Carta al Presidente

Carta al Presidente

POR DONALD GUERRERO MARTÍNEZ
Señor Presidente Leonel Fernández Reina: Estoy convencido de que si Ud. se lo propone, puede hacer un buen gobierno 2004-2008 mejor en muchos aspectos al de su primer mandato, entendiéndose por buen gobierno que oxigene los diferentes y variados estratos poblacionales que han vivido asfixiándose por las crisis, así en plural, creadas, casi con esmero si el término fuese correcto, por el gobierno PPHachista.

Esas crisis, Presidente, fueron las que movieron a más de dos millones de votantes hacia las urnas el 16 de mayo pasado, con disposición expresa de poner término, institucionalmente, al desparpajo, a la ineficiencia y al relajo. Creo que Ud. puede hacer ese gobierno bueno, porque tiene la experiencia de su primer ejercicio presidencial, sabe las cosas que no fueron bien hechas, y su contraparte, que no deben ser reeditadas.

Desaparecidos los tres líderes alrededor de los cuales giró el accionar político del país durante más de cuatro décadas, Ud. aparenta ser, Presidente, el dominicano más idóneo, el de mayor capacidad, aptitudes y posicionamiento para convertirse en el principal líder político de estos tiempos. Piense que Ud. innegablemente un hombre de buena suerte, ha recibido una valiosa herencia, y como es abogado recuerde que como todas, la herencia que se la cuida se acrecienta, mientras la que se desatiende se disipa.

Presidente, no pierda nunca de visita que el país no es de su propiedad. Ud. es solamente administrador del gobierno de la República. Desempeñe, pues, esa administración, como un buen padre de familia, figura jurídica que ud. debe recordar. No se crea con derecho a hacer, y a no hacer, cuando le venga en ganas. Es un asunto de sensatez y de lógica que la austeridad generalizada debe ser una de las banderas de su mandato. Por eso, reducir el gasto corriente ha de ser una de las piedras fundamentales de su posible buen gobierno. A pesar de que a su triunfo contribuyeron más de dos millones de dominicanos, no todos esos, ni siquiera todos sus compañeros de partido y simpatizantes caben en la nómina pública.

El país confía en que Ud. sepa bien, Presidente, que no puede distraer absolutamente en nada, una sola de las horas que necesita para cumplir las ingentes responsabilidades del cargo. Todas esas horas son del país, no suyas. No se aferre a que todo es «para los que se fajaron», ni a mantenerlos en los puestos contra viento y marea. Conviértase en el «bodeguero de Navarrete», y cuente cada peso ingresado, después lo gastado, y vea lo que le queda, y para qué alcanza. Esa puede ser una de las formas para evitar los desaciertos de la gestión pepehachista que mantuvo postrada a la economía del país durante por lo menos dos años. Aunque valieron para recordar al Presidente Balaguer a su retorno al Poder en 1986, llevado, parece mentira, por la capacidad perredeísta para la torpeza. Dijo entonces aquel líder, que con los gobiernos blancos 1978-1986 le había caído al país la peste blanca.

Paradójicamente, Presidente, Ud. vuelve a la Presidencia de la mano de aquellos que resultaron, a la hora de gobernar, mucha espuma y poco chocolate, más ruido que nueces. Con Ud. vuelve al mando la moderación, el comedimiento y la modestia que el país le reconoce. Esos atributos pueden ser mantenidos sin que se ponga distante. Más, no se aloque, Presidente, ni permita que se aloquen sus gentes, a quienes debe vigilar constantemente en lo que no sean prepotentes, petulantes ni arrogantes. Ojalá entiendan ellos con claridad ese mensaje suyo.

Ocúpese de devolverle a las dignidades oficiales el lugar que lleva menguado desde el 2000. Regrese con UD. el recato a la Presidencia de la República. Como dice el P. Gregorio Mateu, entienda para que aprenda, y aprenda para que sepa, que el Presidente no tiene derecho a insultar a nadie ni a la burla a todo. Un insulto lastima a quien lo recibe, pero también a los de su cercanía familiar. Presidente, apártese de la lisonja, que más que halagar adula, algo muy propio de ineptos y mediocres. La lisonja puede penetrar las fibras humanas como alimaña que corroe, y si se la deja, la lisonja puede corroer también principios y postulados. No se sienta obligado a bailar todos los valses ni a presentarse donde quiera que suena una lata. Bájese del avión, Presidente, no lo ocupe nunca para paseos a otros países en busca de supuestos inversionistas que vendrán «a ensamblar aviones en el país». Sabido es que el Presidente debe viajar. Hágalo únicamente para asuntos indispensables. Integre un equipo de profesionales calificados para las negociaciones comerciales con el exterior. Ha habido señales, Ud. lo sabe, de que la negociación del TLC culminadas en Puerto Rico no han sido lo que la propaganda oficial ha presentado.

Si me lo permite, quizás vuelva a escribirle, Presidente. Le deseo una gestión exitosa, que lo sea porque el país ha resultado ganancioso.

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