Señor Director:
Los intelectuales, académicos y comunicadores abanderados en las fuerzas políticas dominicanas, se formulan la división de las instituciones y sectores entre conservadores y liberales, expresión sociológica de líneas de pensamiento ideológico, siguiendo los patrones teóricos de otras naciones, pero que en la aplicación, son incoherentes, difusas y de rara interpretación. Los que son no están, lo que están no lo son.
Los conservadores conciben la sociedad como una realidad a mantener, funcionando de acuerdo con los patrones establecidos de efectividad. Con alta resistencia a las modificaciones y a los cambios y preferencia por salvaguardar lo existente. En contrapuesta, los liberales generan la cultura del cambio, los movimientos sociales son la principal característica de su sesgo ideológico, apuestan a romper los paradigmas bajo los cuales se están desarrollando los acontecimientos.
Al escuchar los afanes, de dividir nuestra sociedad, en especial nuestras instituciones políticas entre liberales y conservadores, se produce un enredo mayor que cualquier bejucal, cuando se observa la aplicación en el ejercicio del poder y de gobierno, de los que se autocalifican de pertenecer a uno y otro bando.
Los que se auto-califican Liberales, en su actuaciones al frente del Estado distan mucho de la controversia teórica, caracterizándose por muy pocas, o quizás ninguna, acciones innovadoras de cambios sociales, políticos, religiosos o culturales que hayan producido en el ejercicio del poder. Su actitud es cautelosa y discreta, concentrándose en medidas nefastas de los endeudamientos externos, la creación de impuestos generalizados, el aumento del gasto corriente, la inversión no productiva, la continuidad de la estructura existente y la sobre población de la burocracia del Estado.
Balaguer, calificado por los mismos analistas como conservador, o quizás neoconservador, como forma de levantar descrédito y crear nebulosa en las nuevas generaciones, en su ejecutoria de poder se registran acciones más que liberales, algunas que rallan en el puro socialismo, como son sus leyes agrarias, la inversión social en los pobres, la exaltación del patriotismo, la conservación de la biodiversidad, el reconocimiento a la democracia de las organizaciones de izquierda, la formación de una nueva clase gobernante con la creación e integración de la clase media, las políticas de género, todo este ejercicio solo provoca un gran anacronismo y controversia de distorsiones teóricas e ideológicas que sólo sirve a la verborrea dialéctica del discurso de políticos en campaña cuando están en la oposición.
La retórica discursiva de los autoliberales a la criolla, en sus análisis de observación de los factores puramente culturales, religiosos, económicos, sociales y de creencias, que ofertan a los ciudadanos, en el quehacer del ejercicio del poder marcan el comportamiento y visión diferenciado en el plano de la práctica política, sus programas de gobierno y planes no se ejecutan, así como sus respuestas a cada expresión de la composición de una sociedad que requiere desarrollar una agenda comprometida con el bienestar colectivo. Todo esto nos permitirá ubicar correctamente en el futuro a gobernantes y sus partidos políticos, como Liberales o Conservadores.
En el plano de las relaciones internacionales, el ejemplo de esa dicotomía, de praxis ideológica la observamos cuando en Cuba, el doctor Peña Gómez en entrevista exclusiva, Fidel Castro le indicó: -La realidad es que en dominicana ustedes son mis amigos, pero en el ejercicio del poder tengo mayor apertura cuando gobierna Balaguer.
La división de la sociedad del subdesarrollo en liberales y conservadores encuentra una nueva expresión de metamorfosis en los estudios de Norberto Bobbio, que presenta un nuevo esquema de mutaciones, en especial de la izquierda y los liberales, que es digno de estudio para los académicos, pero en el fondo sigue siendo la eterna lucha de calificativos de ubicar, de acuerdo a los intereses del sector que se quiere representar en lo ideológico a unos y otros, donde la coherencia es el gran ausente en materia doctrinal, social y política porque la realidad de su práctica los tipifica muy diferente de su discurso, haciendo valer el refrán popular: Consejos vendo, más para mi no tengo.
Atentamente,