Señor director:
Felipe Abreu Roedán vivió intensamente. Sencillo, humilde, laborioso y responsable, era capaz de asumir duras jornadas políticas sin importarle el lugar de la geografía nacional a que lo encomendaran. Particularmente creo que a él le gustaba enfrentar los retos políticos que devienen de aquellos lugares que o han sido bastiones de otras fuerzas políticas, o que por sus características sociales quedan siempre marcados en las posiciones más distantes en cuanto a relevancia política, económica o social. Pero sentía satisfacción de trabajar con los desposeídos y de entregarse en cuerpo y alma al trabajo difícil que es coordinar una zona capitalina, un municipio o una provincia donde las limitaciones económicas afectan el avance político.
En las elecciones presidenciales del 2000, afanoso recorría la provincia de Monte Plata y no escatimaba esfuerzos para lograr que esa vasta demarcación provincial, se organizaran los votantes en comités o movimientos en apoyo a la candidatura de Danilo Medina. En el 2002, para las elecciones congresionales, tuvo la responsabilidad electoral de una de las provincias fronterizas. Tanto en el 2000, como en el 2002, mantuvimos una fluida comunicación, creo demás recalcar que en toda la provincia de Monte Plata, se sintió el trabajo electoral de Felipe Abreu; en el 2002 parecía un muchacho ilusionado con el objetivo de lograr importantes posiciones para los candidatos de la región fronteriza, no obstante ser su esposa candidata a vice síndico por el Distrito Nacional, él asumió el reto de ir a trabajar a la frontera. Objetivo, pero entusiasta, daba como un hecho el triunfo del PLD en una apreciable cantidad de provincias y me repetía que la de Santo Domingo, donde yo tenía importantes responsabilidades con el candidato a Senador, era una provincia ganada. Por eso, cuando se conocieron los resultados le embargó una gran pena.
Felipe venía de desarrollar grandes labores políticas en intermedios y equipos de coordinación del entonces Distrito Nacional. Fue ascendiendo políticamente sobre la base del trabajo tesonero y a saberse granjear la simpatía y buena voluntad de los ciudadanos de esa zona, fueran o no peledeístas. Lo propio fue su paso por varias instituciones del estado durante el primer gobierno del doctor Leonel Fernández. Su sencillez, don de gente y humildad nunca mermaron, pero sobre todo siempre se mantuvo activo en los trabajos partidarios, de ahí que las elevadas posiciones políticas, de miembro del comité central y sub secretario de organización del PLD, fueron posiciones ganadas al fragor del trabajo en cualquier circunstancia, como lo demostró en la recién campaña electoral.
A Felipe le dolían y preocupaban los pobres. Como profesional de la ingeniería fue exitoso y ello claro está, le permitió junto a su compañera Alma Fernández, dar a la familia las comodidades a que aspira todo padre progresista, pero nunca se apartó, ni se olvidó de los pobres por los que luchó. La muerte le sorprende en Caracas, Venezuela, y le sorprende trabajando para hacer de la institución a su cargo un modelo de gestión y solución al déficit habitacional, uno de los terribles males de esta desigual sociedad. Estaba sumamente interesado en las bondades de las estructuras prefabricadas para desarrollar un intenso plan de viviendas destinadas a sectores de bajos recursos. Mientras más económicas pudieran resultar las soluciones habitacionales, más familias se beneficiarían y de paso, más dinamismo tendría el subsector construcción estatal y obviamente más padres de familia se ganarían la vida mediante la mano de obra que demandarían estos proyectos. Juan Bosch recalcaba que «quien no vive para servir, no sirve para vivir». Felipe Abreu Roedán fue un poco más allá: no se conformó con vivir para servir, sino que también murió sirviéndole a su gobierno y a los pobres de su tierra; Dios ha de tenerlo junto a los justos.