Cartas al director

Cartas al director

[b]Señor director:[/b]

Acabamos de leer en la sección «Cartas» de la edición de ese diario, la misiva que firma José A. Núñez F., en relación con el intercambio de opiniones sobre el caso de Cuba sostenida entre el embajador Omar Córdoba y el ingeniero Napoleón Padilla, en la cual no intervenimos para permitir que los señalamientos de ambos pudieran fluir con toda libertad. Al hacerlo el señor Núñez en favor de la posición del embajador Córdoba y estando ausente en estos momentos del país, el ingeniero Padilla, nuestra Asociación considera necesario hacer algunos esclarecimientos con respecto a lo expresado por el primero en su carta a ese diario.

El señor Núñez hace referencia al discurso pronunciado en la Universidad de La Habana del ex Presidente Carter en que éste condenó el mal llamado bloqueo norteamericano y abogó por un acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos.

El tal bloqueo no pasa de ser una consigna política… Lo que se declaró por el gobierno de los Estados Unidos hace más de cuarenta años fue un «embargo comercial» como respuesta a la confiscación de propiedades norteamericanas en la isla. Posteriormente, la mal llamada ley «Helms Burton» trató de internacionalizar esa medida con muy poca fortuna. Tanto así que las propias autoridades cubanas, incluyendo el anterior embajador Miguel Pérez, se ufanan de que han roto el bloqueo al mantener relaciones con más del noventa o noventa y cinco porciento de las naciones representadas en la ONU. República Dominicana es buen ejemplo de ello, ya que desde la época del fenecido ex Presidente Balaguer, aun sin haberse restablecido las relaciones diplomáticas con el gobierno de Castro, se inició un creciente comercio entre ambos países.

El mismo embargo norteamericano se ha ido flexibilizando en el tiempo, no sólo por la permisividad para cubanos emigrados y norteamericanos así como de grupos de empresarios de esta nacionalidad de viajar a Cuba y de permitir el envío de las remesas de dólares por parte de la que apodaban «ex gusanera» en épocas del bloqueo soviético, y ahora, en épocas de mayor necesidad, identifican con el nombre mucho más amable de «Comunidad Cubana en el Exterior», que al igual que ocurre aquí, representa la segunda fuente más importante de divisas para el gobierno castrista. Cuenta también el hecho de que las exportaciones de productos agrícolas norteamericanos a la isla ya ronda los 500 millones de dólares, como recientemente apareció publicado en la prensa. Calificar esto de bloqueo no procede en lo absoluto, y al paso que va ni siquiera embargo que, a despecho de los calificativos del señor Núñez de «asfixiante y letal», sólo ha servido al castrismo para justificar el reiterado fracaso y empobrecimiento de su modelo económico. Además, si lo han roto por su propio esfuerzo como proclaman con frecuente arrogancia las autoridades castristas… ¿para qué implorarle al odioso imperialismo la limosna de que se lo levante? ¿No sería preferible atribuirse esa victoria y dejar que los Estados Unidos se enfrentasen al fracaso de su embargo?

Por otra parte,…¿no quedamos en que la «ayuda fraterna» de la ex Unión Soviética, desplomada por sus propias contradicciones internas, y los «países hermanos» satélites de la primera, habían resuelto los problemas de Cuba en todos los años que duró su forzada asociación? Esta es otra falacia que es preciso aclarar. Con frecuencia el régimen castrista menciona los supuestos perjuicios recibidos como consecuencia del embargo norteamericano. La cifra que se ha divulgado, si mal no recordamos, anda por el orden de unos 40 millones de dólares. Pero se obvia el hecho de que, según durante todos los años precedentes estuvo alardeando el propio gobierno de Castro, la «fraterna ayuda» soviética y de los «hermanos países» satélites sumó una cifra 3 o quizás 4 veces superior aquella otra. Es evidente que tanta generosidad procedente del bloque oriental no se hubiese manifestado en caso de Cuba mantener sus relaciones tradicionales con los Estados Unidos en vez de pasar a girar dentro de la órbita de influencia soviética. Así pues, si otorgamos credibilidad a las cifras ofrecidas por el gobierno castrista, éste salió beneficiado en vez de perjudicado con el cambio.

Claro, lo que se silencia en toda esta argumentación es que gran parte de esos recursos fueron facilitados al gobierno de Castro en armas y recursos de subversión. Y que también una gran parte de los mismos se destinaron a apoyar movimientos guerrilleros y terroristas en toda América Latina -cuando se pretendía convertir los Andes en la Sierra Maestra de Sudamérica-, y en regiones tan distantes como Africa y Asia. También se obvia oportunamente la referencia al hecho de que Cuba debió pagar muy cara esa «ayuda fraternal», con las vidas de miles de cubanos que cayeron luchando en tierras africanas supuestamente, según el propio Castro, para pagar la deuda histórica contraída con ese por la traída a Cuba de esclavos negros. Lo paradójico fue enviar tropas cubanas a docena y media de países… a morir y a matar varios miles más de negros africanos. ¡Sin dudas, una bien extraña forma de liquidar la deuda!

De cierto, la base naval de Caimanera en Guantánamo siempre fue una espina clavada en la dignidad de la gran mayoría de los cubanos, absolutamente divorciados del marxismo, como lo fue también la Enmienda Platt, cuya derogación se logró al cabo de algo más de tres décadas, si no nos traiciona la memoria, en el curso de una asamblea de la Unión Panamericana, antecesora de la actual OEA, por la delegación cubana encabezada por el notable historiador y profesor universitario doctor Herminio Portell Vilá. Pero… ¿qué decir de la base de submarinos soviéticos establecida en Cienfuegos bajo el régimen castrista? Y ¿qué acto de sumisión más vil que la consagración de la invasión soviética a Checoslovaquia durante la llamada «Primavera de Praga» y la de todas las demás intervenciones militares en los países satélites para frenar, a sangre y fuego, los movimientos de justa rebeldía de sus pueblos reclamando libertad y fin de la dominación extranjera, en grosera violación a la doctrina del mexicano Estrado de la «autodeterminación de los pueblos», a la cual apelaba Castro continuamente?

Ya como punto final, si bien es cierto que el ex Presidente Carter abogó por un acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba, al amigo Núñez se le olvidó en su carta mencionar que también abogó por el acercamiento entre todos los cubanos. Lograr esto, reconciliar la familia cubana profundamente dividida por todo este proceso, es tarea mucho más prioritaria que salvar las diferencias que puedan existir entre Washington y La Habana.. Por ello es que abogan la acosada disidencia interna y la inmensa mayoría del exilio. Y para ello, Carter, aspecto también muy importante que obvió la misiva de Núñez, reveló al pueblo de Cuba que desconocía su existencia, por el bloqueo informativo que sufre, el llamado «Proyecto Varela» que plantea, dentro de la propia «legalidad» que se ha dado el régimen cubano, una salida democrática al problema interno de Cuba, sometiendo a libre elección de todos sus hijos la decisión soberana del tipo de sistema sobre el que desean vivir y no el que se le ha impuesto a la fuerza y bajo el amparo de la fuerza durante más de cuatro décadas de dictadura unipersonal. ¡Penoso en verdad que tuviese que ser a través de un extranjero -precisamente norteamericano- que la inmensa mayoría del pueblo cubano se enterase de la existencia de este Proyecto en una sociedad cuyos niveles de conocimiento están aprisionados en la camisa de fuerza de una «prensa» (???) sometida a la más estricta censura estatal. Y si el señor Núñez lo duda, que haga gestiones con su buen amigo el embajador Córdoba, para lograr que esta carta sea publicada en Cuba.

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