Cartas

Cartas

Señor director:
Que se repita
La calibración del encuentro La Esquina Joven de Hoy en el Hospital Infantil Dr. Robert Reid Cabral, constituyó un majestuoso acto aleccionador. Se desarrolló un espectacular descenso ante la niñez y adolescencia depauperada que ocupa las camas de nuestro hospital cuasi cincuentenario. Sencillamente se puede catalogar como una fantasía transformada en realidad (un acto de magia) que estos jóvenes pudiesen compartir de cerca con héroes deportivos nacionales como David Ortiz (el Big Papi), Miguel Tejada (la Guagua), Aramís Ramírez, Neifi Pérez, Francisco Cordero, Octavio Dotel, Félix (El Gatito) Martínez, y otras personalidades de las áreas deportivas y artísticas.

Este tipo de jornada siempre han sido muy significativa para nuestros pacientes, que son una muestra representativa del pueblo sencillo, que en estos tiempos globalizantes solo les queda el refugio del Hospital Dr. Robert Reid (el Angelita) donde siguen siendo tratados como pacientes, no como «usuarios» o clientes que deben presentar la tarjeta de una ARS para recibir atenciones médicas, o pasar por el área de trabajo social para depurarlos y ponderar su grado de indigencia para valorar si pueden ser incluidos en las cuotas que grandes centros (subvencionados por el Estado) modernos destinan para atender pacientes en mendicidad. En el Angelita no preguntamos a nadie sus condiciones económicas para recibir atenciones médicas.

Este elemento unido a la prolija mística de trabajo del hospital, lo convierten en un centro saturado de pacientes, tanto internos como externos o ambulatorios, aspecto que de modo indudable entorpece la actividad diaria, no obstante en este centro persiste una sentencia que se deriva desde los tiempos que era dirigido por los maestros Hugo Mendoza y Teófilo Gautier, de ingresar a todos los pacientes en estado de gravedad. Desde todo el país con la excepción de Santiago (por la extraordinaria labor del Hospital Dr. Arturo Grullón) se reciben pacientes pediátricos, incluso desde Puerto Príncipe. Por eso, algunos comunicadores sociales se han preocupado cuando observan la sala de estadías cortas ubicada entre las áreas de emergencia y urgencia, que generalmente está congestionada de niños, que tienen sus diagnósticos y tratamientos, pero que esperan un ingreso formal a las áreas de salas convencionales siempre repletas de pacientes. A simple vista el panorama no es halagador, pero los padres lo aceptan porque comprenden que aún con dificultades se brinda un servicio muy aceptable.

En las dos décadas que llevo en el hospital nunca he visto la necesidad de enviar a algún familiar a comprar un litro de suero o cualquier antibiótico, etc. porque el hospital los suple, aunque recibe una harto miserable subvención estatal; la actitud diligente de sus ejecutivos, así como del voluntariado, siempre logran colaboraciones desinteresadas. Esperamos que el nuevo titular de la cartera de salud (un digno egresado de la escuela de pediatría de este hospital) dentro de las precariedades de la cartera recuerde que el Robert Reid merece una mejor colaboración oficial.

La presencia de personalidades del ámbito deportivo y artístico en este centro significa un bálsamo no sólo por el aliciente espiritual que llevaron a pacientes y personal médico y paramédico, sino por lo que generalmente proyectan estas actividades, que tienden a sensibilizarnos y recordar que muchos niños esperan que el hospital pueda contar con recursos para fortalecer diversos servicios que arrastran dificultades, por ejemplo todavía no se ha podido concluir con el proceso de instalación del tomógrafo (equipo de uso rutinario en los hospitales), tenemos dificultades con análisis como los electrólitos, aquí que manejamos tantos pacientes con diarrea, etc.

El hospital tiene una demanda muy por encima de su capacidad instalada, sin embargo aquí nadie se rinde, pero la ayuda debe continuar en ascenso para bienestar de esa niñez que de modo increíble vio de cerca sus héroes deportivos, también deben sorprenderse gratamente observando que los obstáculos económicos para completar sus tratamientos son derrumbados por la cooperación de la sociedad dominicana en todos sus estamentos.

Los niños enfermos (cardiópatas, falcémicos, nefríticos, desnutridos, sidosos, sifilíticos, neumónicos, diabéticos, con anomalías congénitas, tumores, megacolon, etc.) esperan la colaboración de toda la sociedad en la ardua tarea de recuperar la salud.

Como se intituló la crónica de los redactores Fernando Quiroz y Diego Pesqueira, «Un jonrón de felicidad», es lo que esperan los niños del hospital que se continúe repitiendo para enfrentar las patologías que les afligen.

 Atentamente,

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