CARTAS AL DIRECTOR
La debilidad mental

CARTAS AL DIRECTOR <BR>La debilidad mental

Señor director:
Cuando se habla de un «niño retrasado» o de un desarrollo retrasado» se admite sin decirlo un desenvolvimiento fundamental normal del desarrollo. La comparación del débil mental con el normal no puede bastar, sin embargo, si se observa y se mide solamente en que medida el que está deficiente en su desarrollo se encuentra retrasado con relación al normal. Debemos recordar que toda modificación cuantitativa en un ser humano trae consigo cambios cualitativos. Dichos niños no sólo están menos desarrollados que sus coetáneos, también son distintos.

El niño débil mental no sólo se diferencia gradualmente del normal, sino que tiene una estructura que sigue leyes propias.

Todo aquel que tiene que ver con este tipo de niños observa que la debilidad no es en realidad una denominación unívoca, sino que es un concepto cumulativo para deficiencias de diferentes tipos. Puede formularse la idea del débil mental cuando funcionan adecuadamente algunos aspectos del ser infantil. Desde una conformación de esta naturaleza puede quedar impedida la verdadera armonía de la pequeña personalidad.

Muchos aspectos del desarrollo infantil pueden alcanzar su diferenciación en tanto otros apenas se desarrollan, dando paso así a personalidades de configuración extraña, que conjuntamente con aptitudes y caracteres desarrollados constituyen el producto de un desarrollo desviado. Este punto de vista es el que nos faculta para señalar que en muchos niños el conjunto está más dañado que las partes.

Cuando se descubre que un niño tiene fiebre, es suficiente motivo para averiguar qué es lo que pasa. Cuando a un niño se le diagnostica debilidad mental es también misión descubrir exactamente lo que le pasa para poder someterle a la educación adecuada. Debemos descubrir y conocer dónde se encuentra la deficiencia principal, si en realidad queremos ayudar.

Las imágenes del débil mental son tan numerosas y variadas que sus aspectos descriptivos nos llenarían gruesos volúmenes. Sin embargo, la simple descripción de los caracteres por los que un niño débil mental se puede diferenciar de uno normal, no resulta suficiente.

Para Heinrich Hanselmann, la debilidad mental es una limitación más o menos aguda de la capacidad de desarrollo de la personalidad. Quiere esto decir, que la personalidad sólo se desarrolla dentro de ciertos límites, o sea, no sólo la inteligencia, sino los sentimientos, la voluntad, estímulos, fuerzas creadoras, es decir todo aquello que compone la personalidad.

Cuando hay disminución factorial de elementos a desarrollarse, en la misma medida vamos a tener un tipo de débiles mentales los cuales serían en tal sentido armónicamente retrasados. Son en efecto, aquellos que resultan más jóvenes que los de su misma edad psíquicamente y así en todos los aspectos.

Estamos de acuerdo con William Stern cuando dice: «La inteligencia es la capacidad general de centrar el pensamiento conscientemente hacia nuevas exigencias; es la capacidad general de adaptación a nuevas situaciones y tareas de la vida».

Esta definición revela que la inteligencia se compone de numerosas facultades. Además nos indica cómo la carencia o bajo nivel de las facultades afectan al niño y su educación, en lo referente a su capacidad para aprender.

Este tipo de niños pueden y muestran capacidad de sentimientos reales, hasta tal punto que muchas veces son manejables a través de los mismos. Son verdaderamente capaces de amar y sentir amor. Resulta muchas veces asombroso el ver cómo reaccionan frente a los sentimientos que se tienen hacia ellos. Podríamos considerar que existe una especie de compensación: aquello que les falta en la cabeza lo muestran con el corazón.

En cuanto al aspecto de limitación en el desarrollo de la voluntad, no pueden imponer su voluntad consciente para algo. Sin embargo, la capacidad de rendimiento es muy variable. Esto hace que en ocasiones obtengamos mejores resultados que nos impulsan a pensar: «podría, si quisiera». Pero en realidad aquel que opine de esta manera olvida, no sabe, que la debilidad mental no es sólo un defecto de la inteligencia; no es una capacidad aislada en un organismo por lo demás sano. Sostendremos siempre que la personalidad se altera toda, razón por la cual también la voluntad, los estímulos, la tenacidad, etc. Creo pues que con mayor razón debemos decir: «podría, si, si quisiera, pero desgraciadamente no puede querer».

Tanto para el niño débil mental, como para el niño sano, hay momentos en que la voluntad se manifiesta como terquedad y hasta tozudez, lo cual constituye una dificultad para el educador. Debemos recordar, sin embargo, que en este sentido de desarrollo la voluntad propia y la insurrección son sólo deformaciones de una disposición, la cual debemos considerar valiosa en sí misma, pues nos muestra el anhelo de independencia del niño.

Toda terquedad es un destacar del yo, ciertamente que en forma muy primitiva. Ha de predominar la obstinación precisamente en los niños que tienen poca voluntad propia, aunque nos pueda parecer extraño. Esto así, porque poseen poca independencia del pensamiento, de la voluntad, del obrar. Con una mayor independencia disminuye la obstinación.

Atentamente,

Atahualpa Soñé

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