CARTAS AL DIRECTOR
Cuatro muertes

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Cuatro muertes

Señor Director:
Los sucesos de Piedra Blanca, en Bonao, donde fueron segadas cuatro vidas jóvenes, deben llamarnos a una profunda reflexión sobre el sentido que los partidos le han venido dando a la actividad política.

Del sitial en que la colocó el patricio Juan Pablo Duarte como la más noble ciencia después de la filosofía, la política nacional ha descendido a niveles que casi rozan el estercolero.

La lucha política ha devenido en un campo donde las diferencias se canibalizan, las creencias se fanatizan y los intereses reproducen los más cruentos episodios de la vida salvaje, como si se tratara de un «matar o morir». Y es que cuando los mazos toman el escenario, los argumentos huyen como sombras de la tarde en el ocaso del sol.

Y qué queda ahí, en el espacio abandonado por los razonamientos?

Queda un desfile de mil demonios en tropel. Queda el protagonismo de las pasiones, los desenfrenos emocionales y la soltura del cavernícola que todos llevamos adentro.

Si hay un terreno donde se pone más de manifiesto la máxima que reza que «el hombre es un lobo para el hombre», ése es sin duda el campo político, hervidero de intrigas, trapisondas, animosidades y venganzas.

Y lo peor de todo es que ese instinto lobuzno es capaz de cubrirse taimadamente con la piel de una oveja y de hacer maniobras de mimetismo exentas de ideología. Así las ambiciones personalísimas pasan disfrazadas como de interés general.

La degeneración del ejercicio político también acarrea la corrupción del espíritu, creando ahí un agujero negro que se traga todo atisbo de cordura, decencia y respeto por las posiciones e ideas de los demás. Y en ese contexto de bestialidad y primitivismo, nada puede sorprendernos.

Nada que sea propio de los estadios en que el hombre apenas podía diferenciarse del resto de los demás animales.

Los cuatro jóvenes cuyas muertes violentas dejan un drama de luto y dolor, fueron víctimas del giro que le hemos dado en las últimas décadas al quehacer político. Un giro que enfila hacia la obtención de poder y dinero y que ha transformado la esencia de la política y destruido los valores.

Como consecuencia de ello los dirigentes viven haciendo cosas moralmente cuestionables y hasta censurables, para utilizar términos más conservadores.

Más abajo, está una base de militantes y dirigentes medios que se ha contaminado con la práctica del mercantilismo cupular, donde se negocian las adhesiones, los cargos y los accesos a los privilegios.

Pero lo que más refleja la muerte de esos jóvenes de Bonao, es la herida abierta en el concepto del servicio público. Donde se va a los puestos a acumular poder para avasallar y recursos para una vida de boato.

Allí nadie entregó la vida defendiendo principios ni un ideal de servicio a su comunidad, sino que su muerte fue producto del apandillamiento partidista, de la gansterización de la actividad política. que no para mientes en lo que haya que hacer para aplastar a quienes pujen por un «quítate tú para ponerme yo».

La persistencia de esta situación ha producido un proceso de quiebra moral y financiera tanto del país como de nuestra democracia.

Y todavía nada asegura que no seguiremos sangrando de esa herida mortal.

Quienes actúan cegados por las ambiciones nunca podrán entender que el accionar político transcurre en la interacción con otros partidos; de ahí que muchas de sus propuestas y estrategias estén dictadas por la lógica de

esta relación competitiva. Por esa razón no es raro que aparezcan marcados paralelismos entre los partidos políticos. Pero de ahí a llegar a la intransigencia partidista que solo plantea un discurso de confrontación y de polarización y que ve en el competidor a un enemigo amenazante, es llevar las diferencias a extremos peligrosos que auguran nuestro hundimiento.

Ojalá que la sangre de esos cuatro jóvenes produzca un sacudimiento de la conciencia nacional sobre el verdadero sentido de servicio al prójimo que tiene la práctica política.

Atentamente,

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