Pobres ricos
Señor director:
La publicación de los resultados económicos correspondientes al 2005 de la República Dominicana, con cifras de crecimiento de 9.3% del Producto Bruto Interno (PBI), es un motivo de penas y glorias, que estimula la necesidad de analizar los alarmantes datos de la disparidad de los ingresos entre la población, por lo que hay que prestar urgente atención al contraste entre pobres y ricos y tomar medidas adecuadas para tratar de reducir esta peligrosa brecha, que ya rebasa el límite razonable que permite la convivencia pacífica y por tanto la seguridad e integridad de las estructuras sociales y políticas.
Las cifras de crecimiento económico son loables hasta que se comparan con otras cifras, como son: una tasa de analfabetismo superior al 20%, un maestro por más de cien habitantes, la tasa promedio de escolaridad de sexto grado, solo el 5% de la población tiene acceso a la Internet, con un 20% de la población sin energía eléctrica y sin acceso al agua potable, con una tasa de mortalidad infantil superior a 60 por mil nacidos vivos, estos son los lastres que nos atan al subdesarrollo vegetativo y nos clasifican en un bajo índice de desarrollo humano; incentivando la inestabilidad de las contradicciones que genera la búsqueda del pan nuestro de cada día.
Hay que reducir la situación indeseable de la brecha social de que los pobres sigan siendo pobres y los ricos, más ricos. el sostenible incremento económico experimentado por la República Dominicana, en las últimas cuatro décadas así lo demuestra, se hace necesario que los gobiernos tracen políticas tendentes a poner atención en el equilibrio de este crecimiento, que genere la igualdad de oportunidades, la justicia social y una justa distribución.
La política social tiene que poner atención, abordando la planificación de la economía y su desarrollo, con la participación de las masas más desposeídas, como mayores beneficiarios de una reforma integral, que cierre las brechas entre pobres y ricos, entre la ciudad y el campo, entre la sociedad análoga y la digital, en una integración armoniosa, presentando un modelo a imitar para los países en vías de desarrollo, que en lo sucesivo los nuevos recursos financieros del Estado se inviertan con preferencia en educación, salud y agricultura para reducir la desigualdad fomentada por las políticas globales.
Crear nuevo paradigma de participación en las relaciones de equidad, oportunidad, educación y rendimiento, para descontinuar la situación de que el 20% de la población que cuentan con más del 60% de participación en los ingresos y el consumo, se grave de manera justa, teniendo los ojos puestos en prestar atención efectiva al equilibrio, asegurando la marcha ordenada de la reforma de la seguridad social, aumentando la inversión de la sociedad digital, gravando la propiedad y consumo de productos de lujo, atendiendo la revisión periódica a la Ley de los Impuestos a la Renta Personal.
La entrada en vigencia del tratado de libre comercio con EEUU, debería ser una gran oportunidad para impulsar la reforma sobre el rumbo de desarrollo del mercado, la producción local y la oportunidad de romper todo tipo de monopolio estatal y privado a sabiendas de que la liberalización económica y la globalización, lejos de reducir, han aumentado el reto de la equidad y la competitividad. Alerta sobre el riesgo de que, de no encararse ese hecho, se generen tensiones sociales que podrían afectar la gobernabilidad y erosionar las bases de los consensos políticos que han permitido el fortalecimiento de nuestra democracia.
Lograr el sueño social dominicano de felicidad significa una familia con techo, vestido y trabajo, con una vida tranquila que le permita disfrutar el juego de Béisbol o la novela sin el tormento de la comida y la medicina del otro día, en un nivel de vida modestamente acomodado para conocer más de cerca las aspiraciones de la población en apoyo a un desarrollo justo, social y ecológico. De continuar la actual situación todos cantaremos a coro con Alberto Corte y Facundo Cabral Pobrecito Mi Patrón, Piensa Que Pobre Soy Yo.
Atentamente,
Jorge de León