CARTAS AL DIRECTOR
Clientelismo

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Clientelismo

Señor director:
La transición presidencial del año 2000 me marcó, recuerdo la alegría y las celebraciones de mis compañeros de partido, recuerdo sus sueños y sus ambiciones. No podré olvidar la algarabía de esos días en muchas personas que veían en su PRD en el poder la oportunidad de realizar sus esperanzas. No se piense que hablo de esperanzas colectivas, hablo de las esperanzas individuales que por errores de nuestra cultura política son en la mayoría de los casos el fin de cualquier activismo partidario. Les hablo de gente luchadora, en muchos casos de escasos recursos económicos, que veían en esa situación una posible mejoría.

Estos nuevos empleados en la mayoría de los caso sustituían a personas de sus mismas condiciones económicas y profesionales. Nuestra contentura se veía menguada por la tristeza de quienes sustituíamos, personas con hijos, con préstamos y con todos los problemas propios de todos los dominicanos. Cuatro años después vivimos lo mismo, pero al revés. No sorprende ver las mismas actitudes, los mismos sufrimientos y las mismas celebraciones. A los cancelados de ayer y los de hoy me los imagino como marionetas en un juego en el que no influyen, pero del que son victimas.

Nuestra clase política se juega su existencia con estas prácticas. El Estado y sus dependencias deben ser catalizadores de los servicios que requieren los ciudadanos y no un botín de guerra. En ocasiones estas sustituciones se producen en medio de desconsideraciones y revanchismos absurdos. Quienes ganan las elecciones desprecian el sacrificio de quienes han trabajado con honestidad y apego en cargos donde no se toman decisiones de importancia.

el poder político se persigue con fines concretos. Se nos enseña que debe ser para ejecutar ideas que reviertan en beneficios del conglomerado que otorga el poder. Sin embargo, justo es reconocer que esas motivaciones no son la norma, sino que en la persecución de poder político muchos identifican su mejoría personal. Esto revestido de límites prudentes no sería un problema, pues no se puede pretender que los dirigentes principales de los partidos políticos no manejen cuotas importantes de poder. En otras palabras el clientelismo es una realidad política ineludible que se presenta en las democracias más avanzadas del planeta. El problema del fenómeno dominicano es que esta repartición está desbordada. No se tienen criterios concretos, pues se abusa de las posiciones más insignificantes. No abogamos por eliminar el poder discrecional que deben tener los administradores para trazar sus objetivos y ejecutarlos con su personal. Lo que sí queremos denunciar es el atropello y el engaño que es seguir fomentando un clientelismo sin futuro que ilusiona temporalmente, pero que no transciende en nada positivo ni para los que se benefician de él.

Nuestros partidos políticos deben convertirse en agencias de mejoramiento académico y profesional para sus miembros. Y deben dejar de ser, de manera gradual, en agencias de empleos. Parte de los recursos que manejan estas organizaciones deben de invertirse en preparar a su militancia para hacerla independiente y autosuficiente. Nuestras listas de militantes deben ser fuentes de recursos humanos no para cargar al Estado sino para suplir nuestras necesidades profesionales. Si nuestros partidos encarnan la modernidad entenderán que solo serán interlocutores válidos si determinan dotar de herramientas de supervivencia a sus miembros y no de seguir repartiendo limosna que lisian y que son insuficientes. Me siento optimista pues se de núcleos tanto en el PRD, al que pertenezco, como en otras organizaciones que se han casado con la idea de abandonar el clientelismo político como credo fundamental y que se encaminan sin prisa pero sin pausa a variar la mentalidad de sus miembros.

La miseria material de nuestras clases desposeídas, la miseria en la actitud de gran parte de nuestros dirigentes y por último la miseria de solidaridad en nuestras capas más altas constituyen el principal freno para asumir esta batalla. La existencia de tanta miseria material y sicológica permite que quienes comercian en ella siempre tengan caldo de cultivo para cometer abusos disfrazados de ayuda. Nuestra patria ha ido superando situaciones más dramáticas. Por eso afirmo a viva voz que esa cultura política de retroceso comienza a perder su efecto tanto en las nuevas generaciones como en dignos representantes de las generaciones anteriores. El dirigente político que cimiente su liderazgo sólo en esas ayudas debería ir perdiendo terreno frente al liderazgo político que enseñe y dote de instrumentos para salir a camino de manera definitiva y estable. No aspiramos a borrar una cultura política de manera utópica sino que pretendemos que primero se admita el abuso y engaño que es el clientelismo. Y segundo que nuestra clase política se comprometa de manera gradual a reducirlo y luego a controlarlo.

Atentamente,

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