Cartas

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Duarte
Señor director:

Al inicio de los actos públicos que llevan a cabo las autoridades dominicanas, los partidos políticos, y las organizaciones sociales, se canta el himno nacional. De igual manera, las escuelas públicas y privadas, día a día, antes de que sus alumnos entren a las aulas, se iza la bandera y se canta el himno, en una formación general de los estudiantes. Asimismo, en los cuarteles policiales y militares a determinadas horas del día se iza la bandera nacional, y los transeúntes se sienten obligados a pararse en señal de respeto a nuestra bandera. Confieso emocionarme siempre que escucho las aguerridas y patriotas notas de nuestro himno nacional.

Muchas instituciones estatales son muy cuidadosas de adornar sus oficinas con retratos de Duarte, Sánchez y Mella.

El pueblo dominicano es muy respetuoso de los símbolos patrios, y en nuestro discurrir histórico republicano todo aquel que ha pretendido arriar nuestra bandera y nuestro himno se ha encontrado de frente con un pueblo que ha sabido defenderla y perpetuarla.

¿Por qué hago estas disquisiciones antes de entrar al tema que nos ocupa? Es señores, porque es innegable que los dominicanos hemos sido educados a respetar y venerar nuestra patria y nuestros símbolos; por lo que no logramos asimilar la falta de decoro y dignidad con la que se han manejado algunos de nuestros gobernantes contemporáneos en foros internacionales, donde se han comportado como perros falderos de una potencia extranjera, o veletas, que se mueven acorde con los vientos que sopla el gobernador de turno de dicha potencia.

«…En Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea ser y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer del pueblo dominicano, logrando siempre por medio de intrigas y sórdidos manejos, adueñarse de la situación y hacer aparecer al pueblo dominicano de un modo distinto de cómo es en realidad. Esa fracción, o mejor diremos, esa facción ha sido, es y será siempre todo menos dominicana. Así se la ve en nuestra historia, representante de todo partido antinacional y enemiga nato, de todas nuestras revoluciones…mintiendo así a todas las naciones la fe política que no tienen; y esto, en nombre de la Patria: ellos, que no tienen ni merecen otra patria sino el fango de su miserable abyección». (Juan Pablo Duarte, Carta Al Sr. Ministro de R.E. del Gobierno Provisorio, del 7 de marzo de 1865. Recopilada por el Dr. Mariano Lebrón Saviñón en su libro: «Juan Pablo Duarte. Sus Escritos». Pag. 87).

Más adelante nuestro Padre de la Patria dice:

«…si me pronuncié dominicano independiente, desde el 16 de julio de 1838, cuando los nombres de Patria, Libertad, Honor Nacional se hallaban proscriptos, como palabras infames, y por ello merecí…ser perseguido a muerte por esa facción, entonces haitiana…si después en el año 44 me pronuncié en contra del protectorado francés…si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria, a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España, llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y parricida, no es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano), cual protesto y protestaré siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, si no a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo, nuestra independencia nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del pueblo dominicano». (Ibid., Pag.88)

Ha de notarse en este escrito de Duarte, su caracterización de traidores y parricidas a los protagonistas de la anexión a España. Sin embargo, por ahí andan personas defendiendo a Pedro Santana, buscando todos los medios para excusarlo de su alta traición a la Patria. El papel jugado por Santana en la guerra de independencia lo tiró por las bordas y lo enlodó al anexar nuestro país a España. La anexión a España, el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, Francisco del Rosario Sánchez, el destierro junto a su familia del Padre de la Patria, entre otros crímenes, borraron para siempre del alma nacional la figura de este personaje, aún por encima de sus defensores, y del hecho de que sus restos reposen en el Panteón Nacional, al lado de sus sacrosantas víctimas, y de que exista una fortaleza militar con su nombre detestable.

Juan Pablo Duarte, aún cuando se ha pretendido mistificarlo, es el paradigma a seguir para encaminar nuestro país por el sendero del bienestar general y por el camino del decoro y la dignidad. Duarte fue un patriota a carta cabal, no a medias como nuestros gobernantes contemporáneos.

Atentamente,
Juan Guerrero De la Cruz

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