CARTAS AL DIRECTOR
Navidad

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Navidad

Señor director:
La frescura de los vientos de diciembre animan el entorno y dan vida al ambiente. Las hojas de los árboles se mueven armónicamente, la alegría contagia los espacios, las luces y los colores toman el protagonismo en nuestros alrededores. Esos vientos que se desplazan por nuestro país, haciendo sus propios caminos, nos informan el advenimiento del Niño Jesús. Nos revelan que ya es Navidad. Tiempo de compartir, de unirnos a la familia, de intercambiar con los amigos y amigas, y de apreciar nuestro entorno social, cultural y ecológico. Pero también, es tiempo de reflexión, tiempo para conocer, hacer, aprender y convivir. Tiempo para ser uno mismo (a), tiempo para ser mejores ciudadanos y ciudadanas, tiempo para apreciar los encantos, la ternura y la crudeza de la naturaleza; tiempos para apreciar la grandeza, los aciertos y los desaciertos de la única raza en nuestro planeta: la humana.

La Navidad se caracteriza por ser tiempo de alegría, armonía y abundancia. Nos une al entorno de la familia y a las amistades; nos aísla de las dificultades del día a día y nos hace pensar en un futuro más seguro, de más bienestar, de prosperidad. También es tiempo de reflexionar en el mundo en que vivimos en un mundo en el que muchos niños, niñas y adultos no gozan de esa apreciada alegría, armonía y abundancia. Un mundo, en el que la justicia se confunde con la injusticia, un mundo en el que la ciudadanía sigue reclamando mayores niveles de atención, de reconocimiento y de respeto a formas de vidas culturalmente distintas., Un mundo en el que el desarrollo que nos hemos dado, fundamentado en el querer necesario, en la explotación de nuestros recursos naturales, en la utilización de un método que nos ha dado bienestar y longevidad, pero que también es un método que está degradando nuestro entorno, contribuyendo al recalentamiento global del planeta, a la disminución de la capa de ozono en la atmósfera, a la disminución de la capacidad de procreación de la raza humana. En definitiva, un método que no asegura la prosperidad de las futuras generaciones.

Si ese es el entorno más global, que crea una atmósfera universal, en los entornos más próximos a nosotros, en nuestro país, en nuestra comunidad, en nuestra familia, los sentimientos de alegría que traen estas navidades y el compartir que ello implica, ha de poner en evidencia que queremos un país en paz y en armonía. Que nuestra ciudadanía está comprometida con el progreso y el desarrollo. Una ciudadanía que confía en la justicia, primera virtud social, que vela por los espacios públicos. Esos espacios que nos hemos dado por consenso convencional y cuya salud es necesario preservar para la buena convivencia. Como humanos, somos los únicos seres capaces de construir normas para nuestra convivencia y esas normas han de ser respetadas por toda la ciudadanía, incluso, por aquellos que velan por su cumplimiento. El desarrollo de actitudes de respeto a las normas, nos hacen avanzar en los procesos de convivencia y en el fortalecimiento de nuestras instituciones. Ello nos aleja de las prácticas individuales de pretender aplicar la justicia por nuestras cuentas, regresando así a tiempos de barbarie. Si bien, la justicia es la primera virtud social, la libertad, la capacidad de elección del ser humano, se convierte en el valor central de la democracia, que hoy por hoy, sigue siendo la forma de gobierno y de organización social más compatible con la naturaleza de la libertad humana. Por ello, la ciudadanía está comprometida con la democracia, la justicia y los valores que se cuecen en las relaciones dialógicas de la sociedad.

En tiempo de navidad, en tornos democráticos, como el nuestro, también es necesario hacer un stop en el camino, para repensar la educación. Esa educación que necesariamente ha de ir dirigida a la configuración de una ciudadanía ética, socialmente competente, capaz de llevar las riendas de su propio destino, capaz de convivir en armonía con sus semejantes, capaz de exigir y dar justicia, capaz de respetar el futuro de los niños y las niñas de todo el planeta. La formación en libertad de una ciudadanía que provoque los cambios, en vez de ser sorprendida por ellos. Una ciudadanía consciente de que toda la realización existente es producto de su actuación. Una ciudadanía educada, con unas actitudes para transformar el entorno actual de situaciones injustas, que también forman parte de nuestra creación, pero que somos capaces de transformar. Como responsables de la formación del profesorado, es nuestra aspiración social más profunda. Que los tiempos de Navidad, de mucha armonía y abundancia, nos arrojen luz y esperanza, para soñar y construir un contexto social más humano, más justo, más democrático, y por tanto, más habitable.

Atentamente,
Pedro Antonio Eduardo Gutiérrez

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