CARTAS AL DIRECTOR
Luperón

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Luperón

Señor director:
El perfil biográfico predominante del General Gregorio Luperón se tipifica como «hombre de acción», más que «hombre de doctrina». Una de las dos cualidades ha de superponerse a la otra en la vida de un hombre público. Lo extraño, lo excepcional es que califique en ambas categorías a la vez, o que estén ambas casi a la par. En Luperón están las dos categorías, pero predomina la acción, pero una acción orientada hacia la autodeterminación, la soberanía.

Probablemente Matías Ramón Mella y Máximo Gómez responden a esta doble condición, igual que Bolívar y el General Sandino; y de ahora podemos agregar a los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro. Fácil de comprobar con sus enunciados y acciones. Cada uno ha escrito su propia historia.

Pero el personaje que nos ocupa es nuestro Gregorio Luperón, de quien se están inventando las más insólitas y aviesas historias para tratar de descalificarlo en su justa lugar de Padre de la Patria por ser la primera espada y guía de la Restauración de la República.

Nuevamente el Sr. José Báez Guerrero, haciendo un ejercicio de libertad de expresión que quizás le deba más a Luperón que a Balaguer (aunque sueñe con frecuencia con ese estadista de palabra retórica) escribe sus denostaciones contra el más ilustre puertoplateño, el más grande cibaeño y uno de los más grandes dominicanos de todos los tiempos, al publicar el viernes 15 de octubre el artículo «La Inversión de Luperón». ¿Qué fuera este país sin Luperón? Tal vez no fuera país y lo es, aunque pobre y bananero, pero digno.

Algunos datos de Báez Guerrero pueden ser ciertos, pero sus juicios son estrambóticos, es decir, no precisamente por un asunto se derive otro. Por ejemplo, que utilizara a sus amigos intelectuales, para su proyecto editorial de sus notas autobiográficas ¿y qué? No podía utilizar asesores militares, ni guerrilleros, ni carabineros. Intelectuales han utilizado intelectuales por múltiples razones y eso no lo reduce a la condición de calcógrafo o de mal uso de la ortografía. Trujillo, sabiendo sus limitaciones, utilizó numerosos intelectuales; Balaguer, con sobrado intelecto, también se asesoró de letrados. Pedro Henríquez Ureña y Eugenio María de Hostos asesoraron, enseñaron, enseñaron, forjaron numerosos intelectuales.

Dictadores y demócratas utilizaron intelectuales y hombres de pluma para sus discursos, conferencias, asesorías, etc. ¿y qué?

Lo determinante en la historia dominicana en materia política y de soberanía, no son esos detalles, son los ejemplos numerosos de determinación y entrega a la causa libertadora. Veamos algunos ejemplos:

a) Luperón en la defensa de la Bahía de Samaná ante el Congreso de los E.U.A., haciendo gala de fino tacto político y patriótico se opuso al plan Levasseur, o a la simple enajenación de ese territorio dominicano.

b) Mediante sus habilidades de estratega político, Luperón hizo proclama de apoyo a Monseñor Meriño, lográndolo llevar a la presidencia de la República y formando un buen gobierno que mejoró las bases institucionales del país, como ningún gobierno lo había hecho antes (ver La Viña de Naboth de Summer Weller).

c) Decimos que Luperón, además de prócer, es un estadista, un hombre consciente de la función y el significado de un estado, por asumir como verdadero líder tareas reservadas no sólo a presidentes, sino también a finos estrategas negociadores, ante conflictos en los cuales por demás siempre estuvo del lado de los mejores intereses del país, aunque ejerció la presidencia efímeramente.

La práctica de denostar, excluir, incluso sustituir padres de la patria no es nueva.

Decía mi padre en su conferencia «La República Dominicana», en la Casa de la Alcaldía de San Juan, Puerto Rico (1964, durante su exilio post-golpe 63») que «historiadores que todavía circulan las calles de Santo Domingo y que defienden afanosamente a Pedro Santana, llevaron al ánimo de Trujillo la idea de que fuese alterado el orden de veneración nacional para los Padres de la Patria: Duarte, Sánchez y Mella, de tal suerte que sólo se venerase en el plano superior de la gratitud nacional binomio Duarte y Santana. Eso es idéntico a recordar con unción paralela a un héroe mártir y a su verdugo». (Conferencias de Gregorio García Castro, Pág. 5).

Balaguer cumplió con esto último al llevar a Pedro Santana al Panteón Nacional, donde reposan los restos de Luperón y otros patriotas. Eso no se lo soñó Báez Guerrero, y como dice el atildado intelectual Jimy Sierra: «Yo pude verlo, yo estaba allí». Ahora estoy aquí para pedir que se revierta esa inconsistencia histórica y respetemos por siempre al General Gregorio Luperón.

Atentamente,

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