Cartas
González Hardy

Cartas <BR><STRONG>González Hardy</STRONG>

Señor director:
Ciertamente, no necesito tener a mano ningún documento que me sirva para fundamentar la vida y la obra del doctor Francisco González Hardy, médico salubrista que nació en La Vega, pero que vivió siempre en Puerto Plata, donde murió hace cinco meses, rodeado de sus amigos y de sus familiares. Y digo que no preciso de documentos para hablar del doctor González Hardy, puesto que su figura y su trayectoria profesional las conservo aquí, en mi corazón, como una impronta que invariablemente me servirá de guía durante el resto de mi existencia.

Corría el año 1977, cuando conocí al doctor González Hardy, quien a la sazón se desempeñaba como director del Área Sanitaria de Puerto Plata. El encuentro ocurrió en su oficina del Centro Sanitario. Entonces, yo acababa de finalizar la pasantía de ley, y necesitaba conseguir un puesto dentro del sistema de Salud Pública. Sentado en un sillón estaba un hombre calvo, obeso, con un cigarro entre los dedos, y cuyo rostro severo me produjo una sensación de temor. Sin embargo, luego de iniciada la conversación, reparé en que tan pronto como ese hombre sonreía, la primera impresión se disipaba, porque con mucha franqueza, él dejaba que la sonrisa asomase por sus ojos azules, en un estallido de picardía y de generosidad.

Ahora recuerdo que de esa entrevista surgieron dos cosas: primero, un trabajo como médico bajo la sabia dirección del doctor González Hardy; y segundo, una amistad que nunca tuvo dobleces ni altibajos. Y así, dentro de la rutina cotidiana, González Hardy me enseñó, tal vez inspirado en Avedis Donabedian, el gurú clásico de la gestión de calidad, que ningún servicio de salud se hace eficiente, si el gestor no tiene un corazón de poeta: la dimensión humana de la atención sanitaria, se diseña a golpes de ternura.

Porque al momento de poner en marcha una gestión de calidad en salud, las dimensiones administrativa y técnico-científica nos arropan y nos obligan a relegar la verdadera misión del médico, la que fue resumida por el académico aragonés, Pedro Laín Entralgo, de esta manera: “Curar con frecuencia, aliviar siempre, consolar acompañando en todos los casos; más aún, allá donde no puede llegar la técnica, debe llegar la misericordia”.

Y así mismo pensaba y actuaba el doctor González Hardy, iluminado por una mística que era la esencia predominante en su generación médica. Por tal motivo, para pregonar su legado, tan simple pero tan valioso, no necesito tener a mano sus documentos científicos, ni tengo que expresar que González Hardy hizo una maestría en Salud Pública, en Chile, ni que fue el artífice de la proverbial eficiencia del Área Sanitaria de Puerto Plata, cuando aún los servidores de salud estaban en pañales, porque entonces existían muy pocos gerentes que supieran trazar el rumbo estratégico de un sistema sanitario.

Para mi -y para muchos-, hablar del doctor González Hardy es tomar como punto de referencia a un hombre bueno, que logró rodearse de un excelente equipo de trabajo, para brindarle al pueblo de Puerto Plata no sólo sus conocimientos epidemiológicos, sino también para ofrecerle su gran vocación de servicio, ya que él supo poetizar las atenciones en salud, dándoles a éstas su necesaria dimensión humana, como había preconizado Avedis Donabedian.

Satisfecha debe estar doña Nini Mena, su viuda; orgullosos deben estar sus hijos, Claudia, Patricia, Madeline y Francisco Carlos; en fin, satisfechos nos sentimos todos sus amigos: el doctor Francisco González Hardy sembró una simiente que tarde o temprano, habrá de producir los frutos que tanto demanda el país.

Atentamente,
Doctor Pedro Camilo
  

Publicaciones Relacionadas

Más leídas