Carta de Edna Garrido Ramírez a Fiume Gómez

Carta de Edna Garrido Ramírez a Fiume Gómez

Elisa Elena González

Querida Fiume

Algo increíble me pasa desde que estoy radicada permanentemente en los Estados Unidos. No dejo de sorprenderme. No importan las grandes contradicciones sociales y culturales de este país- que son muchas-; es una constante la necesidad de ser el mejor en lo que se hace, dejar una huella a las futuras generaciones y eso indudablemente me anima a escribirte.

Yo soy una pequeña niña de San Juan de la Maguana, no muy diferente a ti, y sin temor a equivocarme ambas con tantas ganas como miedos de convertirnos en educadoras de los hombres y mujeres que llevarían las riendas de este país, ¿pero que pasa por la cabeza de una joven mujer asumir con tanta pasión un reto como este? Me hacia esta pregunta justo cuando pasan por el televisor uno de los comerciales publicitarios de la multinacional Nike sobre las famosas hermanas y tenistas profesionales, Serena y Venus Williams, comercial que trataré de traducir lo mejor que pueda.

“Desde que éramos pequeñas siempre nos han comparado. Mi juego versus su juego. Mi ranking versus su ranking. Mis títulos versus sus títulos. Es realmente gracioso. Ustedes ven a dos jugadoras de tenis tratando de ganar un juego, nosotras nos vemos como dos hermanas cambiándolo”.

Creo que casi triplico la edad de ambas y no dejo de sorprenderme que aún hoy sigamos luchando por cambiar el juego. No solo por nosotras, sino por las otras mujeres que vendrán a tomar nuestros lugares y desde ahí batallar otras luchas, cambiar otros juegos. No ha sido fácil para ninguna de las dos ser mujeres, educadoras y al mismo tiempo sentirnos capaces (atrevernos) de incursionar con éxito en la investigación y publicación de textos, textos que educarían a hombres, hombres que comenzarían a entender que el juego va cambiando (eso estábamos haciendo, aunque no estuviéramos conscientes de lo que significaría 40 años después).

Estar presente desde la diáspora no ha sido más que un aliciente para saber que puedo seguir luchando y cambiando el juego desde donde esté, es la única forma en la que cobra y recobra sentido mi día cada día. Además, y como si no fuera suficiente, ser merecedoras de reconocimiento y convertirnos en un referente en materias de tan exclusivo “dominio masculino” era ser muy audaz, requisito imprescindible si quieres cambiar el juego.

Son otros tiempos, pero la verdad no tan diferentes y es una pena. La lucha es larga y cruenta (intelectualmente hablando). Yo estoy vieja y pronto ya no estaré. Solo me queda la esperanza de que ustedes seguirán jugando, apostando, queriendo siempre y por sobre todas las cosas, cambiar el juego.

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