Cartas
Los periodistas politizados

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Señor director:
Recientemente, mi entrañable amigo Alex Jiménez, tituló su semanario Primicia con un tema que aunque no constituye precisamente una primicia, sí debe llamar la atención de la opinión pública nacional.

Se trata de la invasión de los medios por periodistas politizados, un fenómeno que comenzó tímidamente y que ahora se muestra en forma descarnada.

Como la doncella que al principio de su recato teme mostrar sus partes pudentas y después pierde toda la vergüenza, en una pendiente que a veces la lleva hasta a pasarse de generosa con su desnudez, prostituyéndose en consecuencia.

Los periodistas tienen todo el derecho a tener simpatía, opiniones y militancia políticas, lo incorrecto es anteponer sus inclinaciones partidistas a sus deberres de informar y opinar desde una plataforma crítica e independiente de los apasionamientos políticos.

Este tipo sui géneris del ejercicio periodístico, confunde sus roles, pasando a conveniencia de un cruce a otro. De modo que muchos no saben cuando están ante el militante partidista y cuando están ante el profesional de la información portador de compromisos y  responsabilidades sociales.

Aquí se da el caso único de un secretario político que a la vez es presentador de noticias y comentarista de opinión que en estas funciones experimenta un desdoblamiento de la personalidad dentro de un interesante fenómeno de mimetismo sico-social.

Bien es sabido que las pasiones desbordan todo sentido de racionalidad. Lo vemos a diario con la repetición de los crímenes pasionales. De igual forma, el periodista politizado también comete “crímenes pasionales”. Mata la verdad, asesina la objetividad e imparcialidad y por ende se hace reo de perder la credibilidad y la confianza pública.

Al ser la pasión corta de palabras y de entendimiento, recurre con frecuencia a epítetos y descalificaciones. La intolerancia es uno de esos signos negros que, por desgracia, la pasión política enciende en nuestros días. Con cierta recurrencia, los políticos-periodistas actúan como sus más conspicuos encendedores.

El periodista políticamente interesado se convierte en bocina parlante de intereses partidarios, los cuales los usan como el muñeco de los ventrílocuos. Sus opiniones y comentarios siempre están sujetos a consulta, a redes alámbricas e inalámbricas que les telegrafían hasta el tono de sus pronunciamientos, dependiendo de un mando que los manipula a distancia.

Son plumíferos de a tanto por cuartillas, que miden su valor en columnas por pulgadas o a tanto por minuto. Entran al periodismo como el gusano a la manzana: para podrirla y degenerarla.

Estos periodistas debieron abrazar la militancia política abierta, para así abrirle cauces más éticos a sus ardorosas defensas, dignas de mejores causas. Pero no. Prefieren cubrirse con el traje periodístico para dotarse de la credibilidad que se deriva de expresarse desde una perspectiva periodística.

Estos especímenes ven a los medios y al periodismo como la continuación de la política por otros medios. Esta clase de profanadores de la profesión, ponen sus esfuerzos en hacer que nuestros ojos y pensamientos estén en otras partes y no en los lugares donde en realidad están sucediendo las cosas, como escribía George Orwell.

Es decir, devienen en instrumentos de propaganda que desinforma o medio informa, que encubre o distorsiona.

Una manera simple de descubrirlos y distinguirlos, es que casi siempre están ninguneando el trabajo de un informador crítico o descalificando a alguien, utilizando la burla y el denuesto hacia un buen número de sus propios colegas, más interesados, al parecer, en el canibalismo profesional que en el compromiso de aportar información a la sociedad.

No hay nada más desinformador que  el escarnio en que incurren los periodistas politizados, cuyo accionar discurre contraviniendo normas básicas del oficio y de la ética en general.

Los aciertos informativos ajenos que descubren una verdad que no conviene a los interereses que aquellos defienden, son objetos de su mezquindad o son sistemáticamente minimizados y hasta ignorados en los espacios que ocupan en los medios electrónicos e impresos.

Pero, qué hay detrás de este oleaje de politización del periodismo que ahoga la credibilidad de muchos medios? Hay mucho oro corruptor de conciencias de por medio, hay muchos favores bien pagados y muchos privilegios y canongías que ponen a muchos monos-periodistas a bailar la danza de la plata.

Detrás de esto, también hay una carencia de principios y de criterios de responsabilidad sobre sus obligaciones morales ante la sociedad y ante ellos mismos.

Atentamente
Claudio Acevedo

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