CARTAS AL DIRECTOR
Base legal

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Base legal

Señor director:
Con agrado leímos la sugerencia que hace el señor Emilio José Brea García en el artículo publicado en la página editorial de su periódico, de fecha 9 de noviembre del 2004, bajo el título «Por una Guardia Forestal».

Ciertamente, mediante el Decreto No.1194-2000, de fecha 13 de noviembre del 2000, el Poder Ejecutivo creó el Servicio Nacional de Protección Ambiental o Policía Ambiental, como órgano dependiente y adscrito a la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y el artículo 92 de la Ley 76-02,  mejor conocida como Nuevo Código Procesal Penal establece lo siguiente: «Los funcionarios y agentes de policía tienen las obligaciones de practicar las diligencias orientadas a la individualización física e identificación de los autores y cómplices del hecho punible y llevar a cabo las actuaciones que el Ministerio Público les ordene, previa autorización judicial, si es necesaria».

De lo anterior se desprende que existe una base legal que permite establecer, como bien dice el señor Brea García, que si existe un excedente de 12,000 efectivos en las Fuerzas Armadas dominicanas, este personal en el cual el Estado Dominicano invirtió cuantiosos recursos en su formación, capacitación, entrenamiento, disciplina, etc., convertido así en un cuerpo para servir a la nación, no debe ni puede ser enviado a sus casas, cuando existe necesidad de servir a la patria en la defensa, protección y guarda de los recursos naturales de toda la geografía nacional, es decir, la guardia forestal que sugiere el Sr. Brea García, cuenta en la actualidad con menos de 200 miembros y se requiere como mínimo un número igual a los «12,000 vagos» que se pretende enviar a sus hogares desde las Fuerzas Armadas, puesto que no solamente la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales requiere de estos miembros, sino que el Ministerio Público Ambiental también para el desempeño de sus funciones en todo el territorio nacional requiere del auxilio de una guardia forestal bien entrenada y disciplinada.

Por tanto, enhorabuena viene la sugerencia del señor Emilio José Brea García, que tuvo a bien su periódico considerar digno de ser publicado, al tiempo que espera que las presentes observaciones corran la misma suerte.

Gracias anticipadas,

Dr. David La Hoz

Procurador General para la Defensa del Medio Ambiente y los Recursos Naturales.

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Un ejemplo

Señor director:
A principios de la semana recién terminada aconteció un suceso que, si vamos a verlo con todas las características de la vida normal, no tuvo nada de extraordinario, un señor de avanzada edad murió rodeado de sus familiares y amigos. Hasta aquí, todo está muy bien, ahora viene lo más interesante.

Resulta que este buen señor no era un ser humano normal común y corriente como estamos acostumbrados a conocer y tratar. Se trataba de una persona que sólo vivió para enseñar, y lo más extraordinario aún, para practicar ardua y cotidianamente lo que predicaba.

Hombre sencillo y simple como los grandes hombres, con un altísimo concepto del deber y la responsabilidad; joyas éstas que forjó y perfeccionó en el crisol diario de su trabajo. Honesto y fiel a carta cabal, con una trayectoria conyugal incuestionable donde sólo su esposa Sarah fue la única compañera, social, esposa, madre y abuela.

Viene a mi memoria las únicas veces que le ví, cuando acompañado de su esposa se dirigían a su empresa a trabajar, siempre juntos.

Debo ser honesto. Nunca hablé con este buen señor, ni tengo relaciones de tipo amistoso con ninguno de sus familiares; pero el motivo principal que me mueve a comentarle estas líneas es que me sentí conmovido cuando leí en el día de hoy las reseñas del acto del sepelio de este extraordinario ser, y donde ví reflejado el hiriente dolor en la cara de uno de sus nietos, se nota que sobre todas las cosas, murió el ser más venerado para una persona, su abuelo. Y más, cuando este abuelo fue el maestro de todos los que se le acercaron. Así como expresó su hijo: «No escribió un libro, él lo escribió con su vida».

Yo también perdí a mis padres, y creo que puedo cometer la osadía de decirle a sus familiares que hombres como él no mueren, solamente pasan de un plano a otro, pero siempre presentes a través de sus obras; no solamente las materiales, sino las que perduran a través de las generaciones: sus ejemplos y sus complejos.

El sembró la semilla del bien, del trabajo arduo y continuo, de la honradez consigo mismo y la fidelidad hacia los demás, las cuales estoy seguro, de que cayeron en terreno fértil. Y esto no muere nunca. Esta es su obra.

Creo en los grandes hombres…Y él, don Manuel Corripio García, es uno de ellos. El también es mi ejemplo a seguir.

Atentamente,

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