CARTAS AL DIRECTOR
¡Estas listas!

CARTAS AL DIRECTOR<BR>¡Estas listas!

Señor director:
Acabo de leer la Coctelera de hoy sábado 18 de octubre de 2004. Parece razonable la preocupación. Nadie tiene derecho a evadir impuestos que a otros se les obliga a pagar . Quien te escribe, durante más de cuarenta años sufrió la injusticia de una Ley 299 que liberaba materias primas a mis competidores mientras nuestra empresa tenía que pagar todos los impuestos. Nunca disfrutamos de una exoneración, la exigencias gubernamentales que muchas empresas obviaban nos abrumaban, al extremo que tuvimos que cerrar el negocio porque hasta una condena a más de dieciséis años de cárcel me hizo imponer la Secretaría de Trabajo, no por demanda laboral, sino por caprichos, sin contar las extorsiones que nos impuso la Dirección de Renta con sus permanentes inspecciones.

Nuestro país está hecho para el gobierno, no para el progreso. Los dominicanos no llegamos a la emancipación, somos hijos de la familia gubernamental y los escándalos sobre evasión que se escenifican aquí, así como las interminables persecuciones por negociar con el gobierno, que controla los recursos nacionales, son interminables; la familia dominicana vive en permanente zozobra, a causa del estatismo y progreso no se logra sino a base de romper con el sistema a riesgo de caer preso.

Esa es la realidad.

Los escándalos que se escenifican aquí por asuntos fiscales y de negocio con el Estado no los verás en las islas vecinas de otros idiomas y otras creencias. Allá la vida es tranquila.

El progreso llega a Hong Kong, Singapur, Africa del Sur o Mónaco porque allá el Estado no se asocia con el comercio, en esos lugares el comercio es independiente y el progreso es asombroso.

Aquí y en toda Latinoamérica la mano del gobierno está sobre el hombro del individuo que lucha para progresar y el Estado se lo impide. Te lo dice quien trató por más de cuarenta años de progresar trabajando, como han tratado de progresar las empresas instaladas en la Zona Industrial de Herrera; con Ley 299 y todos, siguen igual que hace treinta años, no se proyectan hacia el exterior, no se convierten en multinacionales como en Taiwán, porque el Estado no lo permite.

Somos estatistas por idiosincrasia y el estatismo troncha el progreso.

Atentamente,

Dario Meléndez

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Las virtudes

Señor director:
El objetivo final de la educación de los chicos es que alcancen la madurez humana que se manifiesta «en cierta estabilidad de ánimo, en la capacidad de tomar decisiones ponderadas y en el modo recto de juzgar los acontecimientos y los hombres» (Concilio Vaticano II. Decreto Optatam totius, II). Esta madurez es consecuencia del desarrollo armónico de las virtudes y podemos decir que las virtudes adquiridas desarrollan a la persona a nivel natural.

Los padres de familia desean que sus hijos sean ordenados, estudiosos, generosos, alegres, sinceros,etc. Pero este deseo, para no quedarse en una idea inalcanzable, hace concretarse en objetivos claros y alcanzables por los hijos.

En primer lugar hay que decir que la familia es el ámbito natural para el desarrollo de la persona, porque es ahí donde se relacionada lo más profundo de la persona, su intimidad. En la familia se acepta y se quiere a las personas por lo que son, no por lo que hacen. Los padres quieren a sus hijos por lo que son, aunque en ocasiones no están de acuerdo con lo que hacen o cómo se comportan sus hijos.

El colegio no es una organización natural, sino cultural y a través de la cultura apoya a los padres en la formación de los alumnos, pero la acción de los padres es la más importante. Es en la familia donde se desarrollan los hábitos operativos buenos (ser ordenado, estudioso,generoso, alegre, sincero, etc.), que son las virtudes humanas. Para conseguir es necesario conocerlas «querer» esforzarse por conseguirlas.

En la adquisición de las virtudes hay que considerar dos cosas: la intencionalidad y la rectitud de intención. Uno puede ser más o menos generoso o serlo solamente con los amigo un juguete porque sabe que los «Reyes» han sido pobres le hace ilusión que regalarle ese juguete a regañadientes porque su madre se lo ha mandado. Las virtudes se han de vivir con rectitud de intención: no son un fin en si mismas, sino que se viven voluntariamente para alcanzar la madurez humana y el desarrollo de la personalidad.

Para conseguir todo esto, lo primero es el ejemplo de los padres, que no consiste en ser «perfectos», sino en luchar para superarse personalmente. Después conseguir que los hijos conozcan las virtudes dando explicaciones, preguntando por qué esos hábitos tienen valor y profundizando en la finalidad de esos esfuerzos. Junto a al conocimiento intelectual ha falta la autoexigencia de la voluntad y el apoyo afectivo de los padres.

 Atentamente,

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