CARTAS AL DIRECTOR
¿Injerencia?

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Señor director:
El 1 de octubre, 2004, en la sección «Qué se Dice», sale un comentario sobre el esfuerzo del embajador de Estados Unidos, Hans Hertell sobre el asunto del sirope, el impuesto y las declaraciones que hiciera de que los dominicanos están muy prestos a gritar «injerencistas» sólo cuando les conviene, pero no lo hacen cuando le daban ayuda de buena fe.

El comentario se queja con amargura y termina en tono de burla, sobre las supuestas buenas intenciones de los Estados Unidos cuando trata de ayudar al país, y que las dos intervenciones militares son muestras de ellas, del amigo que «cobra tan caro su generosidad» con su «sacaliña».

Creemos que no hay nada más justo y acertado que los comentarios del Embajador y nada más mezquino y evidencia de incapacidad que la del comentarista.

Lo primero que él comentarista debería tener en cuenta es el país de donde es oriundo, la sociedad que le rodea, su historia y el presente. Estamos seguros que si así lo hiciera tendría más delicadeza al reclamar a otros lo que no se da o tiene. Debería saber que la República Dominicana en su relación con Estados Unidos se parece al individuo con poder económico y social que vive en un vecindario en forma decente, respetuosa, organizada, productiva (con los defectos humanos, naturalmente) y que al frente vive otro individuo que es todo lo contrario, bulloso, descuidado, bochinchoso, berrinchoso, irrespetuoso, vicioso, violento, amigo de lo ajeno, mala paga y pedilón, y que no optempera a ningún llamamiento de civilización.

¿Qué haría ese individuo frente al otro? Lo primero sería irse del vecindario, ¿pero, y si no se puede ir, vender ni mudar? Estaría entre la espada y la pared, pero no sería extraño entonces, que tratara de imponer orden y respeto al vecino que no entiende que ya no vive en la selva. Eso fue lo que hizo Estados Unidos a República Dominicana en 1916 y 1965, en este último caso con un elemento nuevo.

Ese nuevo elemento gracias al gobierno pasado, lo pudimos apreciar en vivo, sin tener que entrar en divagaciones ideológicas. Esos camaradas que sí existían en 1965 no eran tantos, pero supóngase que un número tan insignificante en el gobierno de Hipólito Mejía (en ningún otro gobierno habían mandado tantos camaradas) hicieron un daño tan terrible al país y pretendían seguir haciéndolo con la reelección, ¿qué no hubieran hecho si hubieran tomado el poder en aquel tiempo? El comentarista debería dar las gracias que eso no sucediera y hasta a quien lo impidió como impidió que ese mismo gobierno se alzara con las pasadas elecciones fraudulentamente, junto al embajador Amaro y otros.

El embajador Hertell no sólo estuvo en lo cierto cuando advirtió que muchos patrioteros dominicanos gritan «injerencia» sólo cuando l es conviene pero que se esconden cuando los del Norte dan arroz, harina, medicina, dinero para la Justicia, el Congreso, el Sida, los ciclones, terremotos, armas, uniformes y barcos a las Fuerzas Armadas, cuota azucarera, zonas francas y le permite tener casi un millón de dominicanos en Estados Unidos enviando al país dólares, ésos que mantuvieron a flote la economía derrumbada.

Si ese comentarista fuera justo, lo primero que hubiera hecho es no decir lo que escribió y enfilar toda su energía primero contra los bandidos del patio que históricamente han estuprado al país desde 1844. Entonces, y sólo así tendría algún derecho a criticar a los de afuera, que con toda justicia son empujados a decir y hacer lo que los criollos por su incapacidad, irresponsabilidad, cobardía no hacen, con sus excepciones. Limpie primero su patio y ennoblézcalo antes de pedir honor y vergüenza y así tendrá fuerza para gritar «injerencia».

Una muestra de lo que somos lo vemos en un caso muy llamativo que en cualquier momento explotará. Es nuestra permanente extorsión contra Taiwán, sacándole hasta el alma, porque sabemos de su debilidad. No sería extraño que en cualquier momento este país y sus hombres la abandonen y se alíen con la otra China, que sería en la tradición irrespetuosa y poco sería del país respecto a sus obligaciones internacionales, reafirmada en los incumplidos convenios con el FMI. Cuando ese caso suceda, Taiwán tendrá todo el derecho de «sacaliñar» a los dominicanos sus inmensas ayudas, lo que no le daría derecho a los dominicanos a gritar «injerencia».

Esa extorsión la habíamos visto cuando Trujillo y recientemente con don Hipólito al pretender comprar unos helicópteros y equipos militares rusos, que sólo hombres acostumbrados al incumplimiento del deber hacen, porque somos débiles, irresponsables y extorsionistas. Mírese además como somos que el gobierno nuevo de Leonel sale corriendo a pedirle a la Unión Europea que le ayude con el desastre de Jeanne mientras nombra botellas al granel en dólares, y que este país y su periódico se hartaron de llamarle a Miguel Amado injerencista. Así no comentarista, seamos decentes primero.

Es decir, señor Director, somos un pueblo que todavía está al nivel de los que andan con taparrabos moralmente, desde hace tantos años lo que ya debería enseñarnos que no deberíamos enfadarnos cuando extranjeros nos enrostran las verdades del tamaño de las pirámides de Egipto, pues, aunque nos duela, las merecemos, y quizás, nos ayuden ya que de la parte interna nunca han ayudado.

Sin otro particular, y esperando que en nombre de la equidad y el derecho a réplica publique esta carta en este prestigioso periódico, queda atentamente.

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