Cartas al director

Cartas al director

Señor director:

La carta pastoral del martes 28 de enero contiene un trueno que nadie entiende, pues está dirigido contra el Presidente Hipólito Mejía, un gobernante que merece el trato más considerado que pueda dársele a un jefe de Estado. Los altos jerarcas de la Iglesia Católica truenen por los apagones en momentos en que el Gobierno hace esfuerzos para conjurar ese problema. Los obispos saben que esta Administración ha rescatado el servicio de energía eléctrica y lo ha llevado a los campos de la región Noroeste y a otras comunidades rurales del país. Es injusto echarle leña al fuego en medio de la crisis que nos abate y el día en que se inició una huelga nacional desestabilizadora con fines evidentemente políticos.

Los obispos truenan contra el Gobierno por la devaluación de la moneda nacional, a sabiendas de que esa devaluación fue provocada por los grupos empresariales que desfalcaron y quebraron tres bancos, por los actores económicos que especulan con la prima del dólar y por los sectores industriales y comerciales que se aprovechan de la crisis subiendo los precios de los artículos que la población debe comprar. Para los obispos, esos sectores poderosos son intocable, aunque hayan generado y agravado los problemas que ahora quien achacarle al Gobierno.

Aquí todo el mundo sabe quiénes son los culpables de la inflación que afecta al país, pero en vez de tronar contra ese capitalismo salvaje, como lo llama el jefe mundial de la Iglesia Católica, nuestros obispos prefieren tronar contra un Presidente que enfrenta a quienes sólo piensan en seguir sirviéndose con la cuchara grande y se niegan a pagar impuestos porque lo quieren todo para ellos.

Los obispos truenan contra lo que ellos llaman «afán continuista del Presidente de la República», pero no se atreven a tronar contra el afán continuista de ellos, tal vez porque es fácil ver la paja en el ojo ajeno, y bastante difícil ver la viga que uno tiene atravesado en su propio ojo. Además, uno no sabe de dónde les sale a los obipsos la peregrina idea de que el Presidente Hipólito Mejía «quiere permanecer en el poder a como sea». El pueblo sabe que eso no es verdad y los altos jerarcas de la Iglesia Católica saben también que el Presidente es más democrático que el contrincante de él a quien ellos están aupando. Aquí nadie ignora que es precisamente el señor Leonel Fernández el que ha dicho que quiere ser presidente a la buena o a la mala.

Insinuar que el Gobierno es «ajeno a los problemas» es desconocer hechos reales como la Construcción de 125 acueductos y el aporte de 250 mil soluciones habitacionales para mejorar la calidad de vida de 4 millones de personas, la construcción de 16 mil aulas escolares, la pavimentación de las calles del país. Aun en medio de las precariedades generadas por la crisis, el alza de los precios de los combustibles y la falta de sensibilidad humana de sectores poderosos que no quieren pagar el precio de la paz social, el Presidente Mejía enfrenta los problemas del país a los cuales no atendió ese Plan al que los obispos le hacen el juego.

Uno no entiende ese trueno de los obispos contra el Gobierno y mucho menos en lo que respecta al pedido de que se aumenten los sueldos como si no estuvieran enterados de que, a pesar de la situación calamitosa de la economía nacional, el Presidente hizo un sacrificio y aumentó los sueldos en un 9% la semana pasada, o como si no supieran que aumentar más de ahí desencadena más la inflación.

Es una lástima que los obispos se pongan el chaleco de políticos neoliberales para recomendarle al Gobierno «reducir drásticamente el gasto público corriente», pues ellos saben que eso significaría la cancelación masiva de empleados públicos, la suspensión de los programas sociales, la eliminación del subsidio al gas de cocinar, el transporte público y a la electricidad, cerrar los mercados populares de INESPRE. Lo que piden los obispos es una desprotección criminal a los pobres frente a la globalización rampante y la declaratoria de disolución de la sociedad dominicana que caería en la ingobernabilidad, la delincuencia, el caos. Sería el fin de la paz que se respira todavía, gracias a Dios, en la República Dominicana.

Como quien escupe para arriba, al tronar los altos jerarcas católicos contra «la práctica corrupta de ofrecer a los legisladores jugosas cantidades de dinero», hacen que el pueblo recuerde que el gobierno del PLD compró los votos de diez diputados del PRD violentando la voluntad popular en la Cámara de Diputados y compró los votos de decenas de regidores en un asalto a la Liga Municipal Dominicana en el que combinó la práctica corrupta con el uso vil de la fuerza pública.

Lo que me apena de este trueno de lo obispos es que se parece mucho al trueno que con que esa misma iglesia ayudó a tumbar el Gobierno de Juan Bosch en contubernio con los grupos políticos más atrasados y con sectores poderosos que gozan asfixiando a los pobres y venden su alma al Diablo para quitar de en medio al Presidente de ayer y al Presidente de hoy por su claro compromiso con los pobres.

Respetuosamente,

Alejandro Solano

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