CARTAS AL DIRECTOR
La bolita…

CARTAS AL DIRECTOR <BR>La bolita…

Señor director:
Desde hace mucho tiempo estoy por dirigirme a usted. No lo había hecho porque todavía me siento tímido con la gente de aquí de la capital, a pesar de que yo me defiendo bastante y sé un poco de letras, aunque no tanto como usted.

Precisamente, por saber un poco de letras, es que me han sucedido tantas cosas y tanta gente me ha pasado por arriba con la velocidad del rayo y se han convertido en unos tutumpotes, tal como decía Federico García Godoy en su obra Guanuma y que después popularizó el ilustre Juan Bosch.

No sé realmente por dónde comience a explicarle lo que me ha pasado a mí. Es triste de contar porque a lo mejor nadie me cree, pero le digo que como dice la vieja canción de Carlos Pizarro: Yo tengo una bolita que me sube y me baja, porque eso me pasó por haber estado de trascendido, privando de filorio.

Fíjese, después que la gente comenzó a perder la vergüenza, a faltarle el respeto a la sociedad y a decir que nada es nada y que todo se resuelve a papeletazo limpio, los hombres que nacimos al comienzo de la Era del Benemérito nos da mucho qué sé yo quejarnos por todo, especialmente cuando tenemos que hablar de nuestras desgracias o de lo difícil que se nos hace ver a linda, a pesar de uno juntarse con mucha gente fina de la jai-lai y con muchos políticos que se les ve de lejos que están bien de arriba hacia abajo, siempre vistonosos y llenos de gusto.

Como usted bien sabe, el doctor Joaquín Balaguer y yo fuimos muy buenos amigos y todo lo que tenga que ver con nuestras relaciones lo conservo muy bien guardado. Precisamente, el doctor me enseñó que la lengua se deshonra con la queja, por eso me aguanto y sólo a usted me atrevo a contarle algo.

Hasta una carta en la cual me asignaba un apartamento en la José Contreras que nunca me lo dieron. No sé por qué aún. La verdad es que él y yo nos llevábamos de lo más bien, tanto que me permitió amarrar una chivita que jugaba mucho con los perros que él tenía y resulta que después que él se fue de este mundo alguna gente envidiosa que se quedó en la casa, yo no sé si se la comieron, la mataron o la dejaron morir, pero jamás se ha sabido de la bendita chivita esa.

Eso mismo me pasó con Peña Gómez. Usted sabe que ese moreno y yo fuimos compañeros de estudios y estudiábamos en los mismos libros. Ese cuidaba bien de mi otra chivita, pero vinieron la gente del pph y nunca más se ha sabido de la chivita.

Pero mi querido director, lo que más me duele de todo lo que me ha pasado a mí y que por eso está esa bolita que me sube y me baja., y es que el jefe del pph, mi amigo Hipólito Mejía, no se diera cuenta de que en su nombre me estaban engañando, prometieron pagarme y nunca lo hicieron, por el contrario, permitieron que yo me endeudara en algunos medios de comunicación. Yo le cuento esto a usted porque Dios es grande, pero tengo compadres que no me creen. Es más, fíjese. En una ocasión mi cuenca era tan grande que perdí la vergüenza y fui donde un banquero para que me diera trabajo y me pusiera a cobrarle a todos los malapagas, unos 600 millones de pesos que debían, ¡y sabe usted lo que me dijo el filisteo ese!, que él estaba estudiando Derecho, que esa gestión no era para mí, pues yo era un hombre de mucho prestigio, además, no tenía dinero con qué pagarme, esos eran préstamos políticos y él no quería que el presidente le llamara la atención por poner un abogado a cobrarle a sus amigos. Esa bolita me subió y me bajó tanto que yo salí loco de ahí.

Como yo sé que usted es un hombre muy ocupado, quisiera saber si dispone de tiempo para seguirle contando de algunas cosas extrañas que me han sucedido porque sólo un hombre de la experiencia suya me puede aconsejar para que no me sucedan más, porque en realidad a mí mismo me da pena lo que me ha pasado y ya estoy en edad de evitarlo. Me complace mucho esperar su respuesta.

Perdone, yo sé que usted me comprenderá. Su amigo que lo admira y lo respeta desde los tiempos del Perínclito.

Su atento servidor y amigo,

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