a no ser indiferentes frente a la desgracia ajena. ¡Cuántos años tuvo mi pueblo sin recibir dineros del presupuesto de la nación! Pero todos los objetivos que nos planteábamos como necesidades, las hacíamos realidad, gracias a tí, a tu trabajo visionario, constante las 24 horas del día, a tu liderazgo positivo, lleno de amor y con una personalidad vertical e incorruptible.

¡Qué hermoso y grandioso ejemplo nos diste! ¡Cuánto te debemos!

Sé que me quedan muchas cosas en el tintero, muchas personas valiosas a quien mencionar, ya que supiste mover en una sola dirección la capacidad de auto-gestión, dormida, que poseíamos los ocoeños.

Hoy solo quiero rendirte un pequeño homenaje, por todo el amor, dedicación, trabajo, bondad y confraternidad que le diste a los jóvenes de mi generación y a otras tantas, de la que es hoy la provincia San José de Ocoa. Como buen padre nos pusiste alas y nos enseñaste a volar solos. Gracias Padre Luis.

Estoy segura que ya eres un ángel y que desde allí estarás pendiente del desarrollo del pueblo que tanto amaste.

Siempre, siempre, estarás en mi corazón, pues así como eras tú, encontré un esposo.

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