CARTAS AL DIRECTOR
Nuestra academia

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Nuestra academia

Señor director:
Hace tres años que participó en la vida docente de dos de nuestras principales universidades privadas. La experiencia de interactuar con estudiantes que representen una generación digital ha sido un estupendo estudio social. Nos iniciamos con el objetivo de aportar nuestras impresiones adquiridas al cursar estudios en Europa y nos encontramos con la realidad de que en la educación superior actual, ningún conocimiento ni metodología le pertenece a nadie.

Los tratadistas del derecho de la propiedad intelectual de seguro se alarmarían ante la afirmación anterior, sin embargo, sin querer desmeritar la justa recompensa que merecen los productores de conocimiento, el mundo al que asistimos presenta grandes avenidas de información a quienes deseen transitarlas. La oportunidad de compartir experiencias de manera instantánea a través de los programas de mensajería, la posibilidad de verificar las investigaciones realizadas en cualquier parte del mundo y en cualquier idioma, son solo algunas de las posibilidades que se les presentan a nuestros estudiantes que estén inmersos en la era digital.

Día a día veo como interactúan estudiantes que ostentan niveles de privilegios económicos en nuestra sociedad, pues el costo de estas instituciones es mucho mayor que las ocasiones que el Estado proporciona a través de la universidad pública. Nuestras instituciones académicas, las privadas y las públicas, hacen una gran labor con el esquema en el que se desenvuelven. No obstante, este esquema debe comenzar a revisarse y debe hacerse desde dos puntos de vistas esenciales, el primero debe ser desde el punto de vista económico el cual debe ser administrado por las autoridades de esos centros de estudios. El segundo desde el punto de vista social el cual debe ser impulsado desde nuestras familias.

El primer paso para esta nueva visión debe ser acometer como meta esencial una formación que elimine la brecha digital y que lo haga haciendo énfasis en la necesidad de publicitar nuestras necesidades económicas para que nuestros estudiantes sepan cuales son las carreras que muestran mayores posibilidades. Los consejeros vocacionales hacen mucha falta y deben institucionalizarse, pues estos ayudarían a eliminar las perdidas de energías que se producen cuando un estudiante cursa una carrera para la que no tiene una verdadera vocación. Con gran impotencia observo en nuestras aulas como algunos estudiantes todavía cometer en el error de estudiar esto o aquello para complacer la ambición paternal o para llenar algún requisito social. Al verles les trato de advertir que en el mundo que heredamos tendrán mayores posibilidades de éxito quienes amen lo que hagan y quienes lo hagan mejor y más rápido que los demás. La especialización y le eficiencia en la sociedad de la información nos son modas de momento, son herramientas de supervivencia. El segundo paso para la visión que proponemos es el de la investigación universitaria. Y en esta parte es justo señalar que algunas de nuestras instituciones han comenzado ya a promover las mismas, pero el camino es largo y apenas comenzamos. En todos los países de éxito son las aulas universitarias que paren: Las teorías políticas, los esquemas económicos, los avances tecnológicos, los experimentos médicos y hasta los esquemas empresariales. Con el conocimiento accesible a la simple curiosidad y con el avance que nuestro país ha experimentado en materia de telecomunicaciones se acabaron las excusas de que este es un país pequeño y pobre y que no puede producir conocimiento.

Debemos arribar a un consenso de que nuestras universidades privadas deben mejorar y que para hacerlo deben exigirle más al mercado. Esto pueden hacerlo si investimos los títulos que salen de esas universidades de un valor inobjetable. De la mano con este incremento debe venir una iniciativa social de parte de esas instituciones para que se califiquen a los estudiantes por el nivel de ingresos de sus tutores, así permitiendo que el más rico subvenciones al más pobre. Al mismo tiempo debe de dotarse a la institución pública de un presupuesto robusto, no para que compita con la iniciativa privada sino para que salvaguarde el ideal de la igualdad de oportunidades que debe el Estado proporcionarle a todos sus ciudadanos sin importar su nivel económico ni su procedencia.

Atentamente,

Eduardo Sanz Lovatón

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