CARTAS AL DIRECTOR
Fe y alegría

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Fe y alegría

Señor director:
Fe y Alegría nació en 1955 de una experiencia donde se dieron la mano varias fuerzas. Un grupo de jóvenes universitarios, acompañados y guiados por el Padre José María Vélaz, sj, colaboraban y se entregaban más allá de los fines de semana para servir y evangelizar en el barrio 23 de Enero en Caracas, Venezuela. En intercambio con la comunidad notaron que la prioridad era la educación. Percibían la necesidad de educar pero no tenían el lugar donde se iniciaría la docencia.

Un hombre de la comunidad, Abraham Reyes, junto a su esposa Patricia, dijo: «Padre tenga mi casa, porque si yo me quedo con ella será sólo mía y de mis hijos, pero si la entrego para que sea una escuela, será de todos los niños de la comunidad». Ocho años habían durado Abraham, albañil, y Patricia, ama de casa, para construir la casa. Así inició Fe y Alegría hace ya 50 años, fruto de la unión, de la generosidad y del deseo de una comunidad concreta que deseaba transformarse.

Fe y Alegría llegó a República Dominicana en 1990. Un año después se funda el primer centro en el barrio Pantoja de la ciudad de Santo Domingo. En la actualidad contamos con más de 30 Centros de Fe y Alegría a nivel nacional: San Rafael del Yuma, Higüey, Quisqueya, Los Frailes, El Almirante, Los Mameyes, Sabana Perdida, Marañón, Los Guandules, La Ciénaga de Los Guandules, Villas Agrícolas, Palmarejo, Pantoja, Los Alcarrizos, Lechería, Cutupú, La Vega, Puerto Arturo, Jima Abajo, Comedero Arriba, Villa Jaragua, San Cristóbal, Pizarrete, Cruce de Arroyo Hondo (Baní), y diez centros más en proyecto.

Celebramos 50 años de la fundación internacional y 15 años de la nacional.

Desde fe y Alegría promovemos una escuela que sea ella misma comunidad, y que se sienta como tal, donde las relaciones y la acción educativa entre estudiantes, maestros/as, equipo directivo, personal de apoyo, padres y madres estén encaminadas hacia un horizonte creador de participación y democracia, creadoras de fraternidad, desde los múltiples niveles de enseñanza-aprendizaje. De este modo, en nuestras «escuelas comunitarias» asumimos un liderazgo compartido, basado en la horizontalidad donde cada quien aporta desde la función que le corresponde.

La relación permanente con la comunidad local forma parte del quehacer cotidiano de todas nuestras escuelas. Por eso iniciamos nuestra acción educativa acercándonos a las niñas y los niños, y a sus familias, porque por medio de la cercanía y del conocimiento podemos transformar su realidad y su contexto.

El contacto estrecho con la comunidad se da en la cotidianidad, y en la vida misma de toda la escuela, pero es fortalecida por un equipo que la anima. En Fe y Alegría, los «equipos relación escuela-comunidad», conformados por padres y madres, profesoras y profesores, estudiantes, y líderes comunitarios, cumplen esta función.

La vinculación con la comunidad local, a través de sus organizaciones comunitarias, no es con el objetivo de que la comunidad «le resuelva» los problemas a la escuela. El propósito es unirse para entre todos ir buscando las soluciones adecuadas a las problemáticas que se dan en la comunidad, y que impiden la realización de una vida vivida con dignidad. Nuestras escuelas están situadas en lugares empobrecidos con carencias tales que afectan la vida de niñas, niños y sus respectivas familias y comunidades. Teniendo como objetivo común la realización de una vida digna al interior de la comunidad, la escuela y la comunidad se unen y participan juntas con miras a solucionar los problemas que afectan a ambas. Así, escuela y comunidad, unidas, posibilitan que la vida pueda vivirse con la dignidad que todo ser humano merece por ser humano.

Múltiples experiencias van trazando ese camino: el inicio de nuestras escuelas como centros de educación comunitaria, abiertos a la comunidad. Como dice Luisa Pérez, madre de uno de nuestros niños de la escuela Espíritu Santo en Baní:

«…yo soy una madre de pocos recursos económicos para pagar un colegio; ni niña tiene tres años aquí yo me siento muy bien, porque mi hija ha aprendido mucho, tiene formación religiosa y tiene formación comunitaria…».

Además de esto, tenemos dispensarios médicos co-gestionados por la escuela y la comunidad, tenemos la experiencia de realizar acuerdos con organizaciones comunitarias para a través de la educación y la formación ciudadana transformar el entorno.

Creemos que por la participación, tanto con la comunidad de la escuela como con la comunidad local, la calidad de la educación y de la vida de nuestras comunidades puede mejorar, porque los sueños, la acción y el trabajo se hacen compartidos, y entre muchos, la carga del camino, se va haciendo más ligera.

En estos quince años de presencia de Fe y Alegría en República Dominicana hemos aportado y caminado de la mano de nuestras comunidades. Seguimos haciendo nuestra apuesta desde la educación y desde la alegría de nuestros corazones, porque creemos que el camino de crecer en humanidad es para hacerlo en comunidad, caminando de la mano, apoyándonos mutuamente.

Atentamente,
Frankelly Martínez

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