CARTAS AL DIRECTOR
De la fundita a la tarjeta

CARTAS AL DIRECTOR<BR> De la fundita a la tarjeta

Señor director:
En fecha martes 5 de octubre, el gobierno dominicano dio inicio al programa alimentario «Comer es Primero», que inició con 6 mil familias pobres del sector Los Guandules, de esta capital. Dotados de una tarjeta de débito, los beneficiarios iniciales podrán hacer compras hasta 550 pesos mensuales en artículos comestibles, básicos para la dieta diaria. Pero están excluidos los dulces, cervezas, bebidas alcohólicas y gaseosas. La tarjeta de débito permite también acceder a un programa de subsidio del gas propano, asistencia escolar y en lo futuro a otros paliativos para amortiguar la angustia de una población de hermanos dominicanos, que paradójicamente se destacan en el mapa de la pobreza porque como población suman millones.

Por años hemos visto desarrollarse programas de asistencia social a sectores desposeídos y prácticamente todos toman la misma ruta, pues calcan modelos de clientelismo partidario, dando vigencia al reparto un tanto medagalaganario de funditas de comida, acción de la que se encarga algún dirigente sectorial del partido de turno, lo que le convierte en una especie de padrino o cacique a quién hay que rendirle pleitesía y él que al mismo tiempo puede manejar al antojo la acción benéfica que con buenas intenciones ha desarrollado el gobierno. A posteriori salen a relucir historias inverosímiles de cantidades de funditas entregadas a familiares del encargado de la distribución o vendidas en el mercado negro o utilizadas como arma de chantaje para agenciarse la asistencia a un acto partidario, como si no bastara la dolorosa situación de pobreza de los llamados a recibir la asistencia del estado, tienen además que soportar la vergüenza de agotar largas horas expuestos a las inclemencias del tiempo o de que resulten víctimas de algún desorden en los que suelen terminar estos repartos de funditas.

Mientras la fundita enrostra en la cara del pobre su estado calamitoso. La tarjeta de débito ahorra la vergüenza y la discriminación. A su vez, este novedoso mecanismo inserta a los beneficiarios del programa en la cotidianidad de la banca electrónica y puede ser un útil instrumento didáctico de ahorro y control, hábitos difíciles de ejercer cuando impera la cultura de la pobreza.

Las crónicas recientes hablan de elevados volúmenes de ventas de parte de los colmados barriales que aplicaron para ser receptores de las tarjetas de débito. El que hayan sido seleccionados sólo algunos establecimientos, es otra medida inteligente que habrá de garantizar un adecuado control de la transparencia de este programa, pues los mecanismos de control y auditoría de parte del gobierno resultarán más ágiles, en razón de que el universo de puntos de expendio autorizados a recibir la tarjeta de débito es limitado. Involucrar a las juntas de vecinos para que confronten mediante listados la autenticidad de los trajetahabientes, es una importante labor de observación vecinal que ejercita la transparencia. Ello terminará por crear conciencia en los dirigentes comunitarios de la importancia de la prevención y seguimiento de las acciones sociales a favor de sus comunidades, al hacerlos dolientes, defenderán el programa y aportarán ideas para que en lo futuro sea cada vez más eficiente y obviamente permitirá que más familias se beneficien, pues en los programas sociales, sucede igual que con el agua que corre por las tuberías, si no hay fugas, llega a todos y llega más.

Corresponde a los colmaderos y a los dirigentes de las federaciones que los agrupan poner su grano de arena para el éxito del programa «Comer es Primero». Tradicionalmente los colmados barriales venden a precios más altos que los super e hiper mercados y la justificación viene dada en que los volúmenes de ventas no son tan amplios como para establecer precios más racionales. Mercadológicamente los colmados acreditados para recibir la tarjeta de débito de «Comer es Primero» se hacen beneficiarios de una clientela cautiva, por tanto sus niveles de ventas habrán de elevarse en comparación a sus estadísticas normales. Si venden más, han de comprar más a los abastecedores, por ende se benefician de la economía de escala. Justo es que traspasen a los consumidores del programa estas rebajas, que serían como un subsidio, ñapa o incentivo a la lealtad del cliente. Sus márgenes de ganancias no van a mermar, por el contrario las ventas aumentarán y el flujo de caja de sus negocios convertirá a los colmaderos barriales en apetecibles clientes para la banca comercial, enfrascada en la segmentación del mercado e interesada en la incorporación de estos negocios a su cartera de clientes.

Si a lo anterior le sumamos la rebaja que paulatinamente experimentan los productos a consecuencia de las acertadas políticas económicas de la presente administración enfrascada en estabilizar la tasa de cambio (que ha experimentado sustanciosas bajas) y desmontar los niveles de interés bancario es obvio que los $550.00 que es el límite de la tarjeta de débito de «Comer es Primero» tendrán más valor adquisitivo para los beneficiarios del programa. Excluir paulatinamente la fundita de la cultura de la pobreza, podría ser uno de los trillos que permita arribar a un nivel de más dignidad a favor de nuestra población necesitada. Contento ha de sentirse el maestro Juan Bosch, pues empezar el tránsito de la fundita a la tarjeta es reivindicar la dignidad de los que no tienen la culpa de nacer pobres, aquellos a quienes una vez Jesús les llamó: Bienaventurados.

Atentamente,
Juan Nadal Nolasco

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