Cartas al director

Cartas al director

[b]Señor director:[/b]

Las anécdotas poseen un valor muy particular casi en todas las vivencias humanas. Aunque no son biografías o análisis históricos, expresan con gran propiedad una variedad increíble de conocimientos.

Las anécdotas son, sin dudas, una especie de «consomé», una experiencia concentrada que deja una gran enseñanza. Creo que en buen dominicano, sería lo mismo decir que las anécdotas son una especie de «tropezón en un callo», pues aunque no resuelven de manera inmediata el problema, dejan una enseñanza valorativa que invita a la reflexión.

Hace algún tiempo, me detuve en la librería Barnes & Noble, de la ruta 17 Sur, en Paramus, New Jersey, con la intención de recoger un libro que había puesto en reserva. Antes de recoger el libro, decidí pasear un poco por los estantes de la libreria, para ver las nuevas publicaciones interesantes que habían salido.

Justo en la sección de Literatura Latinoamericana, vi un libro que no correspondía a la sección, pero estaba colocado allí por accidente, estratégicamente, al lado de «La Fiesta del Chivo» de Mario Vargas Llosa. Era un libro de anécdotas.

No resistí y saqué el libro del estante con la intención de darle una hojeada.

Las librerías de Barnes & Noble tienen una deliciosa particularidad para los lectores. Ellas han cautivado un mercado singular debido, a que intengran, sabia y simultaneamente, el ambiente de una bibleoteca como otra cualquiera, con una de las cadenas de cafeterías más prestigiosa de los Estados Unidos.

Se podría hacer una encuesta en las grandes ciudades de los Estados Unidos y estoy casi seguro de que la mayoría de los norteamericanos y no-noteramericanos estarían de acuerdo en que una de las actividades mas enriquecedoras y relajantes para aquellos que disfrutan de la lectura es sentarse en uno de los sillones de Barnes & Noble a hojear un buen libro, al fragor de un «Caramel Macchiato » u otro cafe de Starbucks. Y eso hice!.

Al leer una de las anécdotas del libro, reafirmé interiormente que nuestro pueblo, nuestra cultura, nuestra población, y sobre todo los jovenes de esta generación, han avanzado mucho, muy particularmente en la asimilación de una sociedad con procesos democráticos.

Me imaginaba a nuestros héroes durante la dictadura trujillista y durante los años de represión. Me imaginaba a nuestra juventud años atrás, organizándose clandestinamente para dorrocar gobiernos o a los militares confabulando golpes de estado.

Entendí, durante mi breve lectura, que el pueblo dominicano ha aprendido a tener paciencia. Paciencia para esperar cada cuatro años el momento en que se pueda decidir «qué hacer» con un gobierno.

No tenia mas remedio que entender y racionalizar la situación de esa manera, pues de lo contrario, no hubiese podido explicarme cómo nuestro pueblo ha sido tan tolerante, cómo ha podido soportar tanto durante los tres ultimos años del presente gobierno.

Tolerar humillaciones y atropellos, crisis y mentiras, tolerar ignorancia administrativa tras ignorancia administrativa, todo esto sellado con desparpajo y arrogancia.

Por eso considero que las anécdotas son valorativas y quizás sea ilustrativo comparar nuestra situacion actual, la paciencia y sabiduria de nuestro pueblo, de nuestra juventud y militares, para no provocar accidentes en contraste con la experiencia vivida por Charles Talleyrand.

Charles Maurice Talleyrand (1754-1838) fue un veterano estadista francés, conocido también como «el cubierto de Francia», por sus excelentes cualidades culinarias. Aunque fue funcionario del reinado de Luis Felipe, en una ocasion se mostraba claramente decepcionado, no impresionado y profundamente aflijido por la escasa inteligencia y la forma en que el rey Luis Felipe administraba las repetidas crisis que caracterizaban su reinado. Al ser tan evidente su decepción, un día alguien le preguntó : «Monsieur Talleyrand, cómo piensa usted que terminará este gobierno»? a lo que el contestó: «accidentalmente».

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