Cartas

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Haití
Señor director:

¡Vaya! Qué bueno ¡la semana pasada se celebraron elecciones libres en nuestro vecino y hermano país Haití. El pueblo haitiano con inmensas ansias de vivir en armonía, paz, tranquilidad y democracia, acudió masivamente para ejercer libremente su derecho al voto en pos de la democracia de su patria.

Esta actitud de la población haitiana debe ser ponderada y aplaudida por todos los políticos del vecino país y sobre todo tienen el gran compromiso moral de no defraudar a una ciudadanía que tiene ansias y deseos inconmensurable de vivir en una nación que les brinde la oportunidad de poder desarrollarse especialmente en el nivel económico, además de asegurarles máxima protección ciudadana.

Los haitianos esperan y tienen la esperanza de que sus políticos cumplan con todas las promesas que les han hecho, pero por su parte la población debe guarecerse bajo el manto de la virtud de la PACIENCIA, para darle el tiempo necesario a su nuevo mandatario de que haga ciertas restructuraciones en la vorágine política, social y económica en que se encuentra sumergido Haití.

Los haitianos no pueden pretender que todos los problemas existentes en su adorado terruño se resolverán en un mes, ni dos, ni tres, por lo que es necesario deshacerse de la lucha de intereses particulares y concentrar todas sus fuerzas y energías para ayudar y apoyar masivamente a las futuras autoridades gubernamentales a desarrollar un plan de gobierno que cuan Ave Fénix haga resurgir de las cenizas al pueblo haitiano.

Atentamente,
Priska Ventura

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J. M. Rodríguez Herrera
Apuntes de bolsillo

La construcción de una sala estable para la música sinfónica en Nueva York era fruto de la necesidad de albergar en condiciones las orquestas de la ciudad y otras en giras por Estados Unidos, ya que sólo la ópera contaba con una sede permanente. El empresario metalúrgico Andrew Carnegie se planteó la idea en el transcurso de un viaje trasatlántico hacia 1887, en el que conoció al director de orquesta Walter Darmosch. Impulsado pro Darmosch, Carnegie fundó en 1889 la Music Hall Company of New York, Ltd., sociedad que recabó fondos para la construcción de un complejo sinfónico en condiciones en un solar situado entre la 56 y la 57 avenidas, en las proximidades de Central Park.

El CARNEGIE HALL, como fue denominado en reconocimento a su más ferviente impulsor, fue construido por William Burnet Tuthill, gran aficionado a la música. Abrió sus puertas el 5 de mayo de 1891 con un concierto que contó con la presencia de Piotr Chaikovski, quien interpretó su marcha solemne. En el concierto inaugural también se tocaron la obertura num. 3 Leonora de Ludwig van Beethoven y el Te Deum de Hector Berlioz.

La fachada del edificio es de estilo renacentista italiano, con estructuras en hierro y profusión de ladrillo, que aportan solidez y una excelente acústica en el interior. El Carnegie Hall alberga tres recintos: la sala principal, con un aforo de 2.800 localidades; la sala de recitales, con 1.200 butacas, y la sala de música de cámara, para 250 personas.

El Carnegie Hall acoge los mejores conciertos sinfónicos e instrumentales que tienen lugar en Estados Unidos y es la sede permanente de la Filarmónica de Nueva York. Por él han pasado desde Arturo Toscanini, Eugene Ysaye, sir Georg Solti, hasta los más cotizados intérpretes estadounidenses, como Isaac Stern, Zukerman, Shaham, etc.

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