Cartas al director

Cartas al director

Señor director:

En la edición del periódico HOY del 14 de noviembre en curso, aparece, en la parte inferior de la primera página, una noticia firmada por los redactores L. M. Cárdenas y Loyda Peña titulada: «Grupo PRSC suspende a Peynado, Morales, Matos, Pimentel y dos más».

Al parecer, señor director, el titulador de noticias de ese prestigioso matutino, bajo su digna y eficaz dirección, incurrió en un error al denominar a la Comisión Ejecutiva del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), órgano ejecutivo y de dirección del partido y del Directorio Central Ejecutivo, en virtud de lo que establece el Artículo 59.

La suspensión de los referidos dirigentes fue decidida por la Comisión Ejecutiva en virtud de las funciones que le otorga el artículo 60 en sus literales a), b), j), o), y en párrafo II del citado artículo, entre otros. Por consiguiente, no fue un grupo del PRSC, sino el organismo ejecutivo del partido, convocado debidamente, reunido de manera regular y presidido por las autoridades escogidas por la Asamblea del 1ro. de julio del 2001, debidamente reconocidas por la Junta Central Electoral.

Entiendo, señor director, que fue un error involuntario, pero hago provecho de la ocasión para hacer la aclaración pertinente y así lograr una mejor edificación a los miles de lectores que tienen ese prestigioso diario.

Al anticiparle nuestro agradecimiento por la acogida que le dispense a la presente misiva, hago provecho de la oportunidad para reiterarle los sentimientos de mis más alta estima y deferencia.

Joaquín Ricardo

Segundo Vicepresidente del Partido Reformista Social Cristiano.

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¡La historia!

Señor director:

En «Cartas» al diario HOY he leído «de Córdoba a Padilla», donde en mi ánimo se impuso mi inclinación histórica por el ciudadano cubano señor Omar Córdoba Rivas.

Aclaro que no voy a hablar yo, sino que voy a evocar a Clío, la diosa de la historia. Creo que los hijos de la Yankilandia, quizás sin culpa, han conquistado la aversión de América -así pensó alguien que bien sabía lo que pensaba- y ello así porque los hijos del imperio no tendrán nunca nuestro cariño por atropelladores. Ellos han sembrado el terror y nunca el amor. Y estos pueblos nuestros, muchas veces sacudidos y hasta vencidos, les lanzan despreciativamente espesos salivazos y pesados escupitajos. Tenemos razón, porque sus águilas de rapiña, águilas con alas de oro, han sabido desgarrar y deshonrar gloriosos pabellones, al posarse sobre ellos, en Cuba, Nicaragua, México, Quisqueya, Panamá y Haití.

Hace cierto tiempo, que en un discurso en la Universidad de La Habana, el ex-presidente Carter abogó por un acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, condenando el abuso del bloqueo asfixiante y letal que lleva más de cuarenta años.

Un señor del exilio cubano de Miami, de nombre Nelson Díaz Balart opinó acerca del discurso de mister Carter diciendo, que ese discurso representaba una apología del castrismo. Ciertamente que a noventa millas de la isla gloriosa, se encuentran los ultraemigrados que perdieron el don de «damas y caballeros».

Esos ciudadanos de norteños sentimientos no saben tal vez ¿quién sabe? que el 28 de abril de 1823 el secretario de Estado John Quincy Adams, siendo presidente James Monroe, le envió una carta a Hugh Nelson, embajador en España para que se la entregara al rey Fernando VII, al que Napoleón tiempo atrás le había tomado prestado el trono para sentar en él a su hermano José Bonaparte.

John Quincy Adams que llegaría a la presidencia de la gran potencia del Norte, se refería a la política de su país con respecto a Cuba y a Puerto Rico. Mister Adams no se andaba por las ramas, sino que se iba directamente a las raíces.

Por eso manifestaba en su carta: «estas islas son apéndices naturales del Continente Norteamericano». En cuanto al abusivo secuestro de Guantánamo o Caimanera, celebraron ellos los norteamericanos, por la razón de la fuerza, un contrato o tratado leonino y medalaganario. Ocurriendo en diciembre de 1959, que cuando pretendieron burlonamente pagar el importe anual del ridículo contrato,el doctor Castro Ruz les devolvió el cheque y al dorso le puso: «el territorio de Cuba ni se alquila ni se vende». Este doctor Castro Ruz, en 1947, cuando era estudiante, abandonó la Universidad y se concentró en Cayo Confites como soldado raso para venir a pelear aquí contra la tiranía de Trujillo.

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