CARTAS AL DIRECTOR
Rufuta a José Gautier

CARTAS AL DIRECTOR <BR>Rufuta a José Gautier

Señor director:
He leído con detenimiento el artículo publicado en las prestigiosas páginas de opinión de ese matutino bajo su digna dirección, en su edición del 28 de diciembre próximo pasado, firmado por el señor José B. Gautier, con el mercadológico título de: «¿Fue Negociada la Soberanía Dominicana en 1966?», en lo que me parece una obvia referencia, -aunque no lo específica- al «Acuerdo Sobre la Contratación en Haití y la entrada en la República Dominicana de Jornaleros Temporeros Haitianos», hecho en Puerto Príncipe, República de Haití, el 14 de noviembre de 1966, y aprobado por el Congreso Nacional el día 21 de diciembre del referido año.

El señor Gautier en el referido artículo no compromete conclusión determinante, pues recurre al especulativo método del cuestionamiento, lo cual acusa lamentables limitaciones en sus anotaciones.

En ese tenor no logramos entender de donde extrae el articulista la peregrina idea que le permite involucrar al Doctor Joaquín Balaguer «como negociador de la soberanía en 1966», porque su conducta política y su actitud de gobernante demuestran todo lo contrario en forma inequívoca. Sin embargo, el señor Gautier deja en el tintero esta aviesa interrogante: «¿Fue negociada por el presidente Joaquín Balaguer -reeleccionista, padre de la democracia, quien fuera por siete veces presidente-, toda la soberanía territorial dominicana con países afectados por la migración ilegal de haitianos a sus territorios, como los Estados Unidos de América, el Canadá y Francia, a cambio de conservar el poder político indefinidamente, al firmar, en 1966, lo que parecía ser un inocente e inofensivo acuerdo «sobre la contratación en Haití y la entrada a la República Dominicana de hornaleros (sic) temporeros haitianos», comprometiéndose hábilmente a asentarlos en tierras propiedad del Estado dedicadas al cultivo de caña, emulando con esta acción la reforma agraria realizada durante la ocupación haitiana por el presidente vitalicio, Jean Pierre Boyer?».

Existe evidente diferencia entre la política migratoria de Jean Pierre Boyer de 1824 y los fines y objetivos del «Acuerdo de 1966», «cuando miles de jornaleros acompañados de sus mujeres y sus hijos, entraron ilegalmente, sin controles migratorios ni sanitarios a República Dominicana por vía del Consejo Estatal del Azúcar (CEA) con boleto de no regreso a Haití». Fin de cita.

Resulta falso de toda falsedad que los jornaleros haitianos entraron al país sin control alguno, pues la forma de contratación y de expatriación están explícitas y establecidas en el citado Acuerdo. También se establece la extensión del mismo a «las empresas agrícolas e industriales establecidas en la República Dominicana, que desean utilizar, por un período limitado los servicios de jornaleros haitianos…».

Por lo expuesto en el párrafo anterior se advierte el carácter extensivo y no excluyente del Acuerdo, como parece interpretarse en el artículo que comentamos, porque habla, en plural, de empresas agrícolas e industriales.

Sorprende pero no extraña semejante equivocación. En el Acuerdo que nosotros citamos, en el que se decide renovar un convenio similar anterior cuyos efectos expiraron el 25 de febrero de 1958, en el artículo primero se habla de que esas empresas que deseen utilizar los servicios de esos jornaleros, deberán dirigir su petición a la Secretaría de Estado de lo Interior y Policía, solicitando la autorización de transportar el número de trabajadores que necesiten e indicando la duración del período de trabajo».

Del artículo del convenio anteriormente citado resulta más que evidente que no era un «asentamiento del Estado» como dice el señor Gautier. El diccionario de la lengua española editado por la Real Academia Española, en su vigésima segunda edición, en la palabra asentamiento, en su sexta acepción reza como sigue: «Instalación provisional, por la autoridad gubernativa, de colonos o cultivadores en tierras destinadas a expropiarse». Como comprenderá el Señor Gautier, al menos eso esperamos, ese no fue el espíritu del Acuerdo ni sería nunca la política de un gobierno presidido por el más coherente de nuestros políticos y el único entre nuestros estadistas que comprendió a cabalidad lo que significaba entre nosotros el problema haitiano para la República Dominicana.

El Doctor Balaguer no fue como la casi totalidad de los políticos dominicanos que no sintieron nunca escrúpulos en obtener pactos con gobernantes del país vecino para triunfar en sus revoluciones o en sus empresas electoreras. José María Cabral y Salnave, es el ejemplo típico de estas alianzas.

Retornando al Acuerdo, en sus diecinueve artículos se establece claramente el procedimiento a seguir, incluyendo una ficha para cada jornalero y la obligación de las empresas privadas y del Estado de devolverlos a su país de origen. La Dirección General de Migración, entre otras dependencias, cumplió celosamente con esta obligación, obteniendo el concurso en esta repatriación de las empresas privadas que fueron las que motorizaron este convenio.

Al morir Francois Duvalier y asumir su hijo, con el consecuente reordenamiento de fuerzas en Haití y el arribo al poder de otra organización política en 1978 en la República Dominicana, con otros intereses, los convenios desaparecieron y los controles migratorios se convirtieron en letra moralmente laxa, dando como resultado el desbordamiento de la migración haitiana llegando a los actuales niveles, los cuales resultan insostenibles.

De todo se le podía acusar al Doctor Joaquín Balaguer, menos de ser proclive al enajenamiento ni siquiera de una pulgada de tierra dominicana. Al autor de «La Isla al Revés», al mismo que los poderes imperiales le recortaron el período presidencial en el 1994, precisamente por su manejo independiente de la situación haitiana, actuando siempre en defensa de la dominicanidad, no se le puede cuestionar su coherencia, su acendrado patriotismo y su cabal conocimiento del problema haitiano.

Le aconsejo, pues, al señor Gautier leer La Isla al Revés si no lo ha hecho y no debe olvidar él, así como todo el pueblo dominicano que las advertencias repetidas del doctor Balaguer acerca del problema haitiano se llegaron a convertir en algo tan familiar como el repique de las campanas en los santuarios e iglesias anunciando la celebración de la Santa Misa. De ahí que resulta inoportuno tratar de endilgarle al Doctor Joaquín Balaguer el tratar de comprometer nuestra integridad nacional con fines de renta política.

En conclusión, cuando oigo afirmaciones injustificadas, peregrinas y temerarias, deberían llegar a la mente de los que las formulan el tercer acto de la «La Cruz del Matrimonio», del dramaturgo español Luis de Eguilaz y Eguilaz: /¡Que he hecho yo martirizar/ con mis locuras malvadas/a un ángel, cuyas pisadas/no soy digno de besar./Mi conducta es execrable:/Mi condición es de fiera./Creí ser una calavera/¡Y estoy siendo un miserable!…/.

Con la admiración que me merece el autor del escrito que hemos analizado, el cual creemos, no obstante, que el mismo adolece de objetividad y el tema, por la forma como ha sido abordado no inspira la estimación de lugar, debido al uso parcial de las fuentes.

Atentamente,

Joaquín Ricardo

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