Cartas al director

Cartas al director

[b]Señor director:[/b]

Quiero referirme al reportaje aparecido hoy en el diario bajo su dirección titulado «El Archivo General se pierde en precariedades», calzado con la firma de Anibelca Rosario, a quien no tengo la dicha de conocer. En el susodicho reportaje, si bien se dicen algunas verdades, se dicen inexactitudes y se callan muchas verdades, lo que no se compadece con un buen periodismo.

Empieza dicho reportaje afirmando que en el Archivo General de la Nación «más que documentos de valor existen problemas y precariedades». Y yo pregunto: ¿Qué otra institución, oficial o privada, puede ofrecer el acervo, aunque menguado por diversos factores, que ofrece el Archivo General de la Nación? Para más adelante poner en bocas de Roberto Cassá y de Euclides Gutiérrez la afirmación de que «además del deterioro, valiosos documentos han desaparecido….por la falta de voluntad que en distintos períodos han demostrado las autoridades», sin especificar si éstas son las autoridades de los distintos gobiernos que hemos ¿padecido? los dominicanos o si se trata de las autoridades de la Institución, algo que sería bueno destacar en cada reportaje que sobre esta maltrecha y maltratada institución se hiciera.

En el siguiente párrafo dice la reportera que Roberto Cassá, a quien respeto y admiro como veraz historiador, le habló de mutilaciones realizadas a diarios y revistas, y que fueron res las personas que hicieron tales mutilaciones, alegando que es al director de la institución, señor Ramón Font Bernard, quien debe decir quiénes son estas personas. Después de la afirmación de Roberto Cassá, corresponde al director aclarar la afirmación, desmintiendo ésta o diciendo responsablemente los nombres de esas personas.

Prosiguiendo con el reportaje, en éste se dice que Ramón Font Bernard (quien lleva trece años al frente de la Institución, no ocho como se afirma en el mismo) afirma que los nombramientos se hacen con un criterio político, no profesional. Esto es cierto, y cierto es, además, que con los sueldos de miseria que se han pagado siempre en el Archivo General de la Nación no se puede esperar ni exigir mucho. Pero se falta a la verdad cuando se afirma que el acceso a la Colección Lugo está negado al público. Esta, al igual que otros documentos y libros de reserva, se encuentra directamente a mi cuidado, y si bien es cierto que para acceder a los mismos es necesario que quien acceda a ellos debe llenar ciertos requisitos, nunca el suscrito ha negado a nadie tal acceso.

En alguna parte del reportaje que nos ocupa se habla de una «historiadora Muñoz», a quien, como a la autora del reportaje, no tengo la dicha de conocer, pero aquella dice algo que de ser cierto nos colocaría a la altura de los demás sitios en el mundo a los que se acude a investigar. Dice la señora Muñoz que en el Archivo «Te da la impresión de (una) funeraria. Hay un silencio que habla más que los diálogos». Y así debería ser. Sólo que no lo es, ya que es ésta (la falta de silencio que toda investigación requiere) una de las fallas de que adolece en Archivo.

Es del todo cierto lo de la Comisión nombrada por el Poder Ejecutivo, para la cual el suscrito tuvo a bien rendir un informe en meses pasados. Acerca de la capacidad o incapacidad del personal, es cierto, en gran medida, todo lo que se dice, aparte de la vocación de servicio de ciertos empleados, que nos honra de la institución. De las computadoras…. están en vías de entrar en servicio, a la espera de la designación de un Encargado para el Departamento de Cómputos que implante los programas correspondientes a una entidad de la naturaleza del Archivo General de la Nación. ¿Fotocopiadora? Incierto. ¿Reguladores de temperatura? Cierto. ¿Cámaras de control? ¿Control de qué?

Por último, es totalmente incierto que la Institución esté enteramente abandonada o desatendida, pues en la actualidad se realizan trabajos, aunque éstos no siempre obedeciendo a un criterio adecuado.

Atentamente le saluda,

Miguel A. Holguín-Veras

Supervisor General.

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