Cartas

<p>Cartas</p>

La Constitución no es culpable
Señor director:

El ser humano por naturaleza busca la perfección. Todos los descubrimientos que la tecnología ha realizado viven reinventándose constantemente, unos incluso son suplantados por otros. A esta fiebre de perfección no están ajenas las creaciones intelectuales y así vemos como los códigos judiciales, reglamentos, leyes y demás son renovados y adaptados de forma periódica. Ahora parece que le ha tocado el turno a la Constitución dominicana.

Se nos ha vendido la idea de que necesitamos una nueva Constitución, apegada a la modernidad y que llene las lagunas que podría tener la actual. Quizás esto no sea una prioridad para el país, pero ya se está invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo para someter al Congreso una nueva reforma constitucional.

Primero que todo hay que entender que los males que padece actualmente el país no son responsabilidad de nuestra Constitución. Ella, considerada despectivamente en muchas ocasiones, se ha mantenido sirviendo de orientadora y protectora de nuestro proceso de desarrollo institucional.

No, la Constitución no es culpable de nuestros males, pero sílo son una serie de aspectos que deberíamos pensar en reformar si queremos un país sano y en franco proceso de desarrollo.

Reformemos la clase política que por muchas décadas nos ha metido en unos atolladeros económicos que nos hacen vender nuestra soberanía y perder la dignidad como país y ciudadanos.

Reformemos nuestros métodos educativos, desde la primaria hasta la universidad, para que estén fundamentados en valores y tengamos profesionales con la suficiente honestidad para resistir el soborno, la tentación de la riqueza al vapor y la corrupción en todos los niveles.

Reformemos nuestro sistema carcelario para que en vez de escuelas de delincuentes tengamos un efectivo sistema de regeneración moral y psicológica y así contribuir a frenar la delincuencia en el país.

Reformemos nuestras familias para que puedan parir hijos e hijas con un alto grado de civismo; patriotas que amen su nación, luchen por ella y la defiendan de las lacras sociales.

Reformemos la estrechez mental en que nos hemos y nos han sumido, para que superemos la mediocridad y aprendamos a colocar el país por encima de intereses particulares, a fin de soñar con una Patria a la que nos enorgullezca pertenecer, con un país de oportunidades en el que no tengamos que salir a mendigar empleos a otras naciones, utilizando medios ilegales que son una vergüenza nacional y un atentado a la dignidad humana.

No señores, la Constitución no es culpable, pero otros flagelos sí.

Atentamente,
Jaime Antonio Marizan Santana

Publicaciones Relacionadas

Más leídas