Cartas

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«Mujeres sin frontera»
Señor director:

En República Dominicana se habla de desarrollo económico, programas, estrategias y creación de empleo, siempre con grandes teorías, análisis, estudios y referencias históricas de nuestra sociedad, desconociendo grandes verdades que nadie se atreve a cuantificar con justa seriedad. Uno de esos renglones tabú es el aporte al país de nuestras «Mujeres sin frontera», esas hembras que arrastradas por la miseria, el hambre, la pobreza y la falta de oportunidades se lanzan como fieras al ejercicio de la más vieja de las profesiones, inundando los nichos del mercado mundial en una verdadera globalización, siendo en gran medida responsables de la estabilidad económica que pregonan como propia los políticos y otros sectores del país.

El ejercicio de la prostitución genera envío de remesas superior a los 600 Millones de dólares anuales, provoca más del 30% de los servicios de las telecomunicaciones, crea más del 40% de los ingresos del turismo, hace inversiones del orden del 20% en el sector construcción y aporta el 30% del comercio de bienes y servicios. Todas estas cifras son estimadas o quizás inventadas y desde luego que tendremos por respuesta el silencio cómplice de una sociedad debilitada frente a esta barbarie, lo que va a confirmar la irresponsabilidad colectiva que nos abruma, que aceptamos sus aportes con la nariz tapada por el falso pudor del «Que Dirán».

A todo esto, los santificados en la aplicación de las políticas públicas y privadas, se dan el lujo de despreciar y juzgar el comportamiento del ejercicio de las llamadas «Mujeres sin frontera». En un conglomerado como el nuestro, acostumbrado a premiar y distinguir a todo el que consigue dinero, no importa cómo, es éste el único renglón de la economía al que se le niega el reconocimiento de sus aportes. Con esto no estamos pidiendo que las reciban en los aeropuertos con flores, música y pancartas que recen «Bienvenidas, sostén de la Patria, todos agradecemos su esfuerzo», sólo podemos sugerir que se adopten medidas para su protección social y diplomática, acorde con los derechos humanos que le asisten y las cifras económicas de lo que realmente representan.

El carácter no debe ser casual, si se enfoca el sacrificio social y personal de estas marginadas dominicanas, sin considerar su sentimiento, deseos y sufrimiento en el ejercicio de esta difícil tarea, que rompe con su formación hogareña, cultural y religiosa, exponiendo su salud y vida en busca del sueño perdido, robado por los ejecutores de las políticas gubernamentales, que les impiden vivir en el terruño donde nacieron. Exponiéndolo todo, a cambio del bienestar de su familia, caminando por el mundo, sin protección, vejadas y desconsideradas estas nobles mujeres merecen mayores atenciones y mejor suerte.

Atentamente,
Jorge De León

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