Cartas
La Casa de la Cultura

Cartas <BR><STRONG>La Casa de la Cultura</STRONG>

Es una casa donde se levanta una monumental arquitectura de palabras y pensamientos que hacen de sus espacios una morada de los que amamos los placeres del espíritu. Sus paredes están impregnadas de las magias orales de connotados expositores nacionales e internacionales.

Duendes traviesos corren la voz de la próxima charla.

No se trata de ninguna dependencia oficial donde alguna retribución salarial o manejo presupuestal le dé a la cultura el sabor comercial de “lo comido por lo servido”. Porque son impagables las satisfacciones y emociones que nos da la cultura, la misma no puede someterse a los esquemas de las regideces contratuales.

Esa es la visión que tenemos los contertulios que nos reunimos en ese templo de la cultura a rendir culto a la vida, a la ciencia, el conocimiento y a todo lo que cabe en el libre pensamiento No es una casa donde tocas y parece que no hay nadie ni donde vagan sombras fantasmales que se tangibilizan para consumir abultados presupuestos.

Tampoco se trata de un habitáculo donde confluye gente que convierte lo cultural en rutinas y cumplimientos mecánicos de “las obligaciones” derivadas de un cargo.

Se trata de una casa que da albergue a todas las manifestaciones de las sensibilidades del alma y de la conciencia. Allí más de una vez hemos encontrado un rinconcito cultural donde nos sentimos cómodos para hablar, dialogar, proponer interactuar, debatir.

Ante las lluvias, los truenos y las tempestades sentimos que nuestras casas particulares se convierten en el único refugio del mundo.

Asimismo tenemos la sensación de que esa casa es un refugio muy particular de la esa cultura que brota y crece como flor silvestre, sin adocenamiento.

El profesor Juan Bosch, visitante asiduo en vida, encontró allí el calor fraterno de la solidaridad cuando era perseguido por la intolerancia de los 12 años aquellos. Igual refugio  hemos hallado muchos, pero en el campo del solaz cultural.

Allí todavía se puede sentir pasear el espíritu del gran Poeta Nacional, Pedro Mir, como huésped de las exquisitas horas allí vividas.

Esa casa es un gran abrevadero donde se sacia toda la sed del espíritu y como una gran fila de libélulas muchos acudimos a encontrarnos con lo trascendente de la vida, con quienes son como uno. Es refrescante ver nuestras imágenes reflejadas en las fuentes del traspatio de aquella casa.

Pero más refrescante es vernos reflejados en la transparencia humana de todo el entorno de dicha residencia.

A veces me he preguntado lo que sería si toda esa sinergia de espíritu, propósitos y sensibilidades que forman parte del estado de ánimo de la anfitriona se convierten un día en un ánimo de política de Estado.

Si todo lo que allí bulle y crepita rebasan sus paredes y sale a las calles, campos y ciudades tomando la forma institucional de una verdadera acción cultural.

En esa residencia, se practica una verdadera democracia cultural, pues las charlas, los temas, los conversatorios y las sesiones concluyen con comentarios y preguntas del público asistente, en su mayoría perteneciente a la comunidad cultural -artistas, pintores, escritores, poetas, intelectuales, actores, músicos, académicos, trabajadores del arte.

Después, el momento es puramente social, y de verdad que a uno le cuesta irse, compartiendo con tanta gente valiosa y bella, que tienen como tronco común ser amante de las expresiones artísticas y culturales que plasman lo mejor del ser humano.

En nombre de todos los que allí nos hemos congregado -vaya atrevimiento-quiero hacerle un reconocimiento público a una gran promotora de la cultura por vocación, amor y dedicación.

Por ella, podemos decir que la cultura tiene nombre de mujer y está domiciliada en la casa número 14 de la calle Polibio Díaz. Hablo de la señora Natacha Sánchez, cuya residencia es la gran parada de la cultura, colocada en la justa intersección por donde cruzan todos los temas de interés humano.

 Natacha Sánchez es una mujer cuya humilde militancia en el activismo cultural no exige ninguna paga, sino que se da gratuita y transparente, como se da una sonrisa y como la naturaleza nos regala su belleza..

Ella se siente pagada por la dulce satisfacción que le brindan sus notables aportes al desarrollo de nuestra cultura. Algún día su casa tendrá que ser reconocida como una verdadera Casa de la Cultura. Por lo pronto, ya muchos lo hemos hecho.

Atentamente,

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