CARTAS AL DIRECTOR
¡Ha llegado la hora!

CARTAS AL DIRECTOR<BR>¡Ha llegado la hora!

Señor director:
El día 27 del cursante mes de septiembre fue señalado, con 24 meses de antelación, como frontera cronológica, entre el viejo procedimiento criminal y la reforma procesal penal instituida por la ley 76-02.

Con la implementación de esta reforma, la República Dominicana se pone a tono con las luces del derecho procesal penal moderno, que no es otra cosa que la restauración de las sendas antiguas del modelo adversarial acusatorio, dotado de un adecuado equilibrio entre eficacia y garantías.

Como era de esperarse, no ha faltado el temor, la inseguridad, los desacuerdos y otras manifestaciones de preocupación con respecto del nuevo instrumento procesal.

Tal y como nos había advertido el Dr. Alberto Binder, apóstol de la reforma procesal penal en Latinoamérica, sobre la inevitabilidad de estas manifestaciones y la interpretación de las mismas como un indicio de que vamos bien.

Ciertamente, como plantea el afamado maestro sudamericano, cuando todo sigue igual es un fracaso para la reforma porque nada se ha cambiado; y justamente de eso se trata, de cambiar las anticuadas e ineficaces costumbres y formas de procesamiento, de las cuales a diario nos quejamos todos.

Ha llegado la hora de abandonar la vieja y oxidada armadura inquisitiva, con su procedimiento secreto, dilaciones innecesarias y su pretendida búsqueda de la verdad a cualquier precio, incluso en desconocimiento de los derechos y garantías procesales.

Ha llegado la hora de que todo justiciable vea desde el inicio su caso como algo inmediato y transitorio, caracterizado por una eficiente investigación, un juicio real y efectivamente oral, público y contradictorio y una resolución que soporte la sana crítica a la luz de las reglas de la lógica, los conocimientos científicos y las máximas de la experiencia.

NO han sido en vano los ingentes esfuerzos de la CONAEJ para que tengamos una transición sin mayores traumas e inconvenientes, pues nunca antes en nuestro país se habían puesto en marcha tantos y tan diversos mecanismos con miras a crear las condiciones necesarias para la puesta en vigencia de reforma legislativa alguna.

Es preciso recordar, que las instituciones, figuras jurídicas y todo el contenido del Código de Procedimiento Criminal (especie en vía de extinción), fueron aplicadas originalmente en un idioma extraño y luego el gran avance consistió en una simple traducción del mismo.

Mientras que la presente reforma viene a ser como un traje hecho a la medida, pues deriva de un proyecto de Código Procesal Penal Tipo adecuado a la idiosincrasia de la sociedad latinoamericana, el cual ha sido dilatadamente depurado, consensuado y divulgado durante 2 años antes de su entrada en vigencia.

No es perfecto el NCPP, como nada es perfecto entre los humanos, pero contempla una amplia investigación científica antes, durante y después del apoderamiento formal de las autoridades judiciales.

No cura las heridas de la víctima, ni los sinsabores de los procesados, pero reserva a unos y otros mayor participación y oportunidades de presentar sus razones retomando en gran medida lo que es suyo: el litigio, dotándoles para ello de facultades amparadas en derechos y garantías procesales que ahora no tienen.

No habrá más, ni menos delincuentes en las calles, pero permitirá definir en mucho menor tiempo y con mayor precisión la condición de culpabilidad o inocencia en los imputados.

La reforma, por sí misma, no hace mejores a los jueces, pero les permite la fluidez necesaria en el despacho judicial con un desempeño libre de dilaciones innecesarias gracias al establecimiento de mecanismos expeditos que reducen la lentitud y sobrecarga en los tribunales.

¡Ha llegado la hora!: de sustituir la íntima convicción por la sana crítica; el secreto de la inquisición por una acusación visible, abierta y discutible; la presión por la precisión; la presunción de culpabilidad por la presunción de inocencia; el perjuicio de la duda por el beneficio de la duda; la justicia retributiva por la justicia restaurativa.

Adelante, pues, con la reforma procesal penal, seamos positivos, receptivos y abiertos, transitemos de una vez por donde debimos transitar desde hace mucho tiempo.

Este es el momento para que todo buen dominicano, especialmente quien se siente actor en el proceso penal, asuma su papel y diga: Ha llegado la hora, cumpliré con la parte que me toca.

Atentamente,
José Manuel Glass Gutiérrez

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