CARTAS AL DIRECTOR
¡La Unphu vive!

CARTAS AL DIRECTOR <BR>¡La Unphu vive!

Señor director:
El escarceo al cual eran sometidos aquellos profesionales que aspiraban a lograr su ingreso en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), servía para llenar de orgullo a todos: admitidos y rechazados. Estos mismos criterios aplicaban también para aquellos que buscaban un espacio en el campo docente en la institución que emergió como el ala salvadora de nueva conciencia del profesional del futuro con un lema cuyo contenido filosófico cubría a todos los que allí se encontraban: «Todo aquel que tenga algo que aprender o enseñar será bien recibido».

Fue así como dicho lema sirvió de estandarte a la institución ¡Luz!, la cual se prendó de toda esperanza que pensaba en un futuro interesante promisorio de aquellos que ingresaban a sus aulas.

No se cuestionaba desde ninguna de las latitudes que signan los polos y meridianos sobre aquellos egresados de esa alta casa de estudios produciendo profesionales de altos niveles puestos a prueba tanto dentro como fuera de nuestra geografía. ¡Cuánto orgullo enaltecía a los que nos sentíamos cobijados bajo el techo de la UNPHU. ¡Qué alto privilegio pertenecer a la UNPHU de cualquier manera, empleado, profesor, alumno, amigo y luego, egresados!

Tuve el privilegio de llegar a sus aulas (1971), tras ser recibido por verdadero decano de humanidades, el doctor Joaquín Salazar, el cual me remitió a su vez hacia la emblemática figura de un doctor Luis A. Divergé, decano de Educación, el cual, una vez establecida su consideración me lleva hacia el doctor Rubén Farray, destacado investigador por entonces director del Departamento de Psicología y Orientación, quien finalmente avala sus puntos de vistas con la profusa consideración de un asesor cuyo nombre recuerdan todos los egresados de esa UNPHU. De la que hablamos, doctor Salvador Iglesias B.

Así ingresé a la Magna UNPHU, así he entregado toda mi formación profesional desde entonces con el mismo entusiasmo y el mismo rigor de entonces. ¡Qué hermoso! Mas mi Alma Mater, que se sostuviera con pilares de sólido prestigio en cada una de sus facultades y que lograra a la vez poner académicos de formación monolítica a nivel de sus cargos de rectorías y vice-rectores, ya no es la misma (desde hace un buen tiempo a esta parte). ¡Qué lástima! ¡Cuánto duele todo esto!

Hoy, aún fuera de las labores administrativas luego de entregar, años, tiempos extra, conocimientos, formación y por sobre todo entrega con vehemencia, seguimos sirviendo a la UNPHU, a la UNPHU de nuestros amores, a la UNPHU forjadora de profesionales probos.

Ese es el cuadro que se exhibe en muchos profesionales que antes unos luego otros (fundadores, confundadores precursores), que dejaron todo lo mejor de sus vidas con honrosa entrega de un trabajo que nunca ha dejado de ser imagen refulgente para la UNPHU cuando con gran orgullo resalta: «¡más de 30,000 egresados!».

La realidad es que el orgullo es para todos los que han servido y siguen prestando servicio a la UNPHU, muy a pesar de las grandes dificultades en que se han empecinado y encargado unos pocos que no resistieron el enunciado que le sirve de fundamento a las instituciones de Educación Superior, que dice: «Instituciones sin fines de lucro». Me he preguntado y he concluido en que han modificado este fundamento por esta: «instituciones de lucro sin fin».

Luego de una triste, larga, bochornosa y desvergonzada acción llevada a efecto por grupos antagónicos que se fueron sucediendo en las escalas de mando de la institución sin lograr detener el alud precipitado de destrucción y estado de abandono físico e institucional de la UNPHU, se establece una rectoría consensuada, la que tímidamente, luego de vacilaciones frente al reto decide por fin asumir el compromiso de sacar a la UNPHU de la sala de «intensivo ¡Feliz y alentadora noticia!

La UNPHU puede recuperarse y tiene con qué recuperarse; sin embargo, la institución debe pasar por un proceso profiláctico de fondo en vez de incluir células y elementos extraños que han contribuido a una mayor profusión de una crisis que todo el tiempo ha sido económica, pues la UNPHU siempre ha contado y cuenta con un buen soporte profesional que le sirve de estructura a la academia. Entiéndase lo citado para que la profilaxis apunte hacia los aspectos administrativos, financieros, económicos y finalmente hacia la estructura académica, que es hasta donde entendemos la menos perniciosa, y la que subsiste con firmeza estoica.

La esperada labor de un relanzamiento de la UNPHU es hoy más que nunca una labor de todos los que de una forma u otra nos sentimos vinculados a la UNPHU; creo que esa voluntad existe y se mantiene al final tanto de profesores, como de su egresados, pensionados, académicos activos.

Dentro de esa nueva dinámica de prospección de la institución se debe tomar muy en cuenta aquellos forjadores que son imágenes refulgentes de dicha academia.

Más aún se debe priorizar sobre el actual estado y tratamiento que se le dispensa a este importante sector de que los han entregado todo a favor de la institución.

Parte de esa profusa estrategia que tienda hacia una dinámica de relanzamiento de la UNPHU, debe contemplar en grado sumo la atención de parte de su autoridades hacia el sector de los pensionados cuya suerte parece constituir una especie competencia para establecer marcas de quien o quienes se toman más tiempo sin honrar sus compromisos para con estos.

¡Qué bien nos sentiríamos si por lo menos se nos convocara de manera académica!

Es así como nos atrevemos a retomar la mística (que muchos no hemos abandonado) de recordar y elevar el sentir del ilustre y monolítico pensador que inspiró su egregio nombre: Don Pedro Henríquez Ureña.

¡LA UNPHU VIVE!

Atentamente,
Atahualpa Soñé M.

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