CARTAS AL DIRECTOR
Martí

CARTAS AL DIRECTOR<BR>Martí

(A mi fraterna amiga Luz Selene Plata, maestra amorosa, actriz, declamadora, Duartista y Martiana desde la adolescencia).

Hoy, 28 de enero, se conmemora y celebra en Cuba el nacimiento de José Martí, humanista universal, revolucionario impar, apóstol, montaña de luz, de amor, de justicia y de dignidad; amador del sacrificio suyo en aras de sus semejantes; inspirador por excelencia de las más genuinas metas de superación del ser humano.

Es en el #41 de la calle Paula, de La Habana, Cuba. Y, Don Mariano Martí, sargento de artillería del ejército colonialista, se pasea nerviosamente el patio florido de enredaderas; arriba, en el patio alto, su mujer Doña Leonor Pérez, fuerte moza canaria, sufre trances de parturienta. El militar va a ser padre -los dos esperan un hijo-. Un varón, como solución a sus penurias económicas.

De pronto, la voz de una vecina: ¡Ya, Don Mariano!, ¡es un niño!. Don Mariano, siente un escalofrío de emocionada esperanza. «Mañana, cuando él sea grande». Respira satisfecho. Las mujeres del barrio van y vienen con alborozo, como si intuyeran la trascendencia del acontecimiento. Luego sabrán que allí había nacido un ASTRO.

Feliz, Doña Leonor, da el pecho a una boca golosa; y, una mano curtida en la disciplina -la del padre-, acaricia la cabeza del niño, que devendría luego como hombre de bíblicos saberes; y, al decir de Don Germán Arciniegas (el colombiano mundial), como «mágico inventor de incomparables aciertos».

El niño da notaciones de enorme inteligencia. Lo atestiguan todos los maestros. Lee todo lo que cae en sus manos: libro desechado, periódico atrasado, novelón destartalado, etc., y, se hace la voluntad de estudiar. Escribe sus primeros versos a su madre, «que me ha dado alma que ama el sacrificio». Lo diría a los 15 años de edad, engrillado en el presidio político, al pie de su foto, con la cuartela siguiente: «mírame madre, y por tu amor no llores /si esclavo de mi edad y mis doctrinas, tu mártir corazón llené de espinas /sabes que nacen, entre espinas, flores/.

La isla permanece en paz. El movimiento de liberación continental ha tenido repercusiones en Cuba, pero la mano férrea del colonialismo ha ahogado en sangre las primeras hazañas redentoras; y todavía pasarán 3 lustros para iniciar la década histórica.

Martí sale de Cuba, en noble peregrinación por diversos países americanos, en aras de la causa que constituyó la razón de su existir; Estados Unidos del Norte, México, Uruguay, Guatemala, Argentina, Jamaica, Puerto Rico, Santo Domingo y Venezuela.

A Santo Domingo, llega de incógnito, se reúne con el general Ulises Heureaux. Le explica su misión y el general le provee considerable ayuda económica; cuando el apóstol se retira, Heureaux le advierte: Doctor Martí, esta ayuda se la da el general Heureaux, pero que no lo sepa el señor presidente de la República.

Al pisar Caracas, no fue la necesidad de un hotel para el descanso indispensable. Su primer pensamiento -porque la fraternidad en la gloria le empujaba su destino-, fue buscar la estatua de Bolívar y rendir allí, reverente y pensativo, un culto de silencio que es el mejor culto. Y la pluma del emigrado a veces lira, a veces látigo, a veces beso tributó grandioso homenaje al Gran Libertador.

Martí pronuncia un discurso de enorme repercusión «en la calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella»: de Bolívar puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies.

El 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, donde confluyen los ríos Cauto y Contramaestre, cae José Martí, tras extraer las balas de su arma y entregarla a su inseparable ayudante, con estas palabras: No la necesito: «mi único amparo es la sinceridad, mi arma es el amor».

Suero con claustros de mármol
donde, en silencio divino
los héroes, de pie reposan,
¡De noche, a la luz del alma!

Atentamente,

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