CARTAS AL DIRECTOR
El valor de la filosofía

CARTAS AL DIRECTOR<BR>El valor de la filosofía

Una de las tantas preguntas que tienen que responder los filósofos insistentemente es  ¿Para  qué sirve la filosofía?, pues entendiéndose claramente la función y el motivo de ser de las diversas áreas del saber, muchos no ven con claridad el papel de la filosofía en la existencia humana. El origen mismo de la pregunta está relacionado con el hecho de no diferenciarse bien la finalidad de los diversos tipos de conocimientos que conforman una determinada cultura. Cada tipo de saber tiene objetivos, metas, aspiraciones diferentes a los demás, y, aunque posean rasgos comunes, sus pretensiones son distintas. Desconocer esto puede llevar a buscar elementos en un saber que corresponden a otros o a confundir los roles de cada uno.

El ser de la filosofía hace referencia a ese afán por el saber, haciendo así honor a su significado etimológico (amor a la sabiduría). Los griegos no cuestionaban el valor de la filosofía, pues la veían  como algo natural, un ejercicio racional del ser humano que se lanza en la búsqueda de respuestas para tantos interrogantes que inundan su ser. El mismo Aristóteles afirma que el ser humano tiene naturalmente el deseo de saber, apertura al misterio, afán de conocimientos.

La pregunta señalada anteriormente se agudiza  y se pone de manifiesto con mayor ímpetu en nuestros tiempos. Sabemos que en nuestra cultura actual el consumismo y el ámbito del mercado  hacen de todas las cosas  una mercancía, todo debe tener un valor monetario, práctico y rápido. Pero la filosofía no entra en el  juego libre del mercado de la oferta y la demanda, y tampoco se puede enmarcar dentro de lo efímero. Sus afanes y necesidades son otras, de tipo existenciales, problemáticas perennes.

A lo largo de la historia  la filosofía se ha esforzado por querer explicar y arrojar luz sobre las diferentes inquietudes humanas. Así surgen los grandes   temas  filosóficos (metafísicos, éticos, gnoseológicos, antropológicos, etc. ). La pregunta filosófica brota como una nota desgarradora de lo más profundo de la persona. Por eso afirma Ortega  que la filosofía  es la representación más genuina de las ilusiones y expectativas, interrogantes y deseos de toda una época. Los grandes filósofos han marcado las pautas del camino a seguir durante grandes generaciones.

El quehacer filosófico viene a hacer patente esa cualidad de los seres humanos: la capacidad racional. Indaga sobre la realidad guiada por la razón, pues somos, a parte de lo instintivo y sensitivo, seres con capacidad de situarnos, de analizar. La filosofía pone de manifiesto la grandeza de los humanos, pues aún cuando deba enfrentarse a lo indescifrable y a lo misterioso, se lanza tenazmente en búsqueda de soluciones que puedan apaciguar su inquisitivo espíritu.

Cada persona tiene que habérselas en su ser más íntimo con las grandes y acuciantes cuestiones filosóficas. A menos que decida vivir la vida despreocupada, masiva, sin pensamiento propio, lo cual sería relegar en los demás la propia responsabilidad y evitar tener que pensar por propia cuenta. Quizá por esto mismo Platón argumentó hace mucho tiempo aquello de la minoría filosófica. La filosofía es un esfuerzo denodado, requiere un elevarse por  encima de trivialidades, para poder así pensar en alto, semejante a lo que nos cuenta Richard Bach en su Juan Salvador Gaviota. Es provocación racional, búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia. Mira hacia el pasado buscando el origen de todo, sin quitar la mirada del horizonte que señala la finalidad de lo real. Todos sus temas son humanos. Es a la humanidad que le interesa saber  sobre sí misma, sobre el mundo, Dios, el alma, la muerte, etc. La filosofía se lanza a querer descifrar estas cuestiones trascendentales.

La filosofía es una disciplina sumamente importante en cualquier cultura. Aunque muchos piensan que es inútil por su nivel de abstracción, no debemos olvidar que las grandes ideas son las que cambian el mundo. Si la utilidad de la filosofía solo la medimos por el legado pecuniario que pueda reportarnos, entonces otras manifestaciones humanas serían sometidas al mismo escrutinio. A nadie que posea una mediana sensibilidad estética se le ocurriría preguntar que para qué sirve una pintura o una poesía. La razón de ser de la pintura es el disfrute estético; de la filosofía, el conocimiento.

Atentamente,
Domingo De los Santos Trinidad

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